Artistas (de un capitalismo) de izquierda

Tras el “mayo francés” de 1968 y el inicio cultural de la posmodernidad que parecería hoy estar a punto de agotarse, la izquierda alguna vez revoltosa contra el sistema capitalista, consagrada a la defensa de los intereses de los trabajadores, mutó en una especie de “progresismo” sin compromiso con las viejas banderas de clase y más bien inclinada a una “militancia” simbólica contra un fascismo que ya no existía ni volvió a existir jamás. Allí el poder gestó el neoliberalismo progresista, una versión de sistema capitalista que podría definirse en términos propios de la revolución de 1789 como de derecha en lo económico y de izquierda en cuanto a lo cultural y a las costumbres. Y quedó de una vez y para siempre establecida la hegemonía de un sistema contra el que sus viejos enemigos ya no lo fueron tanto, o directamente nada en absoluto.

No es fácil rastrear desde cuándo se ha instalado que los artistas deben estar comprometidos con las buenas causas y deben usar las premiaciones para exponer sus posicionamientos políticos. En este sentido la última entrega de los Goya no ha sido la excepción y ya más o menos todos sabemos cuáles han sido los cuatro o cinco hechos de la última gala que han levantado polémica.

Dicho esto, quisiera hacer un análisis algo más profundo para indagar en las razones por las que los artistas suelen ubicarse, presuntamente, a la izquierda del espectro ideológico y señalar algunas paradojas que se siguen de allí. Para ello, me serviré del último libro del filósofo italiano Diego Fusaro, todavía inédito en español, titulado Sinistrash. Contro il neoliberismo progressista.

Como se observa ya en anteriores publicaciones, Fusaro, quien se reivindica un hombre de izquierda, seguidor de Marx y Gramsci, ataca con vehemencia lo que denomina “la izquierda fucsia”, o new left, que ha reemplazado la lucha de los trabajadores por las reivindicaciones de minorías diversas.

Además, advierte que el capitalismo actual es de derecha en lo económico y de izquierda en cuanto a lo cultural y a las costumbres. Esto tiene que ver con una mutación iniciada en 1968, esto es, cuando la izquierda marxista abrazó el individualismo libertario nietzscheano. El mayo del ‘68 que, como ya muchos observaron, fue una revolución generacional contra los padres y no una revolución que interpelara al sistema, hizo que el capitalismo abandonara la fase burguesa que, en términos de Foucault, sería una fase “disciplinaria”, para derivar en un capitalismo posburgués e hiperconsumista que devino en la figura inédita de un “capitalismo de izquierda”.

Efectivamente, para Fusaro, este capitalismo de izquierda es el que ha creado las nuevas subjetividades que le permiten, al mismo tiempo, lavar su conciencia moral para seguir presentándose como representante de los más débiles y, al mismo tiempo, crear las condiciones de total funcionalidad a las nuevas necesidades del capital.


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