Aquí no tenemos “negros”

En una polémica artificial que ocurre de tiempos en tiempos por la fuerza brutal de los laboratorios de pensamiento, desde Occidente algunos tienen la ocurrencia de preguntarse por qué en las selecciones deportivas que la Argentina presenta no hay negros. La idea de la polémica es sugerir que los negros en el país viven escondidos en sótanos y sometidos por unos blancos malísimos que los esclavizan y no les dan “visibilidad”. Pero esa idea solo puede existir en la cabeza de quienes nunca pusieron un pie en el país para ver con sus propios ojos el hecho del mestizaje, por el que aquí no hay negros y tampoco blancos. La Argentina hispana es mestiza y no puede hundirse en las tensiones raciales a través de las que un Occidente culposo ve la realidad en todas partes.
2504 3 00 web

Surge de tiempos en tiempos en las redes sociales la polémica de por qué en la selección argentina de fútbol no hay jugadores negros. Surge, claro, como por combustión espontánea o de la cabeza de tuiteros desinteresados que, cada tanto, un buen día tienen la genial idea de reflotar la cuestión, aunque desde luego eso no funciona así. La simple observación de cómo se presenta el cuestionamiento deja expuestos el método y el objetivo típicos de las usinas de pensamiento occidentales en esta polémica por la ausencia de jugadores negros en el equipo nacional de fútbol de Argentina, que es una clásica pieza de ingeniería social cuyo fin es generalizar la confusión para hacer entrar la disolución.

La polémica en sí misma es, evidentemente, una estupidez destinada al consumo del que nunca puso los pies en la Argentina y, como objetivo secundario, sirve para provocar y enloquecer a los argentinos metiéndolos en falsas controversias que de tan falsas y absurdas resultan imposibles de argumentar. Por una parte, la polémica apela a la curiosidad del ignorante que no conoce el país, es una suerte de ‘clic bait’ con fines de aumentar orgánicamente la difusión. Es decir, son cientos de miles de ignorantes de la realidad argentina que al prenderse en el debate hacen que la cosa corra como reguero de pólvora y termine instalándose en la agenda de la opinión pública a nivel internacional aun tratándose de una nimiedad.

Por otra parte, lo que se busca al polemizar el asunto es volver locos a los propios argentinos para que estos empiecen a dudar de su construcción social. El argentino enloquece cada vez que ve la polémica instalada y no es para menos porque no sabe resolverla. Es todo tan absurdo que nadie sabe por dónde empezar a argumentar. Y es que no hay argumentación posible porque la propia polémica se instala sobre una premisa falsa, ya arranca desde una mentira y todo lo que propone de ahí en más, lógicamente, no tiene ningún sentido. Es como plantearse la ausencia de vegetación en un planeta como Marte, que al parecer no tiene agua.

2504 3 01
El mal llamado “progresismo”, sobrealimentado, sobreinformado y también aburrido, militando una vez más la agenda de las corporaciones “por izquierda” para meter barullo en la sociedad. Aquí esa praxis quintacolumnista dio como resultado la consigna a todas luces falsa de que “Argentina es afro”. La falsedad de dicha consigna no se desprende de ninguna valoración subjetiva en la que lo afro sea mejor o peor, sino del hecho concreto de que no existen ya los negros de origen africano en el país. La Argentina es mestiza y el no querer entenderlo es lo propio de los racistas que gritan “basta de racismo” y lo único que hacen es discriminar todo el día por criterios raciales. Es el mundo del revés, como se ve aquí.

La respuesta que podría desactivar la falsa polémica de cuajo que no suele aparecer porque todos se vuelven locos es que en la Argentina no hay negros, entendidos estos como afroamericanos y no en el sentido que los argentinos le dan a “negro”, razón por la que la selección argentina de fútbol no tiene ni podría tener negros en su formación. ¿De dónde sacaría el director técnico jugadores negros, en el hipotético y ridículo caso de que quisiera darles el gusto a los polemistas, si en la sociedad no hay negros y por lo tanto no podría haberlos en el fútbol?

