El clamor popular

A dos décadas de su irrupción en la política argentina, el kirchnerismo se disuelve en medio a un exceso de posmodernismo líquido y la imposibilidad de representar en la política un proyecto real para las mayorías. Y así, en consecuencia, toda política argentina se divorcia de la realidad del pueblo, dejando el camino despejado para el advenimiento de mesías disruptivos con discursos que penetran el sentido común de los jóvenes y no reciben la debida oposición por parte de quienes ya no saben argumentar lo que quieren y lo que no quieren. La política circense y típicamente posmoderna como preludio de la catástrofe nacional ya está aquí y los responsables de conjurarla, desorientados, son al fin funcionales a la maniobra.
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A veinte años del comienzo del kirchnerismo, una pretendida revolución cultural depende de un apellido. El operativo clamor es el operativo propiciado más por los dirigentes que se beneficiarían con los votos de CFK que por el pueblo en las calles. Entonces el candidato no es el proyecto; el proyecto es ella. Incluso, intuyo, a pesar de ella. Quizás, entonces, habría que decir: el proyecto de quienes se benefician con ella, es ella.

En la calle se toma Fanta y se vota a Horacio. Se toman Fantas chiquitas, individuales, porque las de 2 litros son para compartir y en la calle se anda solo. Las aglomeraciones se producen en recitales, mundiales de fútbol o para quejarse. No se moviliza en favor de nada que huela a política. La gente quiere circular. No está del todo mal, por cierto.

La política reducida a “política electoral” deviene una ingeniería de expertos, operadores y punteros. Se trata de cómo comunicar, dice el asesor. Tiktok, avatares y convencer a Anamá Ferreyra. El dispositivo es democrático y hace ver a todos igualmente ridículos. Ya no se hace política para transformar sino para “estar adentro”; las reformas y la revolución pueden esperar a nuestra próxima especulación: que se desdoble para que no se rompa.

La Corte Suprema provoca cumpliendo su sueño húmedo de gobernar sin votos (no tendremos sangre azul, pero sometemos al resto de los poderes sin pagar Ganancias); las acciones de candidatos a gobernador y vice que anteponen sus ambiciones personales a lo indicado en sus constituciones provinciales, se lo dejan servido en bandeja.

El resultado final de los “patios militantes”, en los que Cristina Fernández orientaba a la militancia y la militancia no escuchaba nada, pues estaba demasiado ocupada en “meter mística”, es la desorientación total del momento. Al no haber aprendido de aquellas jornadas de conducción presente, los kirchneristas hoy son usados estratégicamente por el poder fáctico para limpiar la imagen de otros dirigentes por moderación relativa.

El presidente comenta la realidad en cadena nacional para darle volumen a una voz impotente y consumar una vez más la distancia con la sociedad. Ofrece así un titular a los portales por unas horas. A nadie le importa, por cierto, pero confirma que la movilización popular espontánea es sustituida por la indignación espasmódica en las redes, incluso por parte de quienes han sido elegidos para hacer algo. La épica y la ética reemplazadas por la estética. Gobernar “como si”.


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