El día que murió la música

Entre las muchas glorias olvidadas o hábilmente ocultadas por el aparato propagandístico anglosajón, la hispanidad cuenta con la de Richard Valenzuela Reyes, el famoso Ritchie Valens. Víctima de un accidente aéreo a los 17 años, ni bien empezaba a ser una superestrella del rock universal, Valenzuela Reyes es un patrimonio de los hispanos que los mismísimos estadounidenses ubican en lo más alto de su escala de valores. La música, dicen los yanquis, murió con Valenzuela Reyes un día de invierno y en el medio del campo al estrellarse la avioneta en la que viajaba. Pero la leyenda de lo que fue y el mito de lo que pudo haber sido viven hasta los días de hoy.
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Entre las innumerables referencias a la historia del rock y a la cultura de los Estados Unidos en la década de los años 1960 que hacen de American Pie una canción icónica y central para Occidente hay una frase que se repite a lo largo de la letra: “el día que murió la música” (“the day the music died”, en su inglés original). La canción es obra del estadounidense Don McLean y pese a que sigue siendo muy popular en todas partes a más de medio siglo de su lanzamiento en 1971 —fue luego revisitada por Madonna y por muchos otros— se suele pasar por alto que en el centro de la riquísima narrativa de American Pie hay una referencia a un hecho en el que los yanquis, haciendo a un lado su inmensa soberbia de pueblo elegido por un cierto “destino manifiesto”, pagan tributo a otro pueblo reconociendo a un héroe hispano lamentablemente poco recordado en los tiempos que corren.

De acuerdo con la tradición cultural estadounidense la música murió un día de San Blas, el 3 de febrero de 1959 en el medio del campo, en algún paraje rural olvidado de Iowa, en el Medio Oeste del país. Ese día, en circunstancias extrañas y a la vez míticas moría Richard Valenzuela Reyes, un joven guitarrista de 17 años nacido en California de padres hispanos por los cuatro costados, como puede deducirse de su doble apellido. Pese a su juventud, Valenzuela Reyes ya se había hecho un nombre en la escena grande de la música universal haciéndose llamar artísticamente Ritchie Valens a instancias del productor discográfico que lo descubrió y consideraba que ese nombre artístico lo haría más potable para el consumo del público en habla inglesa.

Ese productor fue Bob Keane y no se equivocaba. Keane era el dueño de un pequeño sello discográfico de Hollywood y había quedado asombrado con el talento de Valenzuela Reyes al verlo actuar para un reducido público en un teatro de San Fernando, en las inmediaciones de Los Ángeles. Corría mayo de 1958 y Valenzuela Reyes no era más que un adolescente de 17 años recién cumplidos (nació un día como hoy, el 13 de mayo de 1941) que solía tocar la guitarra para sus compañeros de la escuela secundaria de Pacoima y hasta ahí nomás. Pero Keane lo vio y decidió que Valenzuela Reyes iba a ser Valens, el mito fundacional del rock estadounidense que al morir se llevó consigo a la tumba toda la música, siempre de acuerdo con los propios yanquis.

En cuestión de pocas semanas después de ser descubierto por Bob Keane, el entrañable Valenzuela Reyes hizo aquello que al parecer estaba llamado a hacer: enfiló una cantidad notable de grandes éxitos a una velocidad más bien inusual incluso para los estándares de aquella época, que fue de enorme creatividad porque prácticamente todo estaba por crearse. El más conocido por el público hasta los días de hoy es sin duda alguna La bamba, tema que en realidad fue una relectura hecha por Valenzuela Reyes de una canción tradicional mexicana traída a los Estados Unidos en 1944 por el compositor azteca Andrés Huesca.

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Por aparentar ser mucho mayor de lo que realmente era —algo frecuente entre los jóvenes nacidos durante e inmediatamente después de la II Guerra Mundial— y por la cantidad de éxitos que produjo en tan escaso tiempo, un dato que suele olvidarse es el de que Ritchie Valens tenía solo 17 años al momento de explotar como pionero del rock en los Estados Unidos. Esa sería, además, la imagen que tendría para toda eternidad, pues vendría a fallecer meses antes de cumplir los 18 en circunstancias muy extrañas y a la vez míticas.

El joven Valenzuela Reyes conoció La bamba en California y decidió grabar su propia versión, aunque había un inconveniente: pese a ser hispano por los cuatro costados, Valenzuela Reyes no era muy ducho en la de Cervantes, esto es, simplemente no hablaba castellano fluido y es probable que no lo hablara en absoluto. Nacido y educado en los Estados Unidos, en el seno de una familia que evitaba el uso de nuestro idioma —una actitud que era muy común entre los primeros inmigrantes hispanos, que buscaban integrarse para no ser objeto de discriminación—, Valenzuela Reyes simplemente no podía expresarse bien en otra lengua que no fuera el inglés.

Esta es la razón por la que, bien observado el contenido de La bamba, este presenta alguna que otra falta de concordancia nominal, además de no tener mucho sentido. Nada de eso les importó a los estadounidenses, por supuesto, que tampoco entendían nuestro idioma y no tuvieron miramiento en elevar inmediatamente La bamba a la posición número 22 de la Billboard, revista especializada en música que hacía entonces y seguiría haciendo hasta los días de hoy el ranking de los temas más escuchados en los Estados Unidos.

