Los diez mandamientos en las tablas de Milei

Calcando magistralmente la narrativa mística de la tradición religiosa de los judíos que va de la adoración del becerro de oro y la rotura por Moisés de las primeras tablas hasta la publicación final de los diez mandamientos, Javier Milei dio el golpe en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Mediante una inteligentísima operación de sentido, Milei retomó la iniciativa política, dejó en shock a sus detractores y se fabricó tres meses más de gobierno allí donde muchos auguraban su caída en el cortísimo plazo. Milei sigue en el juego y el ministro Caputo puede continuar silenciosamente con la imposición del plan económico de reseteo criminal mediante la desposesión del pueblo. Los intelectuales orgánicos del poder demuestran otra vez que son mucho más sagaces de lo que supone la vana conciencia de los críticos.

Luego de alterar una vez más los usos y costumbres de la política nacional cambiando el horario del discurso de apertura de sesiones ordinarias en el Congreso del habitual mediodía al de las nueve de la noche, con la finalidad de imitar las formas estadounidenses, el presidente Javier Milei sorprendió en la mañana anterior a su discurso publicando en las redes sociales un mensaje más bien críptico, o por lo menos uno que encierra una narrativa intrincada. Tanto en Instagram como en su perfil de Twitter —del que viene usando y abusando desde siempre y mucho más después de haber sido electo—, Milei publicó un mensaje en una placa escrita en hebreo y acompañó dicha publicación con nada más que el ya bien gastado “viva la libertad, carajo” escrito en mayúsculas y repetido en tres renglones. Así, sin más explicaciones.

El hebreo es por cierto un idioma extrañísimo a la cultura del pueblo-nación al que Milei gobierna, pero la placa escrita en esa lengua oriental contenía simplemente una referencia al Antiguo Testamento y más precisamente al libro del Éxodo, que es la narrativa de la saga de los judíos de la Antigüedad que abandonaron la esclavitud faraónica en Egipto y huyeron al Monte Sinaí siguiendo a Moisés. Del extracto puntual elegido por Milei se lee lo siguiente, en una traducción libre: “Dios le dijo a Moisés: labra dos tablas de piedra como las primeras y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las primeras tablas que quebraste”. En efecto, según esa tradición, Moisés labró dos tablas de piedra y en ellas Dios escribió los diez mandamientos, el decálogo que iba a determinar los principios éticos del judaísmo y del cristianismo.

Los diez mandamientos son la base de la ley mosaica e imponen, además del monoteísmo, las prohibiciones de robar, matar, codiciar lo ajeno, mentir o dar falso testimonio, etc., aunque eso ya es harto sabido y aquí es menos importante que la metáfora. A las nueve de la mañana del 1º. de marzo o exactas doce horas antes de su discurso frente a la asamblea legislativa, Milei anunciaba por las redes sociales en hebreo (conviene no perder de vista este detalle) lo que estaba cocinando para la noche y sería finalmente una cosa mesiánica en un sentido hasta literal: el llamado “Pacto del 25 de mayo”, un decálogo de diez mandamientos escritos en dos tablas de papel y en letra cursiva, que es para darle a la cosa esa bonita dignidad de lo viejo.

El extraño mensaje publicado por el presidente Javier Milei en las redes sociales exactas 12 horas antes de dar su discurso en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso: una placa en hebreo con una cita al Antiguo Testamento para ir instalando la idea de los diez mandamientos de cara a lo que iba a pasar por la noche. Este es, sin lugar a duda, un modelo ideal de construcción de narrativa política con mística y la dosis justa de misterio.

Resulta sencillo leer la simbología de ese mesianismo mileísta. Las primeras tablas que Moisés rompió se representan aquí en esta metáfora en la llamada ley ómnibus, o el proyecto de ley titulada formalmente “Bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos”. La tradición bíblica indica que al bajar del Monte Sinaí con las primeras tablas Moisés encontró a los hijos de Israel, al “pueblo elegido”, adorando al becerro de oro, por lo que consideró que ese pueblo no era digno de los mandamientos y rompió las tablas que Dios había escrito. Milei aquí es Moisés y el pueblo indigno de sus primeras tablas son los legisladores, esos adoradores de ese “becerro de oro” que es la prebenda y es la coima. El propio Milei acusa abiertamente una y otra vez a los diputados que rechazaron la ley ómnibus de haberlo hecho por motivos egoístas, para cuidar la suya. Y entonces Milei rompió las tablas retirando el proyecto del Congreso a fines de enero.

