La cúpula de humo

Sin vergüenza y con muchísima voracidad el complejo industrial militar-farmacéutico hace de la usurpación territorial de Israel sobre el territorio palestino un sumidero de recursos por el que se pierden miles de millones de dólares todos los años. Todo eso se sostiene en base a una ficción: la de un invulnerable sistema de defensa aérea que se vende como un domo invisible en el cielo. Se realiza el vaticinio de Eisenhower y los señores de la guerra dominan la política internacional a pura venta de humo.
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A partir de su instalación en 2011 sobre el territorio palestino ilegalmente ocupado por Israel, la llamada cúpula de hierro ha sido promocionada ante la opinión pública global con la profusa difusión de impactantes imágenes en las que se ve aquello que parecería ser un escudo en el cielo. A cada ataque con cohetes desde Gaza por parte de Hamás o desde el Líbano por Hezbolá, los medios de difusión hicieron una sobreexposición de dichas imágenes —que casi siempre son nocturnas para que el contraste de luces sea aún más evidente— con la finalidad de inducir al desinformado telespectador a creer que existe allí una suerte de domo invisible suspendido a cierta altura y contra el que los proyectiles lanzados desde el Líbano y desde Gaza parecerían estrellarse y desintegrarse, como por arte de magia, sin llegar jamás a tocar el suelo. De tanto ver esa pirotecnia fantástica en televisión y en las redes sociales, el observador promedio habría de quedar maravillado por las capacidades militares de Israel.

Esa imagen tan sensacional de un domo antiaéreo quedaría plasmada en el sentido común a nivel mundial definitivamente dos años más tarde, en 2013, al lanzarse en el plano de la ficción propiamente dicha la serie televisiva Under the dome. Inspirándose en la obra literaria de Stephen King titulada La cúpula, el director estadounidense Steven Spielberg produjo esta serie para materializar en una imagen la excéntrica idea de un domo invisible e impenetrable. El lanzamiento de esta serie en 2013 podría parecer casual o sin relación alguna con el sistema antimisiles que los israelíes habían puesto en marcha dos años antes, pero el hecho incontrastable de que Steven Spielberg es un agente sionista enquistado en la maquinaria de propaganda hollywoodense echa por tierra esa hipótesis. Ninguna de las obras de Spielberg en particular o de Hollywood en general es inocente, todas se han hecho con el objetivo primario de instalar ideología en el sentido común. Para eso existe Hollywood fuertemente financiada primero por el gobierno de los Estados Unidos y luego por las corporaciones.

Afiche promocional de ‘Under the dome’, la serie de televisión con la que Hollywood generalizó, sobre todo en Occidente y en las colonias, la imagen de un domo invisible e impenetrable que está en la base del concepto subyacente a la cúpula de hierro israelí. Mediante esta operación cultural, Hollywood instala en el sentido común lo imposible y luego, con la quimera materializada en la imagen, el telespectador va a pensar en la tecnología de defensa cuando la encuentre descrita en los medios de comunicación. El sentido común es muy prosaico y el truco, por lo tanto, es infalible.

Y por eso Steven Spielberg tiene tanta relevancia. Un rápido relevamiento en Google de las opiniones de Spielberg sobre la política en Medio Oriente confirmará su militancia sionista y un posterior análisis detallado del contenido propagandístico en su obra para el cine y la televisión hará el resto. Under the dome fue el aporte decisivo de Hollywood al propósito de materializar en la conciencia colectiva a nivel mundial la imagen de la cúpula de hierro israelí como un domo invisible, impenetrable e invencible. Spielberg es judío, desde luego, aunque no por ello hace lo que hace. De hecho, hay en el mundo muchos judíos que no apoyan el chanchullo del Estado de Israel. Spielberg hace la propaganda ideológica de los israelíes desde Hollywood porque es sionista y, al serlo, apoya por principio la usurpación territorial y la limpieza étnica que Israel está imponiendo en Palestina.

Desde La lista de Schindler hasta Under the dome y en días recientes con el proyecto de un documental sobre los hechos del pasado 7 de octubre, en el que ciertamente demonizará a los palestinos para legitimar socialmente el genocidio que Israel viene imponiendo desde entonces, Spielberg hace una narrativa más histérica que histórica en la que los israelíes aparecen por momentos como víctimas indefensas de un mundo que los odia y los quiere extinguir porque sí y, por otros, como un pueblo-nación protegido por un Estado poderoso cuya tecnología militar incluye un domo invisible más bien propio de la ciencia ficción. He ahí el punto: la cúpula de hierro es como casi todo lo que produce y exporta Israel desde 1948, es un relato ideológico con fines políticos que además tiene poco y ningún arraigo en la realidad. La cúpula de hierro israelí no es más que propaganda de guerra hollywoodiana.

El brillante y laureado realizador del cine y de la televisión Steven Spielberg pone su firma en la adaptación de la obra de Stephen King para moldear la opinión pública a nivel mundial favorablemente a Israel. Spielberg es judío, aunque eso no es lo importante: lo que importa es su afiliación al sionismo israelí y todo el servicio prestado a esa causa a lo largo de décadas. En todas sus películas y series —a veces más y a veces menos abiertamente— Spielberg hace su militancia y justifica simbólicamente la usurpación territorial de Israel en tierras de Palestina. Spielberg es “estadounidense” así, tiene el signo de la “doble nacionalidad” que en realidad es lealtad al país que considera como de origen.

La cúpula de hierro no es ningún domo invisible en el cielo, sino más bien un sistema de misiles tierra-aire que se disparan desde Israel cada vez que los radares detectan algún objeto volador no identificado y presumen que ese objeto es un cohete palestino o libanés. La imagen del domo es muy potente e induce al error de pensar en ella literalmente, cosa que mucha gente en el mundo hace gracias a la propaganda de guerra sionista, pero está lejos de ser real. En una palabra, los cohetes que se disparan desde Gaza o el Líbano no impactan contra ningún domo invisible. Para cada uno de esos cohetes que se lanzan Israel debe disparar al menos un misil teledirigido y abatirlo en el aire, antes de que toque el suelo. Por lo menos uno, véase bien, porque si falla el primer intento de derribo del cohete en cuestión, algo que ocurre mucho más a menudo de lo que los israelíes están dispuestos a admitir, la cúpula de hierro debe seguir disparando sus misiles hasta lograr el objetivo.


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