Como se sabe, en un sentido sociológico una selección nacional del deporte que fuere es una representación de un pueblo-nación determinado. Y como tal debería en promedio tener el aspecto general de dicho pueblo. Eso es lo que se ve hasta los días de hoy en las selecciones nacionales que en el deporte representan a los pueblos-nación de Asia y de África, de América hispana y de Brasil de un modo general. En las selecciones nacionales de China solo hay chinos, en la de Camerún todos son cameruneses y así sucesivamente. No aparece un occidental en los equipos deportivos de China ni un rubio en los de Camerún, aunque nada de eso parecería ser motivo de polémica.

Porque no es polémica, es lógica. Si la aplastante mayoría de los 1.400 millones de chinos tiene un aspecto físico determinado, la única forma de alinear en un equipo chino a un deportista que no tenga ese aspecto sería importándolo de otras latitudes. En otras palabras, para que en China haya un deportista con rasgos occidentales sería necesario traerlo de Occidente, nacionalizarlo legalmente y ponerlo a jugar. Pero China no suele hacer eso, aunque desde luego tendría la capacidad económica para hacerlo. Y nadie dice nada, no se forman polémicas al respecto porque todos asumen que China es el país de los chinos y en consecuencia sus deportistas deben ser y deben parecer chinos.

2504 3 02
La historia oficial presenta al heroico soldado Cabral como un negro, lo que daría testimonio de la existencia de población negra en el territorio hasta el siglo XIX. Pero aun esa afirmación es técnicamente incorrecta: Cabral ya era un mestizo, es decir, era un americano con algún ascendente africano y de ninguna manera un negro puro. La pureza racial no es propia de Hispanoamérica porque el mestizaje ha sido ley desde los albores de la conquista española en el siglo XV.

La misma vara no se aplica a la Argentina, aunque claramente la situación es similar. Argentina es el país de los argentinos y sus dirigentes no tienen la sucia costumbre europea y estadounidense de nacionalizar a extranjeros para reforzar sus selecciones nacionales. Las selecciones deportivas de Argentina se forman con los argentinos que hay y entonces el aspecto físico de esos individuos va a ser, por supuesto, representativo del promedio humano existente en el territorio. A diferencia de países como Inglaterra, Francia, Alemania y los Estados Unidos, Argentina se presenta a competir en el fútbol y en los demás deportes con su propia gente y eso no solo no es polémico, sino que todo lo contrario.

Francia ha llegado a alinear en su selección nacional de fútbol a once jugadores titulares negros y árabes, aunque los negros y los árabes son una minoría de la población. Es una clara sobrerrepresentación y también una falsa representación, por supuesto, pero hay más: entre esos negros y esos árabes que Francia suele presentar como “nacionales” en competencias deportivas hay unos cuantos que directamente no nacieron en el país, que llegaron a Francia por el fútbol y no están integrados a la cultura francesa. Son directamente extranjeros dándole a Francia una ventaja deportiva indebida, pero la polémica es que Argentina presente en sus filas un 100% de deportistas argentinos.

Es claramente el mundo del revés y además una observación racista que se plantea por parte de quienes dicen ser antirracistas. Esto quizá sea lo más importante y lo más impactante por la hipocresía que conlleva: al afirmar que en la selección argentina de fútbol no hay negros como si esa inexistencia constituyera una ofensa racista, los “antirracistas” incurren en el delirante error de exigirle pureza racial a un país de mestizos. Porque el argentino no es negro y tampoco es blanco, he ahí la cuestión. El argentino es, como todos los demás hispanos, un mestizo. Puede tener en promedio una tez más clara que sus vecinos por la muy particular composición de su mestizaje, pero es mestizo al fin.