Pero claro, Dios es tenaz y ordenó que Milei labrara dos nuevas tablas, pues la ley suprema debe imponerse igualmente. En vez de un mamotreto de unas 350 páginas con más de 650 artículos, un enmarañado infernal, ahora las segundas tablas contienen un decálogo sencillo de diez mandamientos. Milei habrá entonces de bajar nuevamente del Monte Sinaí el próximo 25 de mayo a reunir al pueblo de Dios para darle la ley. Lo hará en Córdoba, en esa tierra prometida donde 3 de cada 4 parroquianos votaron a Milei. Finalmente, el hecho de que todo eso haya sido preanunciado con un cartelito escrito en hebreo puede querer indicar la referencia a la narrativa del Antiguo Testamento, pero puede ser simplemente la venia de Milei al sionismo israelí que el mismísimo Milei insiste en señalar como su mandante.

Todo lo descrito hasta aquí podrá parecerle al atento lector muy raro y hasta un delirio místico, pero es mucho más que eso. La simple observación del comportamiento de Milei con la religión judía, de su acercamiento a la secta de los lunáticos jasídicos de la Jabad Lubavitch y su llanto descomunal frente al Muro de las Lamentaciones en Israel dará como resultado que existe allí un esfuerzo sostenido en la construcción de un relato épico de tipo religioso, de un mística en un sentido no laico. Lo que viene haciendo Milei es darle coherencia interna a su narrativa haciéndola en paralelo o como metáfora del mito fundacional religioso del judaísmo y en ese marco todo lo que a primera vista parecería ser un simple delirio místico de un loco pasa a tener sentido en la estrategia política.

Los diez mandamientos del “Pacto del 25 de mayo”, en dos tablas como las que Dios escribió y le encargó a Moisés para ordenar al “pueblo elegido”. El diablo está en los detalles y al equipo de ingenieros sociales que construye la narrativa mileísta ninguno se le escapa. Es probable que en el mediano y en el largo plazo los historiadores hagan correr ríos de tinta para dar cuenta de todos y cada uno de esos detalles en la composición del relato épico mileísta.

Aun siendo un culto religioso extraño para el 99,6% de los argentinos que no son judíos, el judaísmo está muy arraigado en los círculos de poder real en nuestro país y en todo Occidente de un modo general, fundamentalmente después de la II Guerra Mundial. En Argentina, por lo demás, los atentados de 1992 a la embajada de Israel y de 1994 a la sede de la Asociación Mutual Israelita en Buenos Aires enquistaron a los judíos en la política nacional, tal vez en la convicción de que la Argentina les debe algo por esos atentados perpetrados en nuestro suelo. El judaísmo es extraño al pueblo y es muy íntimo de los poderes político y fáctico por aquello que Henry Ford describía como una mentalidad estratégica de ir siempre “derecho al cuartel general”. Los judíos no están en ninguna parte para caerles bien a los lugareños de a pie, sino para integrarse con los poderosos en cada país.

Entonces cuando Milei construye su propia narrativa política como un calco de la épica fundacional de los judíos lo que logra, para empezar, es meter en el bolsillo a los judíos que están cerca de los círculos de poder porque van siempre “derecho al cuartel general” sin entretenerse por el camino con la chusma. Pero además apela a lo más profundo de la conciencia mística de un pueblo que es cristiano y asimismo no tiene muy en claro la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, es un pueblo judeocristiano en ese sentido. El argentino promedio, aun sin practicar religión alguna, tiende a ponerse reverencial al escuchar o leer citas bíblicas, oye hablar del Éxodo o de los Macabeos, de Daniel en el foso de los leones y de las fuerzas del cielo que deciden la batalla e intuye que allí hay algo sagrado.

Henry Ford es el prócer del automóvil que como intelectual y escritor detectó en su obra ‘El judío internacional’ la estrategia de ir siempre “derecho al cuartel general” con la que los judíos se enquistaron en los círculos de poder en todos los países a los que llegaron en su diáspora, especialmente en los Estados Unidos. Siendo una minoría muy pequeña en todas partes, los judíos se caracterizan asimismo por estar integrados en las clases dominantes en todas partes y eso se debe a su estrategia de no mezclarse ni entretenerse con la chusma popular. Milei entiende todo esto y en consecuencia sabe a quiénes debe adular en el discurso.

