Horacio Rodríguez Larreta leyó bien, como de costumbre, los resultados de los focus groups y vio que la conclusión es clara: la ideología de género ya no les cae muy simpática a las mayorías, si es que alguna vez les cayó simpática. Al percibir un estado de parálisis generalizada en la política para todo lo que tiene que ver con la resolución de los problemas reales y actuales de la sociedad, los no ideologizados empiezan a asociar el discurso ideológico de género con dicha parálisis. Y lógicamente canalizan su enojo por ese lado.
Los no ideologizados son muchos, son la abrumadora mayoría a la que esos aprendices de brujo llamados consultores intentan aprehender en su opinión con los focus groups. Esas mayorías están angustiadas, nerviosas, enojadas en todo sentido por una situación económica terminal y una política que no da respuesta. Lo único que esas mayorías ven porque la propia política se encarga de difundir oficialmente en cada acto y en cada spot televisivo es propaganda ideológica y, más precisamente, propaganda ideológica de género.
La asociación es automática: la inflación es galopante, escasea el combustible para la producción y el transporte, hay inseguridad en las calles, la vida está cuesta arriba. Pero cada vez que los de abajo miran hacia arriba buscando en los dirigentes una respuesta, se encuentran con el anuncio de una nueva política de “inclusión” para las minorías definidas por orientación sexual. Sí, la asociación es clarísima y los consultores de los focus groups ya la vieron.
¿Quiénes no la ven? Pues los dirigentes políticos del oficialismo y sus intelectuales orgánicos —en un sentido vulgar no gramsciano, dicho sea de paso, orgánicos al partido y al Estado—, muy leídos iluminados ellos, pero no muy capaces a la hora de sintonizar con la plebe para tomar la temperatura de su humor. Como si no pasara nada en el país, esos dirigentes siguen abusando del discurso ideológico y esos intelectuales siguen escribiendo los discursos. No la ven, no están viendo que las mayorías populares están más interesadas en su propio bienestar que en políticas de Estado creadas para reparar las injusticias que se han cometido históricamente contra el 0,12% de la población.

Rodríguez Larreta hizo lo que hace todos los días por la mañana, leyó el resultado del focus group y la vio. “El que lance una provocación ahora contra la ideología de género”, pensó Rodríguez Larreta, “va a ponerse simbólicamente al frente de la demanda de un montón de gente”. Montones de gente son montones de votos y eso es lo que los dirigentes políticos quieren. Además de ser un dirigente político, Rodríguez Larreta es un gran oportunista y sabe atribuirse la representación de las demandas de muchos sin representar en absoluto los intereses de estos. Con el solo discurso, hipócrita y demagogo, Rodríguez Larreta se adjudica esa representación, se hace votar por muchos y gana elecciones.
Entonces Rodríguez Larreta leyó el resultado del focus group y con la alharaca de siempre publicó una ordenanza municipal prohibiendo en las escuelas de su distrito el uso pedagógico de la jerga ideológica de género mal llamada “lenguaje inclusivo”. Fue exactamente eso lo que hizo Rodríguez Larreta, lo único que puede hacer por el cargo público que ocupa: una ordenanza municipal, una ley que no excede el territorio de un distrito entre cientos que hay en nuestro país. Con una ordenanza municipal Rodríguez Larreta golpeó en la línea de flotación de sus rivales.
¿Por qué? Pues porque sus rivales no leen resultados de focus groups y solo se guían por su ideología, la que únicamente existe en un microclima. Los rivales de Rodríguez Larreta son medio tontos, ineptos en sus fines, sobreideologizados, un poco malintencionados en sus afiliaciones o todo eso a la vez. Pero lo fundamental es que no leen los resultados de los focus groups, no se los encargan a los aprendices de brujo de la consultoría política. Y como tampoco pisan jamás la calle porque se acostumbraron a la suavidad de las alfombras de los ministerios o al confort de las mesas chicas regadas a whisky, se quedan sin saber qué piensan las enormes mayorías populares.

Todos, absolutamente todos los rivales de Rodríguez Larreta en la grieta eterna salieron a contestarle a Rodríguez Larreta por su ordenanza municipal. No se los ve ocupados en crear políticas de Estado para resolver el problema de la inseguridad, no se los ve trabajando contra la inflación que licua el ingreso de las clases populares trabajadoras y medias, no se los ve en lo que las mayorías consideran importante. Pero sí se los ve poniendo el cuerpo con pasión para que en las escuelas de un distrito del país esté permitido decir “chiques” en vez de, por ejemplo, “chicos y chicas”. De eso hicieron poco menos que una cuestión de seguridad nacional.
De una ordenanza municipal en el ámbito de las escuelas y sobre una cuestión de jerga ideológica, véase bien.
Lo que Rodríguez Larreta hizo fue dejar expuesto que la prioridad de sus rivales es la jerga ideológica de género y no lo que les preocupa a los muchos. Está claro que no es tan así, pero eso no tiene ninguna importancia. Nietzsche tenía razón cuando ponía la interpretación por encima de los hechos, lo que vale en la política y en la organización social de un modo general es la interpretación de los hechos y esta la puso Rodríguez Larreta sin hacer mucho más esfuerzo que leer bien los resultados del focus group.
Rodríguez Larreta impuso la interpretación del hecho y ganó, se adjudicó la representación de un montón de gente que no sabe muy bien qué quiere, pero sabe exactamente que no quiere tolerar la tomada de pelo. Es el mismo Rodríguez Larreta que pertenece a la fuerza política responsable por el desastre actual, al menos en parte, al haber volcado la economía del país y luego tomado deudas que la Argentina no está en condiciones de pagar.
Es el mismo Rodríguez Larreta que en su gestión como intendente hizo barbaridades con la caja de la ciudad más rica de Hispanoamérica. Ese mismo Rodríguez Larreta enemigo del pueblo se hizo de la representación simbólica de una buena parte del pueblo al que en la práctica maltrata y castiga.

