El síntoma y la enfermedad

Las elecciones de este año 2023 empiezan a entrar en la etapa de la narrativa dramática sobre las consecuencias del triunfo de este o aquel candidato, incluso antes de que sepamos quiénes serán esos candidatos. Pero el proceso electoral es más o menos anecdótico si se lo compara al cambio de la política verdadera, que no pasa necesariamente por el resultado de las urnas. La disposición del tablero electoral con las novedades que presenta debe servir más bien para observar lo que en efecto cambia, la tendencia irreversible de lo cíclico. Milei no habla de Milei y tampoco de liberalismo o cualquier declamación ideológica. Milei habla del fin de un ciclo y del inicio de uno nuevo, con todas las consecuencias del hecho a la vista.
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En medio a un contexto de definiciones en la política internacional y de su consiguiente reacomodamiento del escenario político hacia el interior de cada país la Argentina empieza un nuevo ciclo electoral. Y si bien el atento lector ya está seguramente familiarizado con esa magistral definición que alguna vez diera el General Perón para la posteridad, la de que la verdadera política es la política internacional y, por lo tanto, nuestro cabotaje depende de aquellas definiciones en el plano global, llega la hora de volver a hablar de la intriga local.

¿Qué importancia tiene esa intriga? Pues una importancia relativa. Al igual que con Carlos Menem a fines de los años 1980 y a principios de los 1990, será la geopolítica la que determine la orientación real del gobierno que surgirá de las urnas el próximo mes de octubre o en noviembre, en caso de haber un ballotage. No es entonces tanto una cuestión del nombre propio que resulte electo presidente de la Nación en esas elecciones, sino de cómo ese gobierno nuevo se ajuste al llamado “concierto de las naciones”. Menem ganó con las consignas de “revolución productiva” y “salariazo” y luego, al caer el Muro de Berlín y al disolverse la Unión Soviética, naturalmente se plegó a la hegemonía unipolar de unos Estados Unidos que a partir de allí no tuvieron más rivales en el mundo.

Ahora la rivalidad vuelve a arreciar con el ascenso vertiginoso de China y el desafío de Rusia a Occidente en Europa. La hegemonía unipolar de los Estados Unidos está terminando y habrá en consecuencia un reordenamiento de la política mundial cuyo impacto sobre nuestra política de cabotaje será, como siempre, total. Esa es una forma de decir lo obvio ululante: gane quien gane las elecciones aquí, ese ganador necesariamente tendrá que ajustarse al nuevo ordenamiento. Esa es la importancia de las elecciones de este año, una importancia más bien simbólica en el plano de la ideología que en el de la praxis política concreta, sin cuidado del nivel de dramatización que los dirigentes y los militantes quieran darle a lo que ellos mismos llaman la “batalla decisiva” de las elecciones de 2023.

Ese dramatismo viene dado por un gobierno que fracasó en el cumplimiento de su plataforma electoral y que ahora peligra con perder las elecciones a manos de quienes habían sido derrotados en 2019 por haber hecho un desastre. Los perpetradores de un saqueo pueden volver y eso es dramático, sin lugar a duda, pero hay más: hay un tercer personaje en discordia que se presenta como una figura disruptiva, como un sujeto peligroso y dispuesto a dinamitarlo todo, al menos en lo discursivo. Con esos peligros a la vista las elecciones de octubre de este año se ven como una encrucijada en la que equivocarse al votar podría equivaler a una catástrofe aun mayor que la actual, la que ya es de por sí bastante grande.

Pero eso no puede ser así por la simple razón de que las revoluciones no se hacen votando. Las elecciones son un instrumento del sistema para la introducción de pequeños cambios graduales o paulatinos a cada ciclo electoral, no para hacer borrón y cuenta nueva a partir de la asunción de un nuevo gobierno. Es poco probable que Javier Milei, el candidato que se presenta como disruptivo, vaya a hacer la demolición que promete hacer en caso de ganar las elecciones, eso por lo general no suele funcionar así. Lo más probable es que introduzca una narrativa ideológica muy extrema y en la práctica temple conservando mucho de lo que actualmente existe. La importancia de Milei es otra.


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