El fin de la ilusión antipopulista

En su rodada iniciada al conocerse los resultados de las elecciones el pasado 22 de octubre, Juntos por el Cambio arrastra a toda una serie de mitos y caretas detrás de los que se ocultaban ciertos dirigentes en el discurso. Ahora se ve que la animadversión contra la “casta” nunca fue tal y Milei, al sincerarse respecto a ello, podría perder el favor electoral de quienes veían en él una suerte de vengador popular opuesto a una dirigencia política parasitaria. En la lucha por el poder político en el Estado la trama acaba de dar un giro inesperado para muchos, aunque asimismo lógico si se tiene en cuenta el plan general que es el bosque normalmente tapado por el árbol.
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Pasados apenas tres días de unas elecciones en las que el oficialismo vencía por casi 7 puntos, prácticamente se formalizaba lo que era evidente: el fin de Juntos por el Cambio. Efectivamente, como todos hemos visto, con un apuro bastante particular, la fórmula presidencial derrotada anunciaba como decisión propia y a título personal un mandato de la jefatura política del PRO, la misma que los había impulsado a jugar una interna para acabar con las chances del heredero natural: Horacio Rodríguez Larreta.

Los intentos de darle un tono institucional en el que hasta se leyeron unos supuestos puntos de acuerdo con La Libertad Avanza, como así también una risueña épica sanmartiniana, fueron el maquillaje de la escena de la humillación, indisimulable en el rostro de Bullrich, tal como se pudo confirmar en la incómoda foto junto a Milei en los estudios de TN ese mismo día por la noche. Se dice que los actores deben creer en su propia actuación porque si no, dejan de ser creíbles. Lo mismo vale para este caso. Body talks, el cuerpo habla. Los republicanos atentos a las formas, la estabilidad, el equilibrio de poderes y la previsibilidad, ahora se abrazan a la motosierra en nombre del antiperonismo.

La movida de Macri o bien se explica por su psicología o bien obedece a una información que no conocemos. Es decir, una posibilidad es que se trate de una suerte de voluntad de poder destructiva y ciega dispuesta a aniquilar todo a su alrededor. Un Cronos devorando a sus hijos que se cargó a Horacio, se cargó a Patricia y ahora va por Javier. La otra opción es, como trascendió, una preocupación judicial. ¿Acaso Macri sabe que Massa no es Alberto Fernández y que con un nuevo gobierno las causas en su contra podrían avanzar? No descartemos que haya algo de las dos opciones.

Una de las tantas curiosas interpretaciones hechas por el equipo de Javier Milei mediante el uso de la “inteligencia” artificial para representar la alianza del derrotado Juntos por el Cambio con La Libertad Avanza: el gato (Macri), el león (Milei) y el pato (Bullrich), consumiendo tabaco y whisky en una escena que alude a una película de mafiosos. Es evidente que los mileístas no comprenden del todo las implicaciones de la simbología que utilizan en su heterodoxa comunicación.

Después está la evaluación táctica: ¿Era este el camino que debía seguir Macri para lograr la centralidad que él pretende? Naturalmente es discutible y ser taxativos con el diario del viernes es riesgoso, pero a priori pareciera que no. Es que si analizamos el movimiento lo primero que surge es una duda acerca de los tiempos: ¿a qué se debió el apuro en salir a apoyar a Milei a través de Bullrich? ¿Se trató de hacerlo antes de las reuniones del PRO y de Juntos por el Cambio en las que probablemente su postura estaría en minoría? Suponemos que sí, pero es evidente que el precio de “cortarse solo” tendría consecuencias inmediatas: declaraciones en contra de dirigentes del PRO (Rodríguez Larreta, Vidal, etc.) y de la Coalición Cívica, más una conferencia de prensa explosiva de los radicales. O sea, una ruptura a cielo abierto.

Por otra parte, una muestra más de que es necesario tratar de ver un poco más allá de la escena es que no hacía falta salir expresamente a apoyar a Milei para lograr que los votantes de Juntos por el Cambio se inclinaran a ello, como si, además, los electores aguardaran y aceptaran órdenes de un candidato (perdidoso). De aquí que podría haberse mantenido neutral y su núcleo duro antiperonista igualmente hubiera votado a Milei o un ladrillo con tal de que no gane el oficialismo.


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