Nada que festejar

Otro Día Internacional del Trabajador llegó y una vez más, al igual que hace ya algunos años, sin buenas noticias para quienes trabajan. Con un gobierno virtualmente paralizado luego de consumir todo su capital político sin introducir modificaciones sustanciales en la sociedad, los argentinos padecen la inflación y la inestabilidad económica en general como en los peores días de Raúl Alfonsín a fines de los años 1980. Una voz se atreve a gritarlo y es la de Hebe de Bonafini.
202205 1 00

En el mundo se celebró otro 1º. de mayo en conmemoración del Día Internacional del Trabajador, aunque en nuestro país no hubo ni hay mucho que festejar. Y en la víspera del feriado que cayó un domingo, lo que reforzó su carácter gris, Hebe de Bonafini representó con envidiables lucidez y coraje a sus 93 años de edad la voz de los argentinos en su mayoría al lanzar duras críticas contra el gobierno de Alberto Fernández, poniendo especialmente el foco en la gestión del ministro de Economía Martín Guzmán. Más allá de los exabruptos, que son típicos de su personalidad combativa, Hebe dijo lo que muchos pensamos en el acto por el 45º. Aniversario de Madres de Plaza de Mayo, anunciando que no iba a haber un Día del Trabajador muy feliz para el pueblo que trabaja.

La gestión de gobierno es decididamente mediocre, con mucha indecisión y repleta de claudicaciones. Y eso resulta hoy, a casi dos años y medio de la asunción de un gobierno en cuya llegada había estado la esperanza de millones, en una situación económica que es indefendible desde el discurso. Cuando Hebe de Bonafini habla de “trompear” al ministro Martín Guzmán —al que califica como mucho más de los yanquis que de nosotros— y acusa al presidente Fernández de mentir y de “patear para el otro lado”, esta madre de todos los argentinos no habla como opositora, no lo es. Habla desde el lugar del que tuvo fe y se vio defraudado por los propios. Nadie podría sentirse traicionado por el enemigo.

La valoración de una gestión de gobierno no mide su calidad en el discurso ideológico ni en las intenciones, que siempre son muy buenas. Un gobierno es un buen gobierno en la medida que sus decisiones políticas mejoran las condiciones objetivas de existencia de la mayoría del pueblo. Y eso es precisamente lo que hasta el momento no hicieron Alberto Fernández y su equipo de ministros con Martín Guzmán a la cabeza: la gestión de gobierno es mediocre y es directamente mala porque la calidad de vida del pueblo argentino en su conjunto viene deteriorándose día tras día en los últimos treinta meses.

El problema empieza por la inflación, la pesadilla de las clases trabajadoras populares y medias que no cuentan con instrumentos para defenderse de la licuación de sus ingresos por el alza generalizada de los precios. Empieza el problema por ahí, porque el poder adquisitivo del salario es cada vez más bajo y eso es un ajuste a todas las luces. Si la moneda nacional vale menos todos los meses cada vez que se anuncia el índice oficial de inflación y ni siquiera se salvan los trabajadores registrados, puesto que no hay paritarias que alcancen para ganarles a los aumentos que se ven en las góndolas reales en cualquier supermercado de barrio, entonces en determinado momento el trabajador empieza a trabajar apenas para ser pobre, simplemente para no caer en la indigencia.

Las marchas de las Madres de Plaza de Mayo en los primeros momentos de la recuperación de la democracia luego de finalizado el Proceso de Reorganización Nacional, la dictadura que en el marco del Plan Cóndor hizo atrocidades contra el pueblo-nación argentino por cuenta y orden de un poder foráneo, fáctico y corporativo. Las Madres de Plaza de Mayo fueron un baluarte en la lucha contra ese régimen ajeno a los intereses de los argentinos y siguen siendo un faro en ese sentido.

Eso en el caso de los trabajadores registrados, que por supuesto es el mejor de los casos, ya que para los informales y los autónomos la situación es aún más dramática. No hay quién se salve del brusco descenso en la calidad de vida, en el pueblo el contexto no favorece a nadie y perjudica con fuerza inusitada a los más vulnerables de nuestra sociedad. El gobierno que llegó a resolver el problema no solo no lo hizo, no resolvió nada, sino que además lo terminó profundizando.


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