En sus habituales intervenciones públicas, el escritor Jorge Asís suele referirse a Alberto Fernández como “Otálora”, el protagonista de un cuento de Borges titulado El muerto. Otálora es un compadrito de los suburbios de Buenos Aires que llega a transformarse en capitán de contrabandistas en la frontera con Brasil gracias a su ambición y a una serie de hechos más o menos fortuitos que lo conectan con una estructura mafiosa liderada por un tal Azevedo Bandeira.
Tras ganarse la confianza de éste, Otálora comienza a tejer un plan para desplazarlo. Primero se hace amigo de Ulpiano Suárez, guardaespaldas de Bandeira; luego, en medio de un tiroteo en Tacuarembó, Otálora toma el papel de jefe y contradice las órdenes de su superior; esa misma noche, tras ser herido de bala, Otálora duerme con la mujer de Bandeira, quien parece encontrarse en su ocaso. Sin embargo, el cuento da un giro que bien vale reproducir:
“La última escena de la historia corresponde a la agitación de la última noche de 1894. Esa noche, los hombres del ‘Suspiro’ comen cordero recién carneado y beben un alcohol pendenciero. Alguien infinitamente rasguea una trabajosa milonga. En la cabecera de la mesa, Otálora, borracho, erige exultación sobre exultación, júbilo sobre júbilo; esa torre de vértigo es un símbolo de su irresistible destino. Bandeira, taciturno entre los que gritan, deja que fluya clamorosa la noche. Cuando las doce campanadas resuenan, se levanta como quien recuerda una obligación. Se levanta y golpea con suavidad a la puerta de la mujer. Ésta le abre en seguida, como si esperara el llamado. Sale a medio vestir y descalza. Con una voz que se afemina y se arrastra, el jefe le ordena:
—Ya que vos y el porteño se quieren tanto, ahora mismo le vas a dar un beso a vista de todos.
“Agrega una circunstancia brutal. La mujer quiere resistir, pero dos hombres la han tomado del brazo y la echan sobre Otálora. Arrasada en lágrimas, le besa la cara y el pecho. Ulpiano Suárez ha empuñado el revólver. Otálora comprende, antes de morir, que desde el principio lo han traicionado, que ha sido condenado a muerte, que le han permitido el amor, el mando y el triunfo porque ya lo daban por muerto, porque para Bandeira ya estaba muerto. Suárez, casi con desdén, hace fuego”.
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