El error “peronista”

Absolutamente ignorante de la doctrina peronista, el “peronismo” progre muerde el anzuelo de la lucha de clases propuesta por el mileísmo y se presenta a la batalla con la repetición al dedillo de todas las zonceras del socialismo y del fascismo europeos, como la del estatismo a ultranza. Y así el “peronismo” les regala a los libertarios la imagen estereotipada del enemigo ideal que esos libertarios necesitan para legitimarse y seguir con su plan de destrucción de la Argentina sin oposición real entre las mayorías populares. Los “peronistas” son americanos con la conciencia enajenada en Europa, piensan como europeos y no logran ver que aquí los criollos ya habíamos encontrado la fórmula para derrotar tanto a los gorilas liberales como a los gorilas socialistas: la tercera posición nacional justicialista que nace del pie y expresa en la política la cultura de nuestra gente.
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Javier Milei fue al Foro Económico Mundial, esa caterva de globalistas y otros delincuentes más conocida como Foro de Davos, por razón del lugar donde se realiza la conferencia. Allí Milei se despachó con una perorata que los medios calificaron como “ultralibertaria” por el contenido explosivo de antiestatismo discursivo de las palabras del nuevo presidente. La exposición fue el debut o el bautismo de fuego de Milei en la política grande, que es la geopolítica entendida en términos del General Perón, fue la primera vez que Milei realmente tuvo la oportunidad de expresarse por fuera del cabotaje y entonces puede considerarse que allí empieza su gobierno.

Y empieza con eso mismo, con una explosiva definición contra el concepto de Estado, una cosa muy propia del anarquismo. En eso hay coherencia porque los llamados libertarios son, al menos filosóficamente, sin cuidado de su praxis política concreta, anarcocapitalistas. A diferencia de los liberales clásicos que crearon el Estado moderno —inicialmente como mero garante de la propiedad privada que es la seguridad jurídica y luego fueron ampliando sus funciones—, los libertarios no creen en ningún Estado, ni siquiera en el Estado mínimo garante de seguridad y justicia que surgió de la revolución burguesa de Europa a fines del siglo XVIII. Milei es coherente con lo que en el fondo piensa y eso nunca es reprochable.

Claro que en su praxis política concreta Milei tendrá que atenerse siempre a la realidad efectiva en la que está inserto y en dicha realidad el Estado está, no va a derogarse en el mediano plazo y ciertamente no mientras Milei sea presidente, puesto que lo es en el marco de una estructura estatal. Lo más importante aquí no es lo que se hace concretamente, sino lo que se piensa y es lo que finalmente orienta la praxis, es el marco teórico. El de Milei es un marco teórico anarcocapitalista, cosa que resulta en expresiones como la de Davos. Milei es anarcocapitalista cuando habla, cree en la “mano invisible” del mercado ordenando la sociedad sin ninguna intervención estatal y así también es la mayoría de sus militantes sobreideologizados.

Al igual que Mauricio Macri junto a Sergio Massa en su momento, Javier Milei fue a rendirles cuentas a las élites globalistas en Davos, al foro que impulsa la Agenda 2030. Pero a diferencia de sus antecesores, Milei llegó allí con un discurso supuestamente contestatario que, en realidad, es funcional a los intereses de las corporaciones: la supresión del Estado que lógicamente será reemplazado por la “gobernanza mundial” que el poder realmente desea.

Ahí no hay, bien mirada la cosa, ningún error ni contradicción, hay más bien coherencia. Ellos son lo que son y no tienen vergüenza de mostrarse a cara descubierta con lo que piensan. El error y la contradicción los van a tener quienes a partir de la intervención de Milei en Davos se pusieron a debatir acaloradamente el contenido de su discurso, horrorizados casi todos por la negación del Estado. Eso fue lo que pasó, por ejemplo, durante la edición del programa Duro de Domar en el canal C5N que fue al aire en la noche inmediatamente posterior a la alocución mileísta en Davos.

Una multitud de urracas a los gritos, escandalizadas e indignadas. Así se vio esa edición de Duro de Domar con panelistas al borde del ataque de nervios. “¡El Estado! ¿Cómo se le ocurre a este enfermo mental querer prescindir del Estado?”, gritaban las urracas, dando a entender que el Estado es una cosa poco menos que sacrosanta o una especie de vaca sagrada sobre la que nadie puede predicar nada en absoluto, menos que menos proponer que se derogue. El Estado tiene que estar ahí porque si eso no es así todos moriremos o algo peor, la única garantía posible de orden es el Estado con omnipotencia. Así creen que piensan las urracas.

Creen que piensan, véase bien, porque si realmente se pusieran a pensar en lo que dicen no lo dirían con tanta convicción indignada. ¿De dónde sale esa defensa apasionada de esa ficción jurídica, como diría algún Proudhon o algún Bakunin, anarquistas por izquierda, que es el Estado? ¿Por qué un individuo de a pie podría indignarse tanto ante la expresión ideológica de un anarquista en la juntada de los dueños del mundo? ¿Por qué las urracas se vuelven locas al escuchar esa expresión? En el fondo de esto hay un error ideológico, uno más entre los que abundan en el presente.

