La política grande

Editorial 01

Pasado el vértigo electoral que con su fuerza centrípeta atrae todas las atenciones y consume todas las energías de quienes nos dedicamos a hacer y a analizar la política, llega al fin el momento de volver la vista hacia aquello que realmente determina la vida de todos. Fuera de nuestras fronteras y en lugares que la mayoría de nosotros ignora, en alguna parte alguien está conspirando —véase la importancia de este término en el desarrollo de esta edición, en las siguientes páginas— para lograr objetivos políticos en la política grande, la política total, que es la geopolítica.

Ya lo decía el General Perón en uno de sus momentos de mayor lucidez: la verdadera política es la política internacional. Y no porque lo nuestro no valga o porque seamos menos que nadie, sino por el simple hecho de que sobre todo en los países dependientes como la Argentina gran parte de las decisiones está supeditada a la coyuntura global, esto es, en el concierto de las naciones se establecen las condiciones en las que se va a discutir acá la política local.

Y también eso de “concierto de las naciones” debería cuestionarse hoy más que nunca. Hasta mediados del siglo pasado la política internacional o geopolítica era un asunto de Estados, se hablaba de la influencia de los Estados Unidos en tal o cual región, del avance de los soviéticos por los flancos que los estadounidenses no cubrían muy bien, del despertar de China, de la situación entre las potencias de Europa, etc. La política internacional era eso mismo, era una cosa entre naciones. Pero la irrupción de las corporaciones en el escenario, casi siempre con mayor poder que casi todos los países existentes, cambió el panorama. Hoy la geopolítica es un asunto de corporaciones contra Estados, a veces aliadas con ciertos Estados en contra de otros o por la razón que fuere, pero es un tema mayormente de corporaciones trasnacionales absolutamente apátridas.

Esa es la política grande en los días de hoy, en oposición a la política chica o menor que es la política nacional de cada país. Para entender la realidad, para saber de qué va realmente el mundo hay que observar primero el comportamiento de las corporaciones en el tablero del sistema capitalista (o poscapitalista) actual y luego ver la forma en la que van a acomodarse los Estados en esas condiciones impuestas. La lucha clásica entre naciones es ya una cosa anacrónica, la geopolítica no se observa ni se analiza así. Ahora la narrativa pasa fundamentalmente por la voluntad de los ricos del mundo.

Ese es el resultado de la concentración de la riqueza, la que hoy en día está en niveles tan altos que no registran precedentes en la historia. La propiedad de la riqueza material y simbólica está en tan pocas manos que esas manos llegan a ser más ricas que miles de millones de hombres y más poderosas que casi todos los países del mundo. Esas son las élites globales, que siempre existieron y sin embargo hoy están por primera vez en condiciones de divorciarse de la sociedad y de dominarla y dirigirla a la vez.


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