Y se pone serio, sigue la corriente sin entender muy bien qué hace. Milei se eleva de alguna manera a ese lugar de reverencia hasta ser percibido por algunos como un verdadero mesías. De hecho, a partir del triunfo electoral de noviembre y su asunción como presidente los famosos mileístas de las redes sociales vienen haciendo un uso exhaustivo de la metáfora bíblica de tradición judía para ubicar a Milei en el lugar de una especie de Moisés predestinado a liberar al pueblo argentino del yugo del faraón (o de la faraona, véase bien cómo van encastrando las piezas del rompecabezas) y llevarlo a la tierra prometida, que es esa Argentina potencia mundial de aquí a quizá treinta o cuarenta años.

Precisamente cuarenta años fue lo que tardó Moisés en guiar al “pueblo elegido” a través del desierto hacia la liberación, siempre de acuerdo con la misma tradición judía. Mentes sencillas y no tan sencillas tiemblan ante esa similitud con los grandes relatos sagrados y funciona, aunque el atento lector no lo crea: el mileísta está en un trance místico sin saberlo pues entiende inconscientemente que ha venido el profeta a liberarlo después de una larga opresión autopercibida. Ese profeta es Milei y todo eso es así porque funciona la mímesis que hace Milei trasladando del relato bíblico a la política el discurso, funciona en la práctica sin razonarlo. El mileísta no lo razona, simplemente se deja llevar por la fantasía mesiánica que la política le vende como el que no quiere la cosa. Y por eso funciona.

¿Qué podría ser entonces el “Pacto del 25 de mayo” en semejante contexto? El anuncio en hebreo evocando las tablas sagradas indica que, en la cabeza de un mileísta en trance, ese decálogo será la verdad revelada como los diez mandamientos de las segundas tablas, las que quedaron. Milei rompió las primeras tablas porque los adoradores del becerro de oro no eran dignos de ellas, Dios lo regañó por ello y Milei recapacitó en sus 40 días de ayuno durante todo el mes de febrero. Labró entonces dos tablas nuevas sobre las que Dios escribió decretando la inviolabilidad de la propiedad privada, la sacralidad del equilibrio fiscal, la santidad de las reformas ortodoxas y, en fin, la consagración de la ideología liberal. Fue Dios y no Milei y menos que menos Caputo quien escribió los diez mandamientos del “Pacto”.

Pintura al óleo sobre lienzo realizada en 1659 por Rembrandt que representa a Moisés, indignado por la adoración al becerro de oro, rompiendo las primeras tablas. Después de eso Moisés ayunó durante 40 días en el monte y recapacitó, yendo a labrar las segundas tablas por orden de Dios. La metáfora fue perfectamente utilizada por Milei en su narrativa épica, pues luego de retirar la ley ómnibus ante la negativa de los diputados —quienes adoran al becerro de oro de la prebenda y la coima— Milei ayunó durante todo el mes de febrero para volver con las segundas tablas. Una genialidad sin parangón, indudablemente.

Ahora bien, conviene observar que todo eso tiene por finalidad última ganar tiempo, lo importante aquí es que Milei gana tiempo. De estar especulando con la caída del gobierno para marzo, abril o para cualquier momento, los dirigentes y operadores mediáticos mágicamente empezaron a ubicar a Milei en Córdoba el 25 de mayo, esto es, ya lo ven en la presidencia por lo menos hasta esa fecha. Cesaron las especulaciones, ya nadie habla de la caída del gobierno de Milei y algunos ya empiezan a concluir que la cosa más bien va para largo. Este es el milagro de la iniciativa política, que siempre está en manos o a disposición del gobernante de turno: el gobierno que ha perdido y luego recupera la iniciativa política puede cambiar toda la percepción de un momento marcando la agenda del debate público.

Eso hizo Milei con su función mesiánica del 1º. de marzo, desde la mañana en las redes sociales hasta la noche en el Congreso. Milei retomó la iniciativa política, marcó la agenda y obligó a todos los demás a discutir lo que el gobierno quiere que se discuta. Y el resultado es que de aquí al 25 de mayo los dirigentes y los operadores mediáticos —y en consecuencia, como acto reflejo, también las redes sociales— van a discutir los diez mandamientos que Milei presentará en el Monte Sinaí cordobés y en dos tablas. Milei ganó tiempo, por lo tanto, casi tres meses enteros, para que Luis Caputo siga sin ser cuestionado con la aplicación del plan económico de reseteo financiero de la Argentina.

