En medio a un clima político absolutamente caldeado por la debacle económica y la conmoción generada por el alegato del fiscal Diego Luciani un hecho inesperado terminaría poniendo patas arriba lo que aún quedaba de orden en la Argentina: un individuo armado con lo que parecería ser una pistola semiautomática lograba en las últimas horas de agosto sortear la custodia y apuntar contra la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner.
El hecho conmocionó al país y determinó la agenda del debate público por los siguientes varios días. Esta 55ª. edición de Hegemonía, sin ir mucho más lejos, se encontraba ya lista para ver la luz al iniciarse el mes de septiembre. Pero el intento contra la vida de Cristina Fernández habría de alterar todos los planes a punto tal que desde esta redacción hemos tenido que modificar todo lo hecho, empezando por la portada. En el plazo de un fin de semana nació una nueva edición de la Revista Hegemonía, absolutamente distinta a la original. Veníamos a hablar de la maniobra económica de Sergio Massa en el marco de la recolonización de nuestro país y terminamos presentando la crónica de un atentado que no fue.
Pero no cualquier crónica, por supuesto. Fiel a su tradición de hurgar en el reverso de la trama para brindarles a sus lectores el análisis crítico de la realidad que no existe en otros medios, Hegemonía no se sube al tren del escándalo ideológico y tampoco al negacionismo delirante de quienes hacen de la política una cuestión binaria para lucrar. En poco más de 72 horas hemos preparado para nuestros lectores una edición cuyo contenido pone el dedo en la llaga y se pregunta a quién le conviene este río tan revuelto.
La agitación en la política argentina está llegando a niveles alarmantes, al menos para quienes tenemos la convicción de que la inestabilidad generada desde arriba no es buena para los que estamos abajo en la escala social. Existe hoy un intento por embarrar la cancha, mezclar los tantos, confundir y generar cantidades ingentes de ruido, lo que ya de por sí indica que grandes cambios se avecinan. Cuando desde arriba viene alharaca es porque también desde arriba vendrá imposición.
Nada es casual en la política ni hay accidentes, todo es un proceso al que el poderoso intenta —y en buena medida logra— dirigir con la ingeniería social para que el comportamiento político de las mayorías se oriente a fines determinados, es decir, lo que creemos que ocurre porque sí en realidad ocurre a partir de una programación, en la que funcionamos sin saberlo. La ingeniería social es invisible desde el lugar de sus engranajes y para comprender el sistema es preciso alejarse un poco de la máquina.
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