Escasez

Con la complicidad de una izquierda que es uno de los brazos del sistema, las élites intentan instalar la idea de la escasez como solución a los problemas del mundo. La idea es que las almas débiles queden convencidas de que su propia privación y la de sus pares es la condición necesaria para salvar el planeta de la destrucción y así se pierde de vista que el problema es el acaparamiento por parte de una minoría privilegiada cuyo apetito por la concentración de la riqueza parece ser insaciable.
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Este verano que ya claudica causó gran escándalo que un famoso escritor sistémico y de izquierdas proclamase: “Si hay una salvación posible para este mundo es recuperar la idea de escasez”. La frase, como suele suceder con los titulares de prensa, estaba descontextualizada, pero al personal le molestó que diese estos consejos alguien que nadaba en la abundancia.

A mí la frase me pareció desafortunada por otra razón muy diversa. El concepto de “escasez” referido a nuestro mundo y a nuestra época se me antoja una burla, pues ni los recursos del planeta son “escasos” (aunque, desde luego, sean finitos) ni me parece serio referirse a la “escasez” cuando la actividad económica de los países capitalistas se orienta obsesivamente hacia el crecimiento, olvidando que su finalidad fundamental no es el mero incremento de la producción ni el beneficio, sino la atención de las necesidades materiales y espirituales de la comunidad (poniéndoles, por supuesto, unos límites y un orden jerárquico, como conviene a la consecución del bien común).

La salvación del mundo no se cifra en recuperar la “idea de escasez” sino la de justicia, que consiste en dar a cada uno lo suyo. Otra cosa es que una vez satisfechas sus necesidades, una persona virtuosa deba amar la pobreza, entendida no como lacra (que siempre debemos combatir), sino como virtud que nos ayuda a desprendernos de los bienes materiales. Pues en efecto, la posesión de bienes materiales influye en la persona de modo nefasto: el hombre no sólo “posee” las cosas sino que estas, al estar unidas a su propia existencia, acaban “penetrando” en su interior, acaban adueñándose de su alma, como la célula cancerosa se adueña de nuestro organismo.

Pero la virtud de la pobreza no se cultiva desde la “escasez”, sino desde el desapego o desprendimiento. En realidad, recuperar la “idea de la escasez” sólo salva al reinado plutocrático mundial y a los gobernantes malignos que lo sostienen. A ellos les conviene que hagamos de la “escasez” un acto heroico: cambiemos el aceite de oliva por el aceite de girasol, cambiemos el filete por la pizza recalentada, cambiemos el piso en propiedad por el cuchitril alquilado y compartido, cambiemos la prole por la mascota, etcétera y de este modo salvaremos el mundo.

Pero haciendo tales cosas no estamos salvando el mundo, estamos salvando el reinado plutocrático mundial que desea concentrar la riqueza en muy pocas manos (en España, sin ir más lejos, el uno por ciento más rico de la población concentra una cantidad de riqueza superior a la del ochenta por ciento más pobre) y a los gobernantes malignos que actúan a sus órdenes. La invitación a recuperar la “idea de escasez” que nos hacía el escritor sistémico concuerda con esos reportajes que asiduamente publican los medios de cretinización de masas, presentando como modelos sociales a esos pobres diablos que para reducir gastos ponen la lavadora en el conticinio, o popularizando anglicismos repugnantes como staycation (vacaciones en casa) o coliving (compartir vivienda).


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