Para las almas sensibles, aclaremos de inmediato: el título es una provocación, una provocación a ustedes, sí, a ustedes que son almas sensibles. No obstante, creo que la pregunta es válida, de modo que si ya saben que el día después de Milei será mejor, evítense continuar la lectura.
Segunda aclaración: plantear este interrogante no supone una defensa del actual gobierno ni una valoración positiva ni un llamado a defenderlo. De modo que podemos ser enormemente críticos de este gobierno, incluso podemos decir que es lo peor que nos pasó en la historia y lo peor que le pasó a la humanidad y sin embargo preguntarnos: ¿Estamos seguros que el posmileísmo será mejor?
La pregunta es, además de provocadora, en parte retórica, porque efectivamente, no sabemos si lo que vendrá después de Milei será mejor pero al mismo tiempo dejamos abierta la posibilidad, contra todo pronóstico, de que la respuesta al antisistema no sea un retorno al sistema sino un salto a un nuevo vacío incluso encarnado en un sujeto que aún no conocemos, del mismo modo que nadie tenía en su radar dos años y medio antes de la elección de 2023 que el ganador sería ese economista anarcocapitalista, conservador y populista que se preparaba para dar el salto a la política de la ciudad. Para decirlo con nombres propios y con claridad: el fracaso de las grandes coaliciones que se alternaron en el poder generó un Milei. ¿Qué podría generar, entonces, un eventual fracaso de Milei?
El sistema de partidos y la forma de hacer política ha sufrido tal conmoción después de la última elección que todo es posible y al outsider le puede salir un outsider más outsider, por derecha, por izquierda, por arriba, por abajo. A contramano de lo que indicaría el politólogo italiano Giuliano Da Empoli en Los ingenieros del caos, no es cierto que la nueva era populista sea posideológica en el sentido de ser una suerte de dispositivo de exaltación de las pasiones tristes completamente vaciada de contenido.

Por supuesto que ha sido así en muchos casos y podría serlo en Argentina, pero el caso de Milei ha sido el contrario: se trata de un ejemplo de sobreideologización del debate. Entonces hay algoritmo, hay caos objetivo y exacerbación de ese caos objetivo, pero hay ideología. Mucha ideología. Lo que en todo caso sí cabe decir es que esa ideología está más en el presidente y sus funcionarios que en la ciudadanía. Efectivamente, y disculpen por pinchar el globo: la mitad de la Argentina no es anarcocapitalista. De modo que lo que viene puede venir de cualquier lado, incluso con una ideología potente y radical opuesta a la de Milei.
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