El pacto se puso de moda

Mientras los operadores mediáticos comprometidos por derecha y por izquierda con el poder fáctico de la sinarquía global siguen produciendo relatos parciales para tapar el bosque con el árbol, impidiendo la comprensión por parte de las mayorías acerca de la claudicación de la política argentina frente al altar del neocolonialismo, la Revista Hegemonía va al fondo de la cuestión confirmando la hipótesis del pacto hegemónico. La política abandonó la representación del pueblo, se puso al servicio de las corporaciones y el resultado es un Milei longevo y estable en el cargo pese a la masacre económica que impuso en todo un año.
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Acompañado por una joven, bella y sonriente comentarista, el operador mediático “progresista” Alejandro Bercovich hablaba en los primeros días de este mes de diciembre acerca de un pacto entre Javier Milei y Cristina Fernández. Así, livianamente, sin aviso previo y entre risas, como si de una nimiedad se tratara, Bercovich anunciaba que la conductora de la inmensa mayoría de sus telespectadores en C5N está implicada en lo que de más contra natura existe en la praxis política: un pacto entre dirigentes que en teoría ocupan espacios diametralmente opuestos o están directamente en las antípodas el uno respecto del otro.

A veces la perspectiva se pierde y en ello se pierde también de vista la profundidad de algunas cosas que se dicen a veces en los medios entre el rosario de idioteces e insignificancias que son “noticia” todos los días. El anuncio alegre por parte de Bercovich en C5N del supuesto pacto entre Fernández y Milei es como si, por ejemplo, allá por mediados de los años 1990 alguien afirmara en un canal propio de los negros de Sudáfrica la existencia de un pacto secreto entre Nelson Mandela y Frederik de Klerk o quizá como si en vísperas de la desintegración de la URSS, en las páginas del Pravda, un columnista bolchevique teorizara sobre un pacto entre el decadente Gorbachov y el golpista Yeltsin.

Ambos ejemplos históricos son buenos porque esos pactos probablemente existieron, no hay transición posible entre dos polos opuestos sin que haya asimismo cierto nivel de diálogo. El asunto es que ni durante la transición entre el Apartheid y la hegemonía del Congreso Nacional Africano en Sudáfrica ni en el traumático proceso de disolución de la URSS hubo ningún cronista denunciando esas acordadas secretas en los medios militantes de alguna de las partes implicadas. Ese es el tipo de noticia que rompe la fe de los propios y termina frustrando los planes.

¿Pero Bercovich miente? Miente, sin lugar a duda, pues un pacto específico entre Javier Milei y Cristina Fernández es una imposibilidad por fútil, no hay ninguna utilidad en ello. Para hacer lo que Bercovich señala como el objetivo de la maniobra —que es sostener a Javier Milei en la presidencia pese a la masacre que su régimen está llevando a cabo contra la economía de las mayorías populares— hace falta mucho más que la voluntad corrompida de Cristina Fernández. Para sostener a Milei estable y operativo es necesario aunar la voluntad de todo el establishment político argentino.

Lo que hace Milei en la presidencia es tan nefasto para el presente y para el futuro de las mayorías que Milei no puede tener oposición, no puede haber ni un solo dirigente con posibilidad de ganar elecciones que lo denuncie. Eso, por cierto, incluye a Cristina Fernández, aunque a ella solita no. Nadie con el suficiente predicamento y convocatoria en la política argentina puede representar la angustia de un pueblo que no soporta más el ajuste y la recesión mileístas porque, de hacerlo, ese representante echaría a andar el proceso de destitución del régimen en el corto plazo.


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