2504 3 03
Los franceses han llegado al colmo de presentar una selección de fútbol con casi todos los jugadores negros, la mayoría de ellos no mestiza y ni siquiera nacida en el país, formando un equipo que no representa la realidad del pueblo-nación francés con el solo fin de obtener una ventaja deportiva. Pero los laboratorios de ideología occidental prefieren poner la lupa sobre la Argentina, país que forma sus selecciones con un 100% de jugadores mestizos y nacidos en el país. El racismo, como se sabe, es la exaltación de las diferencias raciales y nadie en ese sentido es más racista que el mal llamado “antirracista”.

Entonces los “antirracistas” desconocen el mestizaje —que es la negación de las razas por simple mezcla— y exigen negros, esto es, razas puras, en el equipo deportivo de un país mestizo. Los “antirracistas” por lo general no entienden lo que hacen porque entienden el racismo como supremacismo racial del hombre blanco sobre todos los demás, pero eso no así. El racismo es, como todo “ismo”, la exaltación de la raza, de la diferencia racial entre seres humanos. No se suele entender muy bien, pero el que exalta por ejemplo el “poder negro” también es un racista simplemente porque afirma en su expresión la superioridad de una raza sobre las demás.

La exaltación de la raza negra está socialmente bien vista porque el negro es tenido por víctima al haber sido esclavizado en América y en Europa a partir del siglo XV por el hombre blanco, pero no deja de ser racismo. Es racista el supremacista blanco y también el supremacista negro, lo son el uno y el otro por igual y en espejo. Y la Argentina en su hispanidad es la negación de ambos por simple mestizaje: la prédica del racismo que está a la orden del día en países como Brasil, Estados Unidos o cualquier europeo simplemente no prende en la Argentina porque el argentino, al ser mestizo, está naturalmente programado para no ver en ello controversia alguna. No hay conflicto, no puede haber problema.

Esa es la razón por la que pese a todo su poder de presión los brasileños no logran hacer entrar a los argentinos en un consenso regional para la penalización del racismo, es decir, una reforma del andamiaje jurídico que prevea el castigo penal para quien discrimine a un negro. El argentino no tiene ese problema y lógicamente no está preocupado en resolverlo, nadie resuelve un problema que no tiene. Los brasileros llegaron ya al límite de la locura dándose a sí mismos leyes draconianas por las que un individuo puede terminar preso si mira mal a un negro por la calle. Y quieren que en Argentina se imponga lo mismo.

2504 3 04
La locura ideológica dicha “progresista” ha dado como resultado el ascenso desmedido de un jugador mediocre como el brasileño Vinicius, quien ha llegado a la cima del fútbol mundial más bien por su militancia —que vende muchísimo, se trata de una estrategia comercial— que por la calidad de su juego en las cuatro líneas. Los brasileños por lo general sienten culpa y son rehenes de su propia ideología, están obligados a darle tratamiento especial al que se reivindique negro, aunque también allí ya son todos mestizos. Esta es la enfermedad social que intentan instalar en la Argentina y no logran hacerlo porque hasta ahora prevalece el sentido común.

No funciona, claro que no, porque el retorcimiento racial existente en Brasil no existe en Argentina y tampoco en los demás países hispanoamericanos donde sí hay afroamericanos. Incluso en Colombia, en Perú y en Ecuador, por ejemplo, donde sí hay negros y los hay incluso retintos, la cultura hispana del mestizaje establecida por Isabel la Católica ya en 1503 reduce y anula la tensión racial allí donde todos en el fondo se saben mestizos más allá del color de la piel. Los negros de Colombia, de Perú y de Ecuador tampoco son negros africanos puros, son mestizos como todo americano y por eso el racismo en América hispana es una entelequia.

