Los ignorantes

En Canadá, uno de los laboratorios más utilizados por el globalismo para probar las hipótesis de la ingeniería social un psicólogo llamado Jordan Peterson cuestiona la imposición de la agenda “woke” y, al parecer, sale ileso de la experiencia. Por primera vez en muchos años un disidente no es puesto en la máquina de triturar de la censura y la cancelación por opinar fuera del canon hegemónico del “progresismo” globalista. ¿Cambio de época o la comprensión por parte del poder de que es necesaria cierta flexibilidad para que el esquema no se caiga? Sea como fuere, lo cierto es que después de mucho tiempo empieza a existir cierta comprensión de que no es ignorancia la opinión en disidencia. La democracia respira.

Apenas unas semanas atrás, el psicólogo canadiense Jordan Peterson se vio envuelto en una polémica que escaló rápidamente y promete todavía nuevos capítulos. Para quienes no lo conocen, Peterson es el autor de libros como 12 reglas para vivir y Más allá del orden, publicaciones que se han vendido por millones. Sin embargo, su fama se forjó a partir de sus intervenciones en redes sociales y sus videos en YouTube donde, con un estilo irreverente y en muchos casos agresivo, suele arremeter contra el ideario progresista “woke” desde posiciones que pueden ser identificadas como liberales y/o “alt-right”.

En esta ocasión la polémica se suscitó a partir de una intervención de Peterson en un podcast y a través de Twitter donde compartió un mensaje de un candidato opositor a la actual administración y fue fuertemente crítico del primer ministro Justin Trudeau. A pesar de que el episodio podría haber terminado en el repudio de un grupo de usuarios frente a lo que habría sido un exabrupto de parte de Peterson, lo que sobrevino sorprendió a propios y extraños. Es que el Colegio de Psicólogos de Ontario amenazó a Peterson con retirarle su licencia de psicólogo en caso de no someterse a un curso de “reeducación” instrumentado para abordar las declaraciones públicas de los profesionales.

El episodio llegó tan lejos que, algunas semanas atrás, intelectuales como Steven Pinker y Jonathan Haidt entre muchos otros, publicaron una carta abierta “contra la caza de brujas sobre Jordan Peterson” en la que denuncian prácticas macartistas y donde se insta al Colegio a abandonar el adoctrinamiento ideológico para salvaguardar “lo que le queda de prestigio moral y profesional”. Para fundamentar su posición, los firmantes incluyen en esta breve carta un textual del comunicado del Colegio de Ontario donde se indica que algunas de las afirmaciones de Peterson respecto a ideología de género, cambio climático, superpoblación y energía nuclear “parecen socavar la confianza del público en la profesión en su conjunto y plantean dudas sobre su capacidad para llevar adelante sus responsabilidades como psicólogo”.

El psicólogo, escritor y polemista canadiense Jordan Peterson, quien invariablemente se ve envuelto en escándalos por su crítica despiadada al progresismo llamado “woke” en el mundo anglosajón. Lejos de ser ubicado en el lugar del paria, Peterson empieza a representar la opinión de cada vez más gente mientras se hace invulnerable a la represión institucionalizada en base a lo “políticamente correcto”. Una fuerte señal de que algo está cambiando en la opinión pública a nivel mundial.

Como la carta indica, es evidente que las diferencias con Peterson no son de índole profesional sino ideológicas y políticas. Es que no hay nada en las opiniones de Peterson que suponga alguna incapacidad o inconducta para ejercer su profesión aun cuando podamos estar en completo desacuerdo con cada una de las afirmaciones que realiza y con el modo en que las lleva a cabo.

Pero quisiera detenerme en lo que pareciera un aspecto menor, esto es, la supuesta necesidad de realizar “un curso” o una suerte de “capacitación” para comunicarse públicamente como condición para sostener su licencia. A priori parece tratarse de una provocación ya que todos sabemos que Peterson no aceptaría realizar ese curso o, en todo caso, lo aceptaría solo para exponerlo y burlarse públicamente de él. Sin embargo, si prestamos algo más de atención, la idea de la “capacitación” como solución encierra un sinfín de presupuestos que es necesario exponer.


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