Está claro para los peronistas que militamos en el día a día la causa nacional-popular que hoy el favorito a encabezar las listas electorales de nuestro espacio es Sergio Massa. Pero los peronistas también tenemos conciencia de que ese es el resultado de nuestros propios errores, sobre todo de los errores cometidos por nuestros dirigentes ya sea por acción o por omisión. Sergio Massa será el candidato del peronismo y muy probablemente será el presidente de la Nación a partir del 10 de diciembre de este año y eso no es lo que los militantes queríamos.
La lista de los errores cometidos desde diciembre de 2019 e incluso desde mucho antes es larga y sirve para explicar el fracaso del que surge Sergio Massa como alternativa obligada. En primer lugar, debemos decir que el peronismo se ha divorciado de la enorme mayoría de los trabajadores en la clase trabajadora y la clase media al no poder revertir en tres años de gobierno los efectos de la catástrofe macrista. La inflación, los índices de pobreza e indigencia, la insatisfacción general con el rumbo de la economía, todo lo que el actual gobierno del Frente de Todos vino a subsanar o a mitigar lo terminó agravando.
Por eso hay tanta gente con la idea de que los argentinos estamos hoy peor que en 2019, lo que en algún aspecto es cierto. Tenemos más inflación y menos estabilidad, más pobres y más excluidos. Hay mucha más gente ahora insatisfecha por ver truncado su proyecto de vida y ese es el resultado de una crisis de representación: la del peronismo respecto a los trabajadores de clase popular y de clase media. Hemos perdido de vista que el peronismo solo existe en la forma de la representación de los intereses concretos de esas mayorías y que, si no los representa, entonces no representa a nadie.
La conclusión es que los peronistas nos separamos del propio peronismo como doctrina y como praxis política de transformación social para los de abajo, que extraviamos el camino en algún punto para tomar una senda no prevista en nuestra doctrina orientadora. Con la complicidad de la militancia, que optó por la obsecuencia y no por la rebeldía, los dirigentes impusieron en el gobierno peronista agendas de otras ideologías, estas más bien propias de la socialdemocracia o del progresismo, cuyos lineamientos no se corresponden con la defensa de los intereses colectivos del pueblo-nación argentino.

Para eso sumamos a nuestra construcción a los dirigentes de la socialdemocracia y les dimos lugares de decisión en el Estado. Desde allí, esos dirigentes hicieron todo tipo de progresismo en las formas, pero olvidándose de atender a las necesidades de las mayorías. Política simbólica para minorías cada vez más pequeñas mientras la enorme mayoría del pueblo pasaba penurias. Esos dirigentes no peronistas —algunos incluso directamente antiperonistas— hicieron un desastre con la chequera del peronismo y al ver los resultados de su obra empiezan a abandonar el barco como ratas por tirante.
Sumamos también a nuestra construcción creyendo que eso era edificante a agrupaciones sociales que de política lo único que entienden es cómo sacarle recursos a un gobierno para sostener un esquema a todas luces asistencialista que no resuelve sino que perpetúa el problema de la pobreza y la exclusión que ya va siendo crónico en nuestro país. Algunas de esas agrupaciones parasitarias tienen dirigentes expertos en arrancarle esos recursos al gobierno y si dicho gobierno es peronista, pues son expertos en arrancarle mucho más.
En la misma tesitura sumamos a un sector del sindicalismo que únicamente está interesado en defender los intereses particulares de sus afiliados y no mucho más que eso, olvidándose de que esos afiliados son parte integrante de una sociedad, de la patria. Esos gremios están desde siempre cerrados a lo social y quedan reducidos al cuidado de sus quintas en una forma muy sectaria. Sus dirigentes se golpean el pecho diciendo a viva voz que son peronistas, pero obran en sus sindicatos como gerentes de multinacionales negreando y sometiendo a sus propios “compañeros” para sostener indefinidamente el statu quo y sus propias posiciones de privilegio.
En materia de sectarismo, no obstante, hay quienes se la empardan a los dirigentes sindicales del gremio cerrado a la sociedad y de espaldas a la patria. Esos son los “militantes” de agrupaciones políticas como La Cámpora, por ejemplo, que rompen con las bases y tienen por único objetivo la colocación de la mayor cantidad posible de cuadros en lugares estratégicos de la administración pública para concentrar poder. Esas agrupaciones son un fin en sí mismas, no tienen ni acompañan ningún proyecto político de transformación de la realidad social. Lo único que hacen es acumular poder y en eso van socavando al peronismo pues en las bases ese proceder suyo es repudiado y execrado.

