Hace casi dos siglos, con una visión de futuro admirable, el mariscal Simón Bolívar advertía sobre lo que en ese momento parecía una exageración o un ver la amenaza allí donde esta no está. Con claridad meridiana, el Libertador decía en 1829 que “los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”. Jugado, sin lugar a duda, máxime si consideramos que para principios del siglo XIX los Estados Unidos tenían poco más de 50 años como nación independiente y estaban aún muy lejos de ser siquiera una potencia regional de relevancia.
Pero Bolívar tenía esa capacidad de análisis de la realidad que al observador le permite ver las cosas no solo como son en un determinado momento, sino además en potencia. Simón Bolívar había puesto el huevo a contraluz y había visto que allí, dentro de ese huevo, se gestaba una serpiente. A partir del análisis de las políticas de Estado proyectadas en el discurso por los dirigentes estadounidenses, Bolívar vio la gestación de un imperialismo cuyo “destino manifiesto” era el de someter a sus vecinos del continente y luego a todos los demás países del mundo en nombre de la libertad.
Eso fue precisamente lo que ocurrió en lo sucesivo. Con la idea del “destino manifiesto” los Estados Unidos elaboraron la Doctrina Monroe, dominaron América de extremo a extremo al finalizar el siglo XIX y después, mediante dos guerras mundiales, se establecieron como hegemonía global. En los casi 200 años desde Bolívar hasta el presente la modernidad estuvo signada por la voluntad de la clase dirigente de Washington, sobre todo a lo largo del siglo XX y en lo que va de este siglo XXI. Los Estados Unidos son esa voluntad mesiánica que a su paso hizo monumentales saqueos llevando la guerra, la destrucción y la muerte a prácticamente todo el planeta.
El imperialismo estadounidense está cuestionado, no obstante, en este momento de la historia, puesto que esta no se detiene ni termina. Mal que les pese a los repetidores trasnochados de un Fukuyama que ya admitió su error, la historia sigue y vemos hoy cómo se escribe en la avanzada de Rusia sobre Europa occidental empezando por Ucrania, en el desafío global que hace China a la hegemonía unipolar y en todas partes. Es muy razonable suponer que los Estados Unidos van a retroceder de vuelta a la posición de potencia regional y el ordenamiento mundial será otra vez, como antes de las dos grandes guerras de siglo XX, multipolar.
O bien eso ya está ocurriendo más allá de las bravuconadas discursivas desde Washington. Es muy probable que el nuevo orden mundial ya esté vigente y a la espera de un hecho simbólico que revele esa vigencia ante los ojos de quienes observamos desde abajo la realidad. Un Muro de Berlín, una bomba atómica como las de Hiroshima y Nagasaki, algo que pueda ubicarse inequívocamente en el lugar de hito histórico de un cambio de época. Lo que sí puede observarse ya es que la otrora potencia hegemónica hace unos movimientos defensivos orientados a defender su posición. Los Estados Unidos que siempre avanzaron ahora están retrocediendo.
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