El loco, el odio y el espejo

La Argentina atraviesa un momento dramático de su desarrollo histórico en el que cualquier cosa puede pasar, incluso un ataque por parte de un civil a la dirigente más encumbrada de la política en el Estado. Es una situación en la que nadie parece dispuesto a aportar a descomprimir la presión, lo que hace presagiar lo peor: el atentado a Cristina Fernández de Kirchner no parecería marcar el final, sino el comienzo de una coyuntura de violencia política en el país.
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Han pasado apenas horas después de uno de los episodios más conmocionantes desde la recuperación de la democracia y tenemos la suerte de que el asesinato de Cristina Fernández sea, en este momento, un mal sueño y, en todo caso, una hipótesis contrafáctica. Efectivamente, hoy podemos ponernos a pensar “qué hubiera pasado si…” porque afortunadamente no pasó y en ese ejercicio también podemos encontrar algunas explicaciones de lo que está pasando.

Primeramente, algo de coyuntura. No podemos decir que esta aberración haya sido el corolario natural de una escalada, pero en los hechos se transforma en el episodio que da corte a un escenario que se originó con la puesta en escena del fiscal Luciani quien, en capítulos y como si fuera una serie de Netflix, trasladó al lenguaje jurídico todos sus prejuicios antiperonistas para concluir lo que muchos antiperonistas piensan, esto es, que el peronismo es una gran asociación ilícita.

A esto le siguió la respuesta mediática de CFK y el natural apoyo de un sector de la militancia que transformó el barrio de la Recoleta en una especie de santuario. Con el eje puesto en CFK, la interna cambiemita hizo el resto y obligó a Rodríguez Larreta a sobreactuar para transformarse en un halcón del orden antes que una paloma de la negociación. La torpeza de las vallas ofreció la provocación que faltaba y finalmente todo se tuvo que solucionar con una conversación y un acuerdo entre kirchnerismo y Ciudad.

Mientras se paralizaba el país durante semanas, La Nación+ hacía de Luciani el héroe de las señoras del bien y C5N azuzaba con una pueblada que no llegaba y una vigilia que aguardaba no se sabe qué. Insistimos: ¿De esta escalada se seguía un intento de asesinato? No. Hubo momentos de tensión social muchísimo peores en los últimos años y afortunadamente nunca sucedió algo así.

La militancia kirchnerista en Juncal y Uruguay, esquina ahora famosa del elegante barrio de la Recoleta. Los militantes han convertido al lugar en un santuario y en un destino de peregrinación, lo que obviamente no les está gustando nada a los refinados vecinos de la vicepresidenta.

Teniendo en cuenta el contexto de lo ocurrido en las últimas semanas, el segundo aspecto que debería resaltarse es que, aunque el sistema democrático argentino, desde el ‘83 hasta ahora, ha demostrado robustez para salir adelante en momentos muy difíciles, la sensación que queda después del intento de asesinato de CFK es de extrema fragilidad.


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