El símbolo del anarcocapitalismo, una ideología anarquista “por derecha” en la que el Estado se suprime y todo queda librado a la “mano invisible” del mercado, la que en esa teoría pondrá un orden natural en la sociedad. Son pamplinas ideológicas que con el solo sentido común ya pueden detectarse, pues no hay orden con los zorros dentro del gallinero. Pero Milei fue en Davos discursivamente coherente con lo que cree y eso nunca es reprochable. Siempre es deseable que el enemigo de los de abajo diga lo que piensa.

Además de creer que piensan que el Estado es la única garantía posible de orden social, las urracas que hacen de panelistas en el canal C5N creen que son peronistas y, en la suma de esas dos creencias, concluyen prosaicamente que el peronismo es sinónimo de estatismo. En las cabecitas confundidas de las urracas el peronismo sería la mímesis criolla del socialismo soviético desde Stalin en adelante, sería una suerte de culto a la nomenklatura o tal vez eso mezclado con el “todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado” del viejo fascismo italiano, derrotado y extinto después de la II Guerra Mundial. El peronismo para las urracas es ese menjunje de ideologías europeas que ya no existen ni siquiera en la propia Europa.

La cabecita de las urracas está permanentemente confundida porque acá no está, sino en otra parte. Es el problema descrito por Arturo Jauretche, el de tener los pies en el destino y la cabeza en el origen. El argentino hijo de inmigrantes en general —todos los panelistas de todos los programas de televisión en todos los canales lo son— aún no terminó de aceptar que es americano, sigue en contacto con lo europeo y en el fondo de su conciencia presiente que de allí viene la inspiración para el pensamiento. Y entonces es natural que ese americano enajenado sea incapaz de comprender un fenómeno político tan criollo, tan singularmente de América, como lo es el peronismo.

Todo esto sin cuidado de la orientación ideológica de cada enajenado. Y esto es lo más importante: sean de derecha como los libertarios de Milei o sean de izquierda como las urracas “peronistas” (entre muchas comillas) de C5N, la constante es que el marco teórico siempre es una mímesis o es un calco pobremente realizado de algo que existe o existió en Europa. El marxista es como los comunistas alemanes o los soviéticos, el liberal clásico es como un francés, el fascista piensa como un italiano, el nazi como un alemán y el libertario cree que es inglés, o al menos que es la idea que aquí se tiene de lo que es un inglés. Lo que no hay por ninguna parte son americanos.

Colonizadas por el vicio gorila de asociar al peronismo alternativamente con el bolchevismo soviético o con el fascismo italiano, las urracas “peronistas” cometen el error de creer que la doctrina peronista es “todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”. Esa es una forma europea de comprender la política y resulta de la colonización pedagógica que afecta tanto a los gorilas por derecha como a los gorilas por izquierda, los llamados progresistas.

Pero resulta que el peronismo sin comillas es 100% criollo, es la creación heroica del hombre americano, como decía José Carlos Mariátegui del socialismo. Del socialismo, ahora sí, aunque Mariátegui hablaba del socialismo a principios del siglo XX, en una América muy nueva que aún no había creado lo suyo propio. El Amauta peruano murió en 1930, por lo que no llegó a conocer la tercera posición nacional justicialista y naturalmente debió en su tiempo plegarse a una de las dos opciones políticas existentes: el liberalismo o el socialismo. Mariátegui optó por este último y sus tensiones con los comunistas de la época son la prueba de que habría sido un gran peronista de haber nacido en tiempos más recientes.

Mariátegui fue un criollo bien nacido al que no le quedó mejor opción que la de pensar en categorías europeas pues no existían en su tiempo las categorías propias de América. Pero ahora existen. Desde el advenimiento del peronismo la doctrina propia de los americanos existe y dicha doctrina no es un calco del socialismo soviético, del liberalismo inglés o del fascismo italiano, no es copia de nada. El peronismo es autóctono de América y aquí nuestra comprensión de la relación entre la sociedad —más bien la comunidad— y el Estado no es la misma que la de los europeos. Los criollos no tenemos nada que ver ideológicamente con Europa porque el nuestro es un mundo nuevo y original.

Para el peronismo el Estado no es más que un instrumento, nunca un fin, razón por la que no puede ser ninguna vaca sagrada y tampoco motivo para que se rasgue las vestiduras un peronista cuando un diestro libertario dice que al Estado habría que suprimirlo. Esa no es la pelea. El peronismo es la tercera posición por encima tanto del liberalismo como del socialismo, ambos estatistas por naturaleza, porque no parte del Estado como premisa fundamental de su doctrina. Para el peronismo la premisa fundamental es la comunidad o, mejor dicho, la comunidad organizada. Ahí está la originalidad criolla de esta creación heroica del pueblo que es el peronismo.