Luis “Toto” Caputo es el sicario al que el poder le encargó la ejecución de un plan económico letal para las mayorías trabajadoras, tanto para el sector popular como para la “clase media”. Y puede trabajar silenciosamente en la perpetración del crimen mientras Milei arrastra la marca creando humo discursivo en narrativas épicas que tienen encantados a los suyos. Todos los gobiernos terminan y pasan en el corto o en el mediano plazo, pero quedan las consecuencias de su obras y por eso la Argentina nunca más será la misma después de Milei y Caputo, sin cuidado de lo que vaya a ocurrir con sus individualidades.

Son al menos tres meses más de vigencia para un plan económico de shock que viene imponiéndose brutalmente desde el 10 de diciembre, tres meses en los que puede pasar de todo. Puede ocurrir, por ejemplo, que a raíz de la recesión económica ocasionada por el propio plan el índice de inflación presente bajas considerables en las tres mediciones que habrá de aquí hasta el 25 de mayo. No es muy difícil que eso ocurra, máxime considerando que los 20,6 puntos del mes de enero ya no son compatibles con un mercado deprimido en el que nadie consume nada. De hecho, algunas consultoras privadas pronostican un 15% de inflación para febrero —dato que aparece a mediados de marzo—, quizá cinco puntos menos para marzo y menos aún para abril, para que el gobierno presente esa desescalada como un logro pocos días antes del evento del 25 de mayo en Córdoba.

¿Qué pasaría en la opinión pública de confirmarse eso? Pues es presumible que con sus operadores mediáticos y sus tuiteros a sueldo el gobierno tenga la mesa servida para instalar la idea de que el plan económico sirve para terminar con el principal problema del país en la opinión del 91% de los argentinos, según revela una encuesta realizada en noviembre pasado por la Universidad de Buenos Aires, que es la inflación. Si el dato de las mediciones mensuales es más bajo en marzo que en febrero y luego vuelve a bajar en abril y en mayo, entonces la narrativa de que el Plan Caputo funciona va a ser inobjetable en mayo y Milei llegará muy agrandado a Córdoba a imponer sus diez mandamientos sobre los adoradores del becerro de oro.

Según una encuesta realizada en noviembre pasado por la Universidad de Buenos Aires, la inflación es el problema más grave del país en la opinión del 91% de los argentinos. Y como la política siempre depende del humor del momento presente, si para mayo el índice de inflación registra tres caídas consecutivas la tendencia es que el pueblo olvide la masacre de los meses de enero y febrero y vuelva a ilusionarse con el proyecto político mileísta. De ocurrir eso, Milei llegará a Córdoba más empoderado que Moisés al bajar del Monte Sinaí y la política, lógicamente, le irá al pie.

Nadie se atreve a cuestionar a un gobierno que en un momento dado es percibido por la opinión pública como exitoso, todos quieren ser “amigos del campeón” o al menos no ser arrollados por su aplanadora. Por eso Milei hizo un uso inteligentísimo de la narrativa mística que viene construyendo en los últimos meses para retomar la iniciativa política marcando la agenda y ubicándose a sí mismo como presidente el 25 de mayo. Milei necesitaba tiempo para producir datos estadísticos que renueven las expectativas de que la economía va a mejorar gracias a las recetas del Plan Caputo y lo consiguió, desculó tres meses más de gracia en medio a una catástrofe que parecía amenazarlo con la desestabilización.

Pero el cabotaje no lo es todo y mucho menos en un contexto mundial de guerra inminente, de elecciones en los Estados Unidos y de una conmoción en Oriente Medio, donde Israel —el mandante extranjero abiertamente declarado de Milei— está implicado como protagonista. Al ganar tres meses más de vida para su gobierno, Milei se asegura la posibilidad de estar sentado en el sillón en vísperas de un conflicto que a esta altura parecería ser inevitable. Es difícil pronosticar cuándo va a declararse una guerra entre potencias, pero a juzgar por la actitud agresiva hacia Rusia por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en los últimos días desde fines del mes de febrero existe la posibilidad de que el conflicto en Ucrania escale con el ingreso formal de la OTAN, lo que podría configurar una guerra mundial formalmente declarada.

Semejante escenario le daría al gobierno de Milei la posibilidad de pasar a un régimen especial de guerra tomando partido por uno de los bandos o simplemente aduciendo la excepcionalidad para tomar decisiones grandes, no previstas en la plataforma de gestión, en materia de comercio exterior, por ejemplo. Las guerras suelen elevar mucho los precios internacionales de commodities que la Argentina produce o podría producir en abundancia, como los alimentos, los combustibles y los minerales. Y el resultado final de todo esto pueden ser ingresos extraordinarios para el país, ingresos que nadie esperaba y que lógicamente vendrían a fortalecer enormemente al gobierno de turno. Por eso conviene ganar tiempo e intentar ser el gobierno de turno a la espera de que en el turno ocurran los hechos que cambian el juego.