Y todo lo hizo mientras leía bien el resultado del focus group, no conviene perder de vista eso. Explotando la debilidad y el enajenamiento ideológico de sus rivales en la política, Rodríguez Larreta se ganó el voto y el apoyo de la gente a la que el propio Rodríguez Larreta le roba todos los días. Piense el atento lector en la magnitud de esta injusticia, sienta por un momento la indignación que genera el percatarse de este hecho. Horacio Rodríguez Larreta tendría que estar dando explicaciones en los tribunales, pero ahí no está. Está, por el contrario, en carrera presidencial y juntando votos de a decenas o cientos de miles a partir de la miopía y la estupidez de sus rivales.
Esa es la magia de la lucha política cuando la política logra definirse no por lo que hace, sino por lo que niega. Como el que vota lo hace por el candidato que hay y no por el candidato que quiere —esa es una característica fundamental del sistema de representación al que llamamos vulgarmente “democracia”, aunque no tiene mucho que ver con eso— y las opciones siempre son A y B limitadas por una hegemonía, A puede ser muy malo, puede ser notoriamente un esperpento, pero si B es estúpido y está enajenado de la realidad social entonces va a ganar A si A además es capaz de exponer esa estupidez y esa enajenación.
Rodríguez Larreta es ese esperpento frente a estúpidos enajenados y frente a nada ni nadie más, sabe que esas son las alternativas que va a tener el pueblo en las urnas. Sabe que provocando a sus rivales los va a exponer forzándolos a cometer errores y eso es lo que hace magistralmente. Leyendo los resultados del focus group, por supuesto.
La ideología es veneno en la política porque normalmente no coincide con las esperanzas y los miedos de las mayorías representadas, existe por lo general solo en las cabezas de los representantes y en los círculos exclusivos donde estos se mueven. Los rivales de Rodríguez Larreta están profundamente ideologizados, obligados por su ideología a defender apasionadamente la jerga ideológica de género como una bandera, pero resulta que eso no está entre las prioridades del pueblo. Rodríguez Larreta lo sabe por los resultados del focus group y aplica ese conocimiento a su praxis política para ganar.
Los cambiemitas en general y Rodríguez Larreta en particular chocaron un país hace no más de tres años, por lo que tendrían que estar proscritos de la política por voluntad popular y desfilando por los tribunales. Nada de eso ocurre, los cambiemitas y Rodríguez Larreta están más vigentes que nunca, presentándose públicamente como si fueran lo nuevo. Y todo porque la alternativa no existe: la alternativa se dedica a defender sus símbolos ideológicos y no a escuchar lo que las mayorías populares claman para ponerse al frente de esas demandas.

El nuestro es un sistema de representación y si el representante no hace su trabajo, que es el de representar práctica y simbólicamente los intereses del pueblo, alguien vendrá y simulará esa representación con cortinas de humo como la de la prohibición de la jerga ideológica de género en las escuelas de un distrito del país, cosa que no le da de comer a nadie, no resuelve el problema de la inflación y ningún problema en absoluto. Cosa que no sirve para nada, pero es suficiente para exponer la debilidad de los rivales y adjudicarse la representación de las mayorías por exclusión.
Por simple exclusión: si entre A y B la ineptitud y la enajenación de B son notorias, entonces va a triunfar A aunque A tampoco represente los intereses de los pueblos. Va a ganar A simplemente porque quedó ya instalado que a B solo le interesa su propia agenda ideológica. Ni A ni B pisan jamás la calle, ambos están encumbrados y ninguno tiene contacto directo con la dura realidad de la plebe. Pero A es pragmático, no se enrosca con la ideología y lee muy bien los focus groups de los consultores, indaga mediante terceros en la opinión de los representados. No puede hacer nada bueno por estos, pues gobierna para los de arriba y eso no va a cambiar. Pero entiende la importancia de la representación simbólica y por eso gana.
Así fue cómo ganó Mauricio Macri las elecciones del año 2015 y así es cómo ganan todos los representantes de los intereses de las élites, de los privilegiados del mundo. Ganan cuando la alternativa deja de serlo, cuando el que debió ocuparse de las demandas de los pueblos priorizan su propia agenda ideológica. He ahí lo que le pasa al actual Frente de Todos en la política argentina: frente a una conducción que se omite, los dirigentes van a refugiarse entre los que piensan igual y comparten sus convicciones ideológicas, se pliegan hacia la secta. Y en la comodidad del consenso entre amigos pierden el contacto con el pueblo.
Pero las elecciones no se deciden entre amigos, el pueblo vota y está muy angustiado en estos momentos. El pueblo es la enorme mayoría en las urnas y la está pasando mal sin que nadie se ponga al frente de sus demandas urgentes. Y como tiene que votar igual lo hará por el que sepa acercarse simbólicamente más a su pensar y a su sentir. El pueblo está exigiendo representación en esta hora de trance. ¿Se la dará el Frente de Todos de aquí al 2023 abandonando la sobreideologización o les regalará el triunfo otra vez a los cambiemitas que leen muy bien los focus groups y saben qué cosas hay que decir y qué otras hay que callar en cada momento?