Entre el enemigo ausente y el interno

Ciertos sectores de nuestra política insisten en la búsqueda de un enemigo interno para justificar la participación de las fuerzas armadas en tareas que son propias de las fuerzas de seguridad nacionales y provinciales. El objetivo no declarado, aunque muy evidente, es el debilitamiento geopolítico de nuestro país en sus capacidades de defensa de un territorio muy rico, muy extenso y ya de por sí muy vulnerable. Lejos de proponer la resolución de los problemas, el discurso de la política hoy tiende a crear problemas nuevos y a no resolver nada en absoluto.

A pesar de las experiencias pasadas, ciertos sectores políticos de Argentina se rehúsan a abandonar la búsqueda de enemigos internos para los cuales es necesaria la utilización de las fuerzas armadas. Desde hace algún tiempo fenómenos tales como los “mapuches” en la Patagonia y el narcotráfico en Rosario han sido ejes de discusiones que alimentan la angustia social, donde se oyen voces que apelan a un viejo discurso que busca transformar a las fuerzas armadas en un especie poco acabada de Guardia Nacional.

Ante el deterioro notable del instrumento militar, el rol de las fuerzas armadas ha estado en constante debate de forma cíclica en la esfera pública desde hace décadas. Más allá de las noticias escandalosas de hechos criminales, una gran parte del arco político actual cree que las fuerzas armadas podrían ser bien aplicadas en seguridad interior.

Las comparaciones con otros países son inevitables. El fervor por la respuesta militar a la seguridad interna encontró un norte muy peculiar ante la campaña mediática internacional del presidente salvadoreño Nayib Bukele, que no solamente puso en funcionamiento una mega prisión, sino que dotó a las fuerzas nacionales de El Salvador de un gran poder para perseguir y aprehender a las maras, la organización criminal más importante de su país.

Es indudable que Argentina sufre diversos flagelos socioeconómicos que se traducen en una amplia variedad de situaciones que afectan y perjudican a las familias, trabajadores y ciudadanos honestos que buscan vivir en tranquilidad. Ahora bien, la utilización del instrumento militar ante la existencia de organizaciones que afectan el orden público interno no solamente responde a una mirada miope de la realidad, sino que colabora con la existente destrucción del aparato de defensa nacional; en definitiva, al debilitamiento geopolítico argentino.

El éxito rutilante de Nayib Bukele contra las pandillas en El Salvador disparó aquí y en todos los países de la región el debate: ¿Es posible derrotar al crimen organizado? Bukele demostró que sí y ahora por todas partes surgen dirigentes declarándose dispuestos a emularlo.

Como punto de partida es importante distinguir entre fuerzas armadas (FFAA) y fuerzas de seguridad (FFSS). Las FFAA son el instrumento militar propiamente dicho, esa es la organización encargada de la defensa del territorio y de la soberanía de un país. En cambio, las FFSS son el cuerpo policial encargado del mantenimiento del orden público interno de un país. Es decir, las FFAA velan principalmente contra agresiones externas y las FFSS están a cargo del poder de policía en el cumplimiento de la ley a nivel interno. En Argentina se observa dicha distinción de forma legal con la Ley de Defensa Nacional (23.554) y la Ley de Seguridad Interior (24.059).


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