Después de abrazarse efusivamente con Milei en el ‘backstage’ de uno de sus actos multitudinarios, Trump hizo referencia al argentino en otro acto y frente a sus seguidores. Lo ensalzó diciendo sin ambages que “hace un buen trabajo” y dijo además que es “MAGA” (“Make Argentina Great Again”, en un logrado juego de palabras con el principal eslogan trumpista). El activo político que Trump le regala a Milei con esta iniciativa es monumental, aunque entre Trump y Milei apenas existan coincidencias ideológicas y/o programáticas. Una rara amistad.

Milei también observa con atención el desarrollo de los acontecimientos en los Estados Unidos y si bien las elecciones allí se realizan recién hacia fines de año, el 5 de noviembre, para mayo la tendencia podría ser claramente favorable a Donald Trump. A pesar de la inmensa incompatibilidad fáctica entre sus proyectos políticos —aquí hay un liberal amigo de la especulación financiera y allí hay un nacionalista industrializador—, Milei y Trump empiezan a declararse amor mutuo. Frente a su multitud de simpatizantes en un acto de campaña realizado a principios de marzo, Trump usó varios segundos para alabar a Milei diciendo que “está haciendo un gran trabajo” y que es “MAGA” como él, pero con Argentina y no América en la primera A de la sigla. Trump dijo claramente que Milei hace la Argentina grande otra vez, regalándole al argentino un activo político inmenso.

Es evidente que el juego podría ser completamente distinto para 2025 si en los Estados Unidos Donald Trump resulta electo presidente y aquí Milei sigue sentado en el sillón, razón por la que es lícito suponer que el gobierno va a aplicar toda la ingeniería política y social que sus operadores sean capaces de producir para ganar tiempo, de modo que un alineamiento de planetas no previsto por los analistas destruya las hipótesis de un gobierno mileísta de ajuste, reseteo, transición y posterior sucesión anticipada. El ajuste y el reseteo siguen, Luis Caputo se encarga de ello a velocidad inusitada. Lo que puede no ocurrir es la transición y es la sucesión anticipada en el caso de que Milei se vea beneficiado por hechos externos a la política de cabotaje.

Con una aceleración de la masacre contra el pueblo-nación palestino, los israelíes parecerían estar buscando una “solución final” al problema, ya sea la limpieza étnica del territorio o la pérdida de este. Si se diera lo segundo es probable que Israel quiera instalarse en otra parte y la Argentina desde siempre es candidata para recibirlo. Los hechos de la política actual parecerían sugerir que eso está en agenda.

Finalmente, aunque no menos importante, está el interés que el sionismo israelí declara en la permanencia de Milei en la presidencia de Argentina. Israel se encuentra en la etapa decisiva del genocidio que impone sobre el pueblo-nación palestino y por haber cometido sendos crímenes de lesa humanidad desde octubre ha quedado con muchos más detractores que amigos. La diplomacia israelí está en modo suicida, provocando a todos sin discriminar y sin calcular las consecuencias. El resultado es que incluso en los Estados Unidos y en Europa occidental tiene cuestionamientos, eso sin hablar del consenso que se está formando en su contra entre los países del BRICS. El único amigo incondicional de Israel hoy en el mundo, podría decirse, es Milei. Entre los países algo relevantes en el llamado concierto de las naciones la Argentina es el único que no pone reparos al proceder de Israel, cosa que no sería así si en la presidencia no hubiera un declarado sionista como lo es Milei.

Tiempo, todo es una simple cuestión de tiempo. El plan económico necesita tiempo para aplicarse logrando sus objetivos y la geopolítica necesita tiempo para el desarrollo de sus procesos. Milei y sus asesores, esos grandes ingenieros de lo político y de lo social, lo saben. Y sabiéndolo arrojaron la bomba atómica con la operación del 1º. de marzo, sembraron la confusión entre sus detractores y desactivaron a la oposición aún más de lo que ya estaba. Todo lo hicieron con una narrativa mística de tipo religioso, Twitter, dos tablas en papel y diez mandamientos. Ganaron para el gobierno tres meses en los que el mileísmo militante va a estar envalentonado y el ministro Caputo estará invisible para seguir arrasando desde las sombras con las mayorías populares. El pronóstico de aquí hasta el 25 de mayo es de fuertes lluvias y tormenta de plomo. Conviene ponerse el casco.


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