Por lo demás, nuestros dirigentes se han dedicado a confundir sistemáticamente a los militantes de base peronista con actos incomprensibles en nuestra lógica interna, como por ejemplo un homenaje a Raúl Alfonsín que iba a realizarse en Chascomús con la presencia de los “nuestros” y que, por suerte, no tuvo lugar por razones climáticas. ¿Qué tenemos que ver con Raúl Alfonsín para andar homenajeándolo en público? Más bien hicimos los peronistas con Saúl Ubaldini a la cabeza trece paros generales contra la política económica antiperonista de Alfonsín. Y no es para andar honrando la memoria alfonsinista a esta altura, confundiendo a la militancia que no entiende esta contradicción.
Por las razones anteriormente expuestas y por muchas más que en esta narrativa no cabrían, porque no conviene abundar de la paciencia del lector, es que queda Sergio Massa hoy como alternativa obligatoria para las elecciones de octubre de este año. Será así porque hemos permitido que lo fuera y porque el propio Massa, muy sagazmente, fue posicionándose y operando en el tiempo para llegar a ponerse en el lugar de opción única en medio a un fracaso, una catástrofe política. Hemos permitido el fracaso de los dirigentes que nos conducían y le hemos dado a Massa lo que él necesitaba: un escenario de tierra arrasada en el que puede aparecer mesiánicamente como un salvador de la patria con tan solo estabilizar un poco y momentáneamente la economía nacional.
Massa y sus espónsores del Departamento de Estado y de la embajada están de parabienes, lograron el objetivo y están a punto de realizar la ganancia por lo que han invertido desde el 2013 a esta parte. Pero no conviene olvidar que de haber hecho un gobierno peronista representando los intereses colectivos de la enorme mayoría trabajadora y media hoy podríamos tener un candidato propio del peronismo para las elecciones y ninguna trama massista habría tenido éxito. Massa triunfa e impone su conducción porque los peronistas fracasamos y eso es indisimulable.
La solución es la doctrina peronista y es el tiempo, es volver a Perón con un trabajo de base similar al de los cristianos de las catacumbas en Roma. Perseguidos por el poder establecido, esos cristianos optaron por impartir la doctrina en las bases teniendo fe en que, en el tiempo, su paciencia iba a dar sus frutos, lo que en efecto ocurrió. Hoy el peronismo va a acompañar a Sergio Massa porque no podría acompañar jamás a un gorila de Juntos por el Cambio y tampoco podría quedar ajeno a la definición del futuro de la patria, el costado del camino no es el lugar del peronista. Pero a la vez el peronista deberá volver al trabajo en las bases, al estudio y a la difusión de la doctrina, hasta que en el tiempo el peronismo vuelva a triunfar.

Hay en las bases cansancio y hastío respecto a la dirigencia, los militantes estamos cansados de que nos tome el pelo cualquier cuatro de copas elevado a un cargo público, el pobre infeliz mortal afectado por la discapacidad de la soberbia que se encuentra de golpe con una miserable cuota de poder, como decía nuestro libertador el General San Martín. La arrogancia es comprensible en una personalidad genial, pero en los cuatro de copas solo sirve para imponer la discordia y para realizar proyectos disolventes como el actual. Los personalismos egoístas berretas deben ser desterrados del peronismo al igual que todas las ideologías no peronistas que han penetrado nuestro movimiento.
La séptima verdad del peronismo es tajante al respecto: “Ningún peronista debe sentirse más de lo que es ni menos de lo que debe ser. Cuando un peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca”. Ya va siendo hora de despegarnos de los que, con la arrogancia de la miserable cuota de poder, empezaron a sentirse oligarcas para marearse en las alturas, como solía decir nuestra Eva Perón ya en aquellos tiempos dorados.