Claro que los negros de Brasil también son mestizos, allí tampoco existe la pureza racial. Pero la cultura es distinta. Los portugueses no tuvieron la inteligencia ni la buena voluntad de los españoles y fomentaron desde el vamos una supremacía racial del hombre blanco que en América nunca fue viable por razones históricas. Y el resultado es este Brasil permanentemente tenso, siempre en pie de guerra y a punto de registrar lamentables incidentes sociales como esos que ocurren frecuentemente en sociedades segregadas como la estadounidense, por ejemplo. Por no comprender su naturaleza mestiza y pacífica, los brasileros no pueden vivir en paz en una cultura que ubica en el lugar del enemigo al que está al lado.

Gracias a la clarividencia estratégica de la corona española en los albores de la epopeya americana —había que poblar los territorios y la manera más rápida de hacerlo era mestizando— los hispanoamericanos no tenemos hoy los problemas de Brasil y mucho menos los retorcimientos de los Estados Unidos, país en el que existen las razas puras porque el mestizaje siempre estuvo legal y/o socialmente prohibido, dando como resultado una extraña ocupación del territorio en compartimientos étnicos estancos. Para que se tenga una idea, los matrimonios interraciales estuvieron prohibidos en los Estados Unidos por ley hasta 1967 y siguen siendo tabú en las regiones más conservadoras del país.

2504 3 05
La visión estratégica y la cosmovisión profundamente cristiana de la reina Isabel salvaron a América hispana de los conflictos raciales que existen hoy, por ejemplo, en Brasil y en los Estados Unidos. Gracias a la iniciativa de Isabel la Católica el mestizaje se normalizó aquí de entrada y ahora, cinco siglos más tarde, el hispanoamericano cosecha los frutos de esa decisión viviendo en una región donde la tensión racial no es un problema central en la agenda pública. Aquí los problemas son muchos, pero son otros.

De esas cabezas retorcidas sale el cuestionamiento por la inexistencia de negros en la selección argentina de fútbol, esos son los “antirracistas” que en realidad son profundamente racistas y con su retorcimiento ideológico pretenden poner en tela de juicio a unos hispanos mestizos que ni siquiera están pensando en el asunto. Encima de todos los problemas sociales que la Argentina ya tiene quieren meterle también el barullo racial y eso no puede ser inocente, tiene que ser una ingeniería social más de las tantas que se pergeñan en los laboratorios de pensamiento del poder neocolonial para debilitar a los pueblos mediante la introducción de la guerra intestina. Lo que quieren es el modelo ideal de los belgas en Ruanda, quieren hutus y tutsis por todas partes porque el que divide naturalmente reinará.

No conviene comprar, es mejor observar la realidad. Romero, Montiel, Enzo Fernández, Acuña, Correa, Lautaro Martínez y tantos otros, la selección argentina de hoy —al igual que las de ayer— está llena de “negros” mestizos que representan naturalmente al pueblo-nación argentino además de jugar muy bien al fútbol cubriendo de gloria al dicho pueblo. No existe ninguna realidad en la que un mestizo más bien rubio como Messi o Mac Allister se sienta superior o inferior a ninguno de sus compañeros, ni siquiera existe la idea en la cabeza de los unos o de los otros. Ni lo piensan, son hispanos y la verdadera igualdad racial que es el mestizaje la tienen instalada en lo más profundo de su ser. El que alguna vez haya estado en Argentina sabrá que eso es así desde la base social.

La polémica es para los tontos y los retorcidos, la única verdad es la realidad. El mestizaje hispanoamericano es la paz y es lo más fresco que hay en el mundo. Los tontos y los retorcidos que sigan hablando y polemizando, pues la envidia de los sapos nunca podrá silenciar el canto de los ruiseñores.

No puedes copiar el contenido de esta página

Scroll al inicio
Logo web hegemonia

Inicie sesión para acceder al contenido exclusivo de la Revista Hegemonía

¿No tiene una cuenta?
Suscribase aquí

¿Olvidó su contraseña?
Recupérela aquí.

¿Su cuenta ha sido desactivada?
Comuníquese con nosotros.