Loretta es poder

Por ironía del destino o más probablemente por razones de ingeniería social, la cultura “woke” asume hoy el rol de censor de las expresiones artísticas y culturales incómodas que alguna vez fue de las instituciones religiosas. Es la nueva religión del “progresismo” y de lo “políticamente correcto”, según la que no debe permitirse ninguna expresión que pueda ofender la sensibilidad de esta o aquella minoría por criterios de raza, sexo u orientación sexual. Y así llega el mundo a la paradoja de tener a los viejos luchadores por la libertad de expresión y contra la censura ejerciendo esa misma censura para destruir aquella libertad de expresión. El poder está allí ahora y conviene no perder de vista los intereses que subyacen esta polémica de lo absurdo.
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La censura cayó ahora sobre la adaptación teatral de La vida de Brian, la mítica película de los Monty Python estrenada en 1979. En particular sobre una icónica escena que más de 40 años atrás hacía reír por lo absurda que era. Para contextualizar, reunidos en el Coliseo de Jerusalén, los miembros del Frente Popular de Judea discuten una agenda de reivindicaciones contra las autoridades y lo primero que aparece allí es una sátira al denominado hoy “lenguaje no sexista” o “lenguaje inclusivo”. Más específicamente, hacia aquello que los lingüistas llamarían la duplicación innecesaria que afecta la economía del lenguaje cuando se dice, por ejemplo “es el derecho inalienable de todo hombre (y de toda mujer) ser liberado (y liberada)…”, etc. En la escena, la necesidad de adicionar el femenino ante cada frase, hace que el protagonista directamente pierda el hilo de la conversación y su idea quede truncada.

Pero el asunto no termina aquí pues uno de los protagonistas plantea que desea ser llamado Loretta y que, a pesar de ser un varón, tiene derecho a gestar un hijo. Frente a ello, uno de los interlocutores, visiblemente escéptico, le indica que por ser un varón no tiene las condiciones biológicas para parir, a lo cual Loretta responde “no me oprimas”. Finalmente, la mujer del grupo interviene e indica que aun cuando podemos acordar que Loretta no tiene la posibilidad de engendrar un hijo, puede existir el derecho a que un hombre pueda hacerlo. Frente a ello, el escéptico pregunta cuál sería el sentido de reivindicar un derecho que en la práctica es de imposible cumplimiento, a lo cual uno de los interlocutores responde que sería “un símbolo de nuestra lucha contra la opresión”. Pero el remate lo tiene el escéptico quien advierte que no es así y que, en todo caso, más bien sería un símbolo de la lucha de Loretta contra la realidad.

Recreación del afiche de la película ‘La vida de Brian’ con motivo de conmemorar los 40 años de lanzamiento de la obra. Hoy la adaptación teatral de esta pieza magistral se encuentra con la censura por parte de quienes en 1979 lucharon contra la censura de la época, la que quiso imponer entonces la Iglesia católica. Ahora, irónicamente, es el progresismo el que pretende cancelar la obra de Monty Python.

Es llamativo el don profético de la escena, incluso el uso de una terminología que hoy es habitual pero que para aquella época resultaba ajena; también el modo en que los Monty Python logran dar en el núcleo de toda una retórica “de los derechos” que en muchos casos plantea reivindicaciones a veces excesivamente minoritarias, a veces inexistentes, a veces impracticables.

El caso es que el diario The Telegraph publicó una entrevista a John Cleese, uno de los fundadores de los Monty Python, quien confiesa que en los ensayos realizados en Nueva York el año pasado con el fin de la adaptación al teatro del guion de la película, los actores consideraron que no era adecuado incluir la escena porque el colectivo trans podía verse ofendido. La anécdota no hace más que mostrar que la gran perversión de la corrección política es la autocensura.

Al momento del estreno, La vida de Brian originó un escándalo porque, en su parodia, cristianos y judíos se sintieron ofendidos. De hecho, en distintas partes del mundo, sectores religiosos presionaron con distintos niveles de éxito para que la película no se estrene o se censure. Sin embargo, y como suele o, al menos, solía ocurrir, la libertad se impuso y hoy podemos ver la película completa aun sabiendo que hay quienes pueden sentirse ofendidos.


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