La causa Malvinas es tanto para los militares como para todo argentino bien nacido una causa nacional y prioritaria. Debemos, por lo tanto, como cada mes de abril, rendir un sentido homenaje a nuestros héroes excombatientes y, en particular, pedir una oración por las almas de nuestros hermanos argentinos caídos en combate que hoy yacen en la tumba malvinera y en las aguas del Atlántico Sur, en ese rincón entrañable de nuestra patria.
La guerra de Malvinas de 1982, por su parte, estuvo motivada por intereses subalternos, intereses del que entonces era un gobierno de facto que buscaba conservar el poder político en el Estado mediante la utilización de una causa nacional en provecho propio. La guerra estuvo perdida de antemano por una equivocada apreciación geoestratégica, diplomática y política: la idea de que Gran Bretaña no iba a presentarse en el campo de batalla y el supuesto, también erróneo, de que los Estados Unidos iban a ignorar sus compromisos atlantistas manteniéndose neutrales y además abandonando a Margaret Thatcher en su hora de mayor necesidad.
Thatcher era entonces la principal aliada de Ronald Reagan y tambaleaba en las intrigas de la política interna británica, razón por la que vio en la guerra de Malvinas una inmejorable oportunidad de afianzarse en el cargo de primer ministro. Como aliados históricamente estratégicos de los británicos, resultaba entonces prácticamente imposible que los Estados Unidos no apoyaran a sus socios determinando el resultado del conflicto en favor de Londres. A todo eso, que era y sigue siendo de sentido común en el análisis geopolítico, debe sumarse una desastrosa planificación estratégica militar por parte de quienes tomaban aquí las decisiones y una improvisada fase operativa a continuación.

Las características de las Malvinas como zona insular ubicada a 600 kilómetros del continente fueron determinantes en la estrategia militar y en las operaciones tácticas al no tener la Argentina dominio del mar ni superioridad aérea. Nuestra flota prácticamente no participó del combate y así se cedió por completo el dominio marítimo. En el aire los británicos también tuvieron mucha ventaja al desplegar a la zona de conflicto dos portaaviones que hicieron toda la diferencia.
Como todos los que cumplíamos servicio en ese momento vivencié con mucha intensidad la guerra siendo teniente del Ejército Argentino. Fui destinado a la Compañía de Ingenieros Aerotransportada 4, la que a su vez pertenecía a la IV Brigada Aerotransportada. Esta brigada dispuso dos fuerzas de tarea de aproximadamente 800 hombres cada una y a una de ellas perteneció mi sección de Ingenieros. Movilizados a Comodoro Rivadavia, nos preparamos durante casi un mes para una operación aerotransportada que finalmente fue suspendida por motivos estratégicos y tácticos. El desembarco de los ingleses horas antes de iniciar la operación la tornaron inviable e incapaz de cambiar los acontecimientos y el resultado final.
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