Así fue cómo, cantando fonéticamente lo mejor que supo en lo que podría calificar generosamente como un cuasi castellano y para un público estadounidense que había quedado estupefacto, Valenzuela Reyes pasó de ser un ignoto adolescente del suburbio de Pacoima a ocupar un lugar entre las leyendas del rock primigenio en el centro de la cultura universal. De la noche a la mañana, como suele decirse, le llegó toda la fama a Valenzuela Reyes gracias a La bamba, canción que a la postre sería seleccionada por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos para ser conservada eternamente por ser cultural, histórica y estéticamente significativa.

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El actor filipino —y, por lo tanto, de cierta forma, también hispano— Lou Diamond Phillips (de apellido materno Aranas) interpretó a Ritchie Valens muchos años después de su muerte en la película ‘La bamba’ (Estados Unidos, 1987. 108 min.), instalando su imagen como la de Valens en el imaginario colectivo de Occidente y de las colonias. Eso ocurre porque el Valens de la realidad tuvo una carrera muy corta y hay muy pocas imágenes suyas disponibles.

Pero Valenzuela era una máquina de producir éxitos y además de La bamba dio al mundo clásicos de todos los tiempos como Come on, let’s go, Little girl y Donna, canción que Valenzuela Reyes cantó aparentemente por primera vez desde un teléfono público para Donna Ludwig, su novia en la secundaria en Pacoima (o por lo menos eso fue lo que se quiso representar en el video clip correspondiente). Lo cierto es que en cuestión de pocas semanas Richard Valenzuela Reyes, ya convertido en Ritchie Valens, produjo una buena cantidad de éxitos y se presume que de haber vivido más allá de sus escasos 17 años habría dado muchos más.

Todos querían ver al fenómeno juvenil de la música y Valenzuela Reyes se fue de gira, naturalmente, por los Estados Unidos. Junto a otras estrellas de la época como Buddy Holly y Tommy Allsup, entre otros, Valenzuela Reyes se encontraba viajando por el norte del país en un micro que en la noche del 2 de febrero tuvo un desperfecto en el sistema de calefacción, lo que en pleno invierno del hemisferio norte dificultaba el seguir viaje. Al día siguiente los músicos alquilaron una avioneta para llegar a Fargo, Dakota del Norte, su próximo destino. Pero no habrían de llegar jamás.

El pequeño avión tenía capacidad para solo tres pasajeros y el piloto, por lo que los asientos se jugaron en un cara o cruz en el que a los perdedores les tocaría viajar en el micro sin calefacción. Valenzuela Reyes tenía miedo a volar e igualmente se jugó el pasaje en la avioneta con Allsup, ganó y allí empezaba su último viaje: el monoplano Beechcraft Bonanza despegó de Clear Lake, Iowa, en condiciones adversas de nieve y se estrelló a los pocos minutos en un descampado a tan solo 8 kilómetros del aeropuerto local de Mason City. Fue un vuelo hacia ninguna parte que de acuerdo con las investigaciones posteriores cayó por razones de falla humana.

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Pintura que homenajea a Ritchie Valens y carga sobre los rasgos hispanos de su fisionomía. Las imágenes reales de este pionero del rock universal son muy escasas, razón por la que proliferan las representaciones. En todas se lo puede ver tocando la guitarra con la mano derecha, aunque era zurdo. Este es otro dato asombroso de su genialidad: ansioso por empezar a hacer música, Valens no quiso esperar hasta obtener una guitarra adaptada para la mano izquierda, de modo que simplemente aprendió a tocar como los diestros.

Es por lo tanto inadecuado decir que Valenzuela Reyes hizo una carrera en el mundo de la música, aunque se convirtió en ídolo de millones en las pocas semanas que van de su descubrimiento por parte de Bob Keane a mediados de 1958 hasta el accidente fatal el 3 de febrero de 1959 en Iowa. Ese día murió la música al fallecer por un cara o cruz el guitarrista más prometedor de la generación que lo creó todo desde cero. Después vendrían en la estela de Valenzuela Reyes e inspirándose en él Jimi Hendrix, Santana, los Beatles, los Beach Boys, Bob Dylan, Led Zeppelin y muchos otros, todos tomando algún aspecto de la breve obra de Valenzuela Reyes, que fue el pionero, para crear la suya propia.

Aunque no fue un hispanohablante por razones de migración económica, está claro que Valenzuela Reyes es una gloria de la hispanidad para todos los tiempos al haber triunfado en la cultura hegemónica de los anglosajones estadounidenses hace ya casi siete décadas. El famoso Ritchie Valens fue el primero en plantar bandera allí siendo inmediatamente reconocido por los propios yanquis y luego instalado en esa cultura su nombre como sinónimo de música por antonomasia. La música murió con él y no lo decimos los suyos a modo de reivindicación: lo dicen quienes se jactan de haber creado prácticamente todo lo que existe en la cultura universal de la modernidad fordista en adelante.

Richard Valenzuela Reyes fue la estrella fugaz que en un abrir y cerrar de ojos, siendo todavía un adolescente y un menor de edad, estableció de una vez y para siempre las bases de la cultura del rock que la primera potencia global vende en todo el mundo como uno de sus principales productos de exportación, presumiendo además de haberlo creado. Fue un hispano, el genio de la música que de tan genial no pertenecía a este mundo y estaba destinado a vivir muy poco fue un hispano. Y no hay propaganda ideológica anglosajona que pueda borrar semejante gloria.


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