Tal como lo venimos sospechando y advirtiendo desde las sucesivas publicaciones de esta Tribuna, el acuerdo de nuestro país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) podría significar un enorme retroceso en la senda de desarrollo soberano de nuestro país. A simple vista y como consecuencia de las lecciones que nos brinda la historia es posible conjeturar a ciegas sin mediar estudio alguno de los términos del acuerdo que nada promisorio para el futuro del país puede avecinarse si como pueblo no gozamos de la soberanía de decisión sobre el modelo económico que el país persiga. Es que de eso se trata, un país deudor está condenado a llevar a cabo una política económica tutelada que acorrala su soberanía y pone en jaque su crecimiento.
Pero el tiempo pasa y poco a poco surgen a la luz pública fragmentos de las posibles cláusulas de la negociación corroborando tristemente las peores hipótesis.
Al momento de escribir estas líneas, los medios de comunicación de alcance nacional especulaban acerca de una posible intermediación del presidente argentino Alberto Fernández entre los gobiernos de Rusia y Ucrania con el propósito de evitar un conflicto armado entre esos dos países o, en todo caso, para que nuestro país tome posición en uno u otro bando en caso de precipitarse los acontecimientos y desencadenarse la guerra. En ese sentido, los operadores mediáticos pugnaban por defender la supuesta conveniencia de que el país se alinee detrás de una u otra bandera, olvidando la histórica postura neutral de la Argentina en los conflictos bélicos que no involucran al país.
En ese estado de situación, algunos medios sugerían la importancia de bregar por una salida beneficiosa para Ucrania, aliada de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que presuntamente favorecería a nuestro país en medio de la negociación con el Fondo Monetario Internacional. Pero eso no parecería ser del todo atinado. Independientemente de la postura que el país tome a nivel de la geopolítica lo más conveniente para cualquier nación es sostener una política económica soberana, cosa que la Argentina perdió cuando el gobierno de Mauricio Macri se comprometió con el FMI por 44 mil millones de dólares. No existen independencia económica ni soberanía sobre la propia política y por ello no somos los argentinos quienes decidimos cuándo y de qué modo haremos frente a nuestras obligaciones con el organismo multilateral de crédito, aunque debamos ser nosotros quienes le pongamos el cuerpo al asunto a través de nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio.

En las últimas horas rumores han alcanzado las páginas de los principales diarios, incluso de aquellos que por regla general se ocupan de difundir noticias favorables al gobierno nacional. Una palabra resuena los editoriales económicos corroborando los temores que muchos guardamos: el contenido documento de preacuerdo destinado a ser evaluado por el poder legislativo en el corto plazo se podría traducir en varias de sus cláusulas con la palabra ajuste.
Este es un contenido exclusivo para suscriptores de la Revista Hegemonía.
Para seguir leyendo, inicie sesión o
suscríbase.