Activismo, militancia y lucha política

La lucha política y el activismo exigen más que discursos grandilocuentes o gestos heroicos para el triunfo político en un mundo donde la opresión se perpetúa mediante la desinformación y la resignación. La verdadera militancia no radica en estar dispuesto a morir por una causa, sino en vivir por ella, razón por la que la emotividad descontrolada y el pensamiento identitario conducen a la inacción o a una resistencia estéril, funcional al propio sistema que se pretende combatir. La militancia auténtica es un trabajo metódico, tedioso y constante que demanda sacrificios reales y no simples declaraciones de valentía. En un contexto donde el activismo se ha convertido en moda y espectáculo es necesario preguntarse por la relevancia, la honestidad y la efectividad de la lucha. ¿La militancia será una expresión genuina de compromiso o será una distracción conveniente para el gusto de unos pocos sobreideologizados?
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Una de las cuestiones más llamativas al observador objetivo de la realidad es la tendencia a la emocionalidad entre los pobres y los oprimidos del mundo. Ellos, quienes a priori menos deberían permitirse el lujo de ser emocionales o dejarse reinar por criterios ideológicos puesto que objetivamente adolecen de mayores carencias materiales, a menudo caen en la trampa identitaria de anteponer su emotividad a sus necesidades concretas y de esa manera terminan siendo funcionales al mismo sistema al que creen oponerse.

Es posible que esto sea una consecuencia de la impotencia, pero según lo hemos afirmado con anterioridad en este espacio la impotencia y el pesimismo son resultados esperados por el propio poder dominante con el objeto de desmotivar y desmovilizar a las personas inteligentes a través del adoctrinamiento y la desinformación. Si los tontos ni siquiera cuestionan el sistema, los inteligentes sí lo hacen e incluso afirman combatirlo, aunque siempre en la certeza de que fracasarán en ese combate y simplemente por el gusto de aplacar sus inquietudes individuales ante un mundo que están seguros de ser incapaces de cambiar.

Sin embargo, lo que no debe perderse de vista es que tanto la aceptación del tonto como la militancia desesperanzada y escéptica del inteligente son actitudes derivadas de la ignorancia y la desinformación. Por lo tanto, la impotencia proviene también de la ignorancia, del desconocimiento acerca de cómo funciona un sistema que se muestra imperturbable mientras se sostiene apenas como por arte de prestidigitación, por el poder del relato y la extorsión.

El funcionamiento del sistema es opaco y confuso, a menudo se muestra a sí mismo como complicado y en apariencia, imposible de realmente diseccionar o desmantelar. Como consecuencia, la gente común tiende a reaccionar a él de una manera emocional y simplista, identitaria y en el mejor de los casos ideológica, incluso aunque todas las personas del mundo pero muy especialmente los pobres y los oprimidos deberían guardar un pensamiento racional, lógico y objetivo.

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El identitarismo en política es la expresión emocional que los pueblos no podrían darse el lujo de tener, pero la tienen por la acción de grupos y sectas militantes que llevan el debate para cualquier lado. Sexo, orientación sexual, raza, religión y demás asuntos que se alejan de la realidad material son la agenda que esos grupúsculos imponen en la política mientras los pueblos la pasan mal económicamente. Las mayorías silenciosas, antes rehenes de los dirigentes de la política en exclusividad, ahora lo son también de las minorías ruidosas que se arrogan su representación y nada de esto puede ser accidental: todo es una ingeniería social.

En ese contexto, los individuos llegan a manifestar su fe ideológica opositora en la pronunciación de frases pomposas como que están dispuestos a morir por la causa o que el precio de la libertad es la muerte y otras por el estilo. De lo que no se dan cuenta es de que esas declaraciones no se oponen ciertamente al sistema. Puede que sean nobles, sí, o que demuestren la valentía y el desinterés de un militante comprometido con la causa de la libertad, la justicia social o los oprimidos. Pero en realidad esa declaración no deja de estar emparejada con las estructuras de poder.


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