Barbie y el nuevo catecismo “woke”

Haciendo uso de un producto clásico del mundo del juguete, el poder fáctico de las corporaciones invierte fuertemente en el adoctrinamiento de niños —y de otros no tan niños— alrededor del mundo. Lo que se disimula en un discurso aparentemente crítico hacia las propias corporaciones funciona en la práctica cínicamente como una forma de esterilización sobre la crítica que eventualmente pudiera acabar con el privilegio del que esas corporaciones gozan. Es la ideología dicha “progresista” que canaliza las inquietudes hacia cualquier parte para evitar se dirijan a crítica al poder.
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A días del estreno, Barbie, la película de Greta Gerwig protagonizada por Margot Robbie, se ha transformando en un éxito de taquilla y ha comenzado a generar sus primeras polémicas gracias a un guion bastante particular.

Para quienes no la hayan visto, Barbie vivía feliz en el mundo ficticio y perfecto de Barbie Land, el cual se basaba en una suerte de “matriarcado” en el que las mujeres no solo tenían su propio gobierno y ocupaban todos los cargos de la Corte Suprema, sino que también se hacían cargo de los trabajos incómodos como los de los obreros de la construcción. Los hombres que habitaban Barbie Land, los Ken, eran apenas una sombra al servicio de las Barbie.

El punto es que la Barbie protagonista comienza a tener “imperfecciones” que nunca tuvo: piensa en la muerte, no logra caminar en puntas de pies como si estuviera usando tacos y observa celulitis en sus piernas. La solución para ello está en el mundo real, porque esa imperfección padecida por la muñeca obedece a que su dueña humana le ha transmitido sus padecimientos y pensamientos oscuros.

Al viajar al mundo real junto a Ken, Barbie se da cuenta de que allí todo es distinto y que, en este mundo, las mujeres no solo no son autónomas ni gobiernan, sino que se encuentran constantemente en tensión y agredidas: los hombres las miran lascivamente y les dicen cosas por la calle; incluso uno de ellos se propasa con Barbie y la que acaba presa es ella tras darle una bofetada.

Asimismo, Barbie va a la empresa que la ha fabricado, Mattel, y allí se da cuenta que todos los altos ejecutivos son varones, con lo cual experimenta el “techo de cristal”, y también sufre en carne propia el mansplaining (la actitud machista de algunos hombres de menospreciar a las mujeres creyendo que deben explicarles todo porque, en tanto hombres, saben más que ellas).


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