Al igual que Antonio Gramsci —de quien fue contemporáneo y con quien se reunió—, José Carlos Mariátegui fue socialista en un momento de la historia en el que solo dos posiciones eran posibles: el socialismo a la izquierda y el liberalismo a la derecha. Pero el General Perón habría de venir después de Mariátegui a realizar el sueño nacional-popular americano del Amauta. De haber vivido para verlo, como sí lo hicieron Jauretche y Scalabrini Ortiz, Mariátegui habría sido un gran peronista al ver en esa doctrina la expresión de sus propias ideas de criollo y patriota.

La comunidad organizada son las organizaciones libres del pueblo, de las que el Estado es un mediador. “Un gobierno esclavo de un pueblo libre”, se escucha decir desde el fondo de la historia la voz del General Perón, como un trueno. Allí donde el liberalismo transforma al individuo en un insecto “libre” y atomizado para que lo devoren los tiburones del mercado y el socialismo hace del hombre también un insecto, pero para mejor provecho de los burócratas de la nomenklatura estatal, el peronismo propone la humanización del hombre en comunidad organizada para la defensa de sus intereses colectivos de pueblo.

Como se ve, el peronismo procede lógicamente en sentido opuesto tanto al liberalismo como al socialismo, empieza a organizar socialmente desde abajo y no desde arriba. El peronismo parte de la realidad para construir la teoría y no desde una teoría política para intentar hacer entrar al hombre en ese marco teórico por la fuerza. La razón por la que liberales y socialistas siempre son tan violentos es esa misma, a saberla, es que necesitan hacer encajar la realidad a sus teorías. El peronismo, en cambio, es la paz porque ajusta la teoría a la realidad efectiva y así construye su doctrina. Son cosas muy distintas desde los fundamentos intelectuales.

Entonces el error de las urracas de C5N refleja el error de los kirchneristas (ahora massistas), del progresismo posmoderno de un modo general. Ese es el error “peronista” siempre entre comillas: el error original de creer que el peronismo es estatista como lo son el socialismo soviético o el fascismo italiano y, a partir de ese error, entrar a discutir. He aquí la explicación para aberraciones de praxis política cometidas desde los dos últimos años del kirchnerismo como la del “Estado presente”, la que pudrió la cabeza de los argentinos por lo asfixiante de la idea, mató la iniciativa comunitaria y, como en un péndulo, finalmente le dio el triunfo a la ideología opuesta que es la idea libertaria de la supresión del Estado.

Diagrama didáctico en el que se explican sintéticamente los conceptos de tercera posición y de péndulo. “Ni yanquis ni marxistas” nunca fue una consigna vacía como las que se estilan en esta posmodernidad de discursos que quedan en la nada. Para Perón el peronismo debía ser superador tanto del liberalismo como del socialismo, no un calco o una copia mal realizada de alguno de ellos. Medio siglo después de su paso a la eternidad el entrismo socialista se esmera en afianzar la imagen de un “peronismo” que nunca existió para que el pueblo no pueda romper el péndulo nefasto de los extremos ideológicos.

Todo en exceso siempre trae su opuesto en espejo, el estatismo a ultranza solo puede resultar, en el mediano plazo, en antiestatismo a ultranza. El kirchnerismo se bolchevizó a partir del 2014, se llenó de progres repetidores de la cantinela del “Estado presente” y trajo finalmente como consecuencia a un Milei cuyo discurso es el del Estado ausente. Ninguna de las dos cosas le sirve al pueblo, el Estado asfixiante destruye la comunidad organizada pues tiende a suplantarla y el Estado ausente también la destruye, porque la atomiza para dejar a los individuos a merced de los intereses de esos voraces tiburones que son corporaciones y sus monopolios.

El “error” peronista de los progresistas es muy grave porque conduce a un enfrentamiento zonzo entre derecha e izquierda, quita la doctrina de Perón del debate y transforma la discusión en un griterío entre zurdos socialistas estatistas y diestros liberales antiestatistas, la política errática y equívoca de la Guerra Fría. Cuando el General Perón dijo que los peronistas no éramos yanquis ni marxistas la idea fue la de evitar ese error que es el de entrar en un péndulo nefasto en el que ambos extremos son nocivos para el pueblo. Pero los “peronistas” hoy piensan que el peronismo es una especie de marxismo nacional y todas las consecuencias están a la vista.

Las urracas “peronistas” piensan que van a combatir a Milei con un culto al Estado como vaca sagrada, pero están equivocadas. Lo único que van a lograr es quedar asociadas con el fascismo o con el bolchevismo, que es exactamente lo que Milei quiere para estereotipar, hacer contraste y triunfar. Claro que en el mediano plazo Milei va a fracasar y vendrán otra vez los progresistas “peronistas” a meter “Estado presente” hasta en la sopa para que luego de un tiempo venga otro Milei genérico. Y así hasta el infinito. Así el pueblo siempre va a ser esclavo del gobierno. Así la patria no tiene salida.


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