La distopía es hoy (y es la justicia paralela)

En la superación del arte por la realidad avanza en Occidente el control distópico de la sociedad mediante el uso de la tecnología. Los casos puntuales de Russell Brand en Inglaterra y de Brandon Jackson en los Estados Unidos encienden todas las luces de alarma respecto al estado actual de los medios tecnológicos y la capacidad de las grandes corporaciones que poseen esos medios para controlar a los individuos hasta ser dueñas de su vida, de su patrimonio y su libertad, prerrogativas clásicamente atribuidas al sistema judicial legalmente establecido. Un “admirable” mundo nuevo surge delante de los ojos de los contemporáneos.
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La ficción: Black Mirror. Comencemos por la ficción. White Christmas es el nombre del episodio de la serie británica Black Mirror en el que, ambientada en un futuro más o menos cercano, dos hombres están encerrados en una casa y entablan un diálogo sentados alrededor de una mesa. El primero le confiesa al segundo que está allí porque cometió un error. Efectivamente, este hombre era parte de una empresa de tecnología que a través de la incrustación de un chip lograba extraer una copia de la conciencia de los clientes para que estos la utilizaran en dispositivos inteligentes que les resolvieran asuntos prácticos del hogar, de esos que siempre resolvimos sin la ayuda de la tecnología. Así, por ejemplo, esta copia de la conciencia podría encargar una compra de comida si la heladera está vacía, encender la ducha del baño o iniciar el proceso para tostar el pan. Nada muy distinto a lo que ya sucede con las casas inteligentes sin necesidad de incrustaciones o conciencias copiadas, pero volveremos sobre ello más adelante.

Lo cierto es que este hombre, además, en sus ratos libres, ofrecía unos servicios de consejos para citas amorosas. Lo hacía gracias a que existía un dispositivo que también se incrustaba en los usuarios y le permitía al consejero ver a través de los ojos de sus clientes. El punto es que ocurre un hecho desgraciado: uno de los clientes consigue que una señorita lo invite a su casa, pero lo que iba a ser una noche de pasión acaba con la señorita asesinándolo. El hecho sale a la luz y, como consecuencia de ello, el consejero ve roto su matrimonio, pero además debe enfrentar cargos en la justicia por realizar una actividad ilegal y por no denunciar haber sido testigo de un asesinato.

Obligado así a colaborar con la policía, este hombre se propone hacer confesar un crimen a quien está sentado frente a él y finalmente lo logra. En este caso, el segundo hombre había asesinado a su exsuegro, acción que a la larga derivó en la muerte accidental de una niña. Sin embargo, a pesar de lograr su cometido y obtener la confesión, la policía finalmente le explica al “consejero sentimental” que los cargos que pesaban sobre él eran demasiado importantes y que, por lo tanto, podría salir en libertad, pero estaría “socialmente bloqueado”. Esto implicaba estar en el mundo real en una situación análoga a la que se daría si todas las cuentas de todos los usuarios de las redes sociales del mundo lo hubieran bloqueado: interacción cero con el mundo. Ese era el castigo que ahora imponía la justicia y así de angustiante sería la vida real de este hombre “cancelado”.

Interpretación artística en estilo pop-art de una de las hipótesis distópicas de ‘White Christmas’: la de la mujer que bloquea a su marido al no poder enfrentarlo para revelarle que está embarazada de su amante.

Detengámonos en este punto porque lo que me interesa de este episodio es, justamente, el modo en que los creadores de Black Mirror trasladan una acción propia de las redes sociales a la vida real. Me refiero a la posibilidad de “bloquear” a alguien. Para quien no está familiarizado, en cualquier red social es posible bloquear a un usuario con el que, por las razones que fueran, no queremos tener contacto. Por ejemplo, en espacios como Twitter es muy común que haya usuarios agresivos y bloquearlos suele ser una opción saludable. Pero también es bastante común de hijos a padres para mantener cierta “privacidad” o entre exparejas que no han finalizado de buena manera su relación. Borrar a alguien indeseable de nuestras vidas es una fantasía que seguramente todos hemos tenido alguna vez, pero la vida real no es como una red social.

Sin embargo, quizás interpretando ese espíritu, en este capítulo de Black Mirror, gracias a un nuevo dispositivo es posible bloquear gente en la vida real. Así, por ejemplo, en una discusión de pareja, la mujer bloquea al hombre por dos horas hasta que se le pase la bronca, pero también hay un caso de una mujer que ha quedado embarazada de su amante y, al no poder enfrentar a su marido, lo bloquea de por vida. En la serie, ser bloqueado en la vida real significa que el mundo nos verá “blureados” y que la persona no podrá interactuar con nadie convirtiéndose así en una suerte de “muerto en vida”.


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