Un usuario indignado expresaba en las redes sociales su malestar frente a una guerra que empezaba a correr en paralelo respecto a la guerra en Oriente que involucra en territorio ucraniano a Occidente y a Rusia. Ese usuario de Twitter se preguntaba qué sentido tenía la difusión por parte de los medios de una avalancha de “noticias” que, en realidad, eran todas operaciones de sentido con la finalidad de instalar quiénes en dicho conflicto son los buenos y quiénes son los malos. “¿Para qué todo eso, si al fin y al cabo la guerra se define en el campo de batalla, bien lejos de acá?”, se preguntaba ese usuario y agregaba, dándole la forma final a su cuestionamiento: “Importa muy poco lo que piense un argentino a unos 13.000 kilómetros de distancia de Ucrania sobre si Putin es un invasor o un libertador, Putin entra igual a Ucrania más allá de lo que pensemos los de afuera”.
Pero no, no importa poco, sino muchísimo la opinión general de quienes observamos desde lejos esto que podría resultar siendo una nueva guerra mundial. En toda la política, pero sobre todo en la geopolítica, la llamada “opinión pública” —que piensa lo que quiere la opinión privada, como decía el genial Quino— suele ser decisiva en la resolución de los conflictos y diferendos. Lo que piense un argentino sobre Putin, sobre Biden o sobre los ucranianos es importante y va a impactar en el resultado final. Y es por eso que los medios de acá se ocupan muchísimo de formar la opinión de la gente de acá sobre algo que pasa allá.
¿Por qué eso es así? Simplemente porque la voz y el voto en la política internacional todavía los tienen los Estados nación, aunque cada vez más en las últimas cinco décadas los tienen las corporaciones. Son los Estados nacionales los que se sientan en las mesas donde se va a definir lo que está bien y lo que está mal, por ejemplo, cuando hay una guerra como la actual. Los Estados nacionales son la representación jurídica de los países y estos, a su vez, tienen pueblo y tienen gobierno. El gobierno va a representar al Estado en aquellas mesas donde se corta el jamón del mundo, pero no lo hará como el gobierno quiere. Lo que normalmente define la postura de un gobierno es la opinión pública del pueblo al que dicho gobierno gobierna.
Ahí tenemos que la postura del gobierno argentino en ejercicio de la representación diplomática del Estado argentino debería ser, puesto que tenemos elecciones periódicas y al gobierno le conviene hacerle caso a quienes votan, la postura de la opinión mayoritaria del pueblo, o por lo menos de la parte del pueblo a la que le interesa opinar en estos asuntos. En una palabra, los medios de difusión entre sí luchan por formar la opinión de la opinión pública —valga la redundancia— porque eso a va a impactar en cómo van a tomar decisiones los que las tienen que tomar.
Quino tenía razón, por supuesto. Finalmente, la opinión pública es una arcilla a la que el interés privado moldea a su gusto y de acuerdo a sus intereses, que son particulares. El gobierno argentino ha dado señales de que quiere expandir sus relaciones comerciales hacia Oriente con la ida de Alberto Fernández a Moscú pocos días antes del estallido de la guerra en Ucrania. Y entonces sería natural que el Estado argentino se parara del lado de Rusia en este diferendo, pero eso no va a ser así. En el corto plazo, la Argentina va a alinearse con el bando occidental y le va a hacer la guerra a los rusos.
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