Nadie perdió, salvo Rodríguez Larreta (y los cambiemitas)

A pesar del llanto de los mercenarios cortos de vista y el clima de velorio que armaron en los estudios de televisión del canal “amigo” C5N, Sergio Massa no perdió nada. Al empezar una etapa totalmente nueva de estas elecciones, Massa empezará a desplegar la siguiente fase de su estrategia en un contexto muy distinto al que se verificó hasta aquí. En la vereda de enfrente, entre los verdaderos perdedores, Horacio Rodríguez Larreta llora la suya, que es la desgracia más grande de todos los candidatos: el haber tenido todos los recursos y asimismo perder la interna convirtiéndose en un “sin tierra”.
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Las caras largas de los conductores y panelistas del canal “amigo” —en rigor, massista— C5N fueron el síntoma más visible del clima de derrota que se abatió sobre las filas del frentetodismo reciclado que ahora se hace llamar por el nombre de fantasía de Unión por la Patria, aunque allí no hay unión y mucho menos patria. En medio a un ambiente de velorio, los que hasta ayer fueron escandalosos y hasta histéricos repetidores a sueldo de la letra del que paga la pauta oficial y pone los sobres habían bajado notablemente el tono. Ya no había en ninguno de esos operadores mediáticos la altivez dicharachera y por momentos chabacana que los caracteriza: se pusieron serios y meditabundos de golpe.

Es que acusaron el golpe de las elecciones primarias internas en las que el rejunte de Unión por la Patria fue la tercera lista más votada a nivel nacional. Quedaron terceros y les dolió, esperaban que la división en Juntos por el Cambio fuera suficiente para posicionar a Sergio Massa en el primer puesto, considerando además que Javier Milei no iba a sumar más de 18 ó quizá 20 puntos. Pero no fue así. Milei terminó obteniendo un 30% y la performance de Massa no fue lo suficientemente buena como para superar la ya de por sí muy magra cosecha de los cambiemitas. El resultado fue un Sergio Massa apareciendo en un tercer puesto, lo que a los mercenarios de C5N, tal vez presintiendo recortes en sus prebendas, les pegó muy mal.

Pero esos mercenarios mediáticos, además de serlo, son bastante estúpidos. Lo suficientemente estúpidos como para no percatarse de que el 27% obtenido por Unión por la Patria debe considerarse una excelente elección si se tiene en cuenta que Unión por la Patria es la alianza electoral oficialista de un gobierno absolutamente quebrado. Con Alberto Fernández a la cabeza, el gobierno frentetodista es el mismo que encerró durante todo un año a los argentinos con el pretexto de la contingencia del coronavirus, destruyendo la economía de cientos de miles familias. Con el propio Massa como ministro de Economía a partir de mediados de 2022, el actual gobierno es el mismo que tiene un 120% de inflación anual, un 40% de la población por debajo de la línea de pobreza y otras maravillas de gestión más.

Mientras seguía el clima de velorio en C5N, en el búnker Sergio Massa hablaba de “60 días para dar vuelta el resultado” y ya empezaba a rivalizar con la “derecha” para instalar de entrada la campaña del miedo. El mercenario mediático no entiende la política y claudica fácilmente cuando no ve a su candidato siendo el más votado. Pero el dirigente conoce el terreno y sabe lo que debe hacer.

¿Cuánto podría sacar un gobierno así en las urnas? De haberse presentado a la reelección, ¿cuántos votos hubiera obtenido Alberto Fernández y con qué discurso? Los mercenarios de la pauta oficial que pululan en C5N deberían estar festejando, deberían estar moviendo la cola de felicidad por el 27% obtenido entre la suma de los votos de Sergio Massa y Juan Grabois. Es más de un cuarto del electorado que vuelve a depositar su confianza en un gobierno que directamente fracasó en todo y solo no cae porque nadie lo quiere tirar. Así vistas las cosas, con pragmatismo, la conclusión necesaria es que la performance de Sergio Massa en las primarias fue sensacional.

Entonces Massa no perdió ni mucho menos, los mercenarios llorones de C5N se quejan de llenos, como suele decirse. Y además no pudo haber perdido nada, puesto que quedó a poco más de un punto de la combinación de los candidatos cambiemitas y a casi tres puntos de Milei, quien supuestamente ya ganó las elecciones. Pero eso no es todo, porque en la observación de este loco electorado de tres tercios en el que millones ni siquiera fueron a votar queda claro que Massa no solo no está fuera de carrera, sino que además sigue siendo el candidato favorito pese a representar el oficialismo de un gobierno que implosionó. Los massistas y los neomassistas —los que hasta ayer fueron kirchneristas— de la televisión se pusieron tristes por quedar terceros en una carrera de tres y eso es porque no entienden el juego.

El mercenario nunca entiende nada ni le interesa, pues solo hace lo que le mandan.

La primera incomprensión es la del dato duro, el de los tercios. Votitos más o menos, lo que aquí hay realmente es un empate entre las tres fuerzas, nadie realmente puede adjudicarse un triunfo claro. Al momento de escribir estas líneas y con casi el 97% de las urnas escrutadas, la diferencia entre el más votado y el tercero más votado, Milei y Massa, respectivamente, era de tan solo 2,9%, esto es, más o menos unos 500 mil votos de ventaja sobre un colegio electoral de aproximadamente 30 millones. Si un candidato no se cree capaz de revertir, en los dos meses de campaña que quedan por delante, tan exigua desventaja, pues ese candidato no debería serlo. A decir verdad, no debería salir de su casa.

La épica del fracaso, cosa clásica de los alfonsinistas. Y pese a dicho fracaso, contra todos los pronósticos, Sergio Massa logró poner la alianza oficialista en una posición competitiva dentro de un escenario de tres tercios. Es un verdadero milagro de la ingeniería electoral que el observador con poca profundidad no logra apreciar.

Hay mucha, muchísima gente que no votó en las primarias y ciertamente lo hará en las elecciones generales y en el ballotage, de haberlo, razón por la que las diferencias actuales podrían y deberían esfumarse, el escenario para los meses de octubre y noviembre promete ser muy distinto. Massa lo sabe y también sabe de dónde debe rascar los votos que está necesitando para dejar atrás a los cambiemitas y meterse en un ballotage soñado (sí, soñado, como veremos más adelante) con Javier Milei. La cuenta no es muy difícil.

Para empezar, Massa ya no debe darles a los kirchneristas más demostraciones de amor. Al haberse quedado solito frente a Patricia Bullrich y a Javier Milei, Massa ya tiene el voto automático del kirchnerismo más allá de lo que haga o lo que diga de aquí en más, por la sencilla razón de que el kirchnerista va a votar al mismo Satanás con tal de evitar que gane Bullrich o gane Milei. Es una cuestión instintiva, animal, precultural, si se quiere. Bullrich y Milei son la “derecha”, son la garantía de persecución al progresismo de colores que el kirchnerismo ama. Y por eso Massa ya tiene el voto de los kirchneristas en octubre y en noviembre aunque aparezca en las redes sociales un video en el que se lo vea golpeando salvajemente a un cachorrito de labrador.

Por eso Massa podrá de aquí a octubre hablar con propiedad, esto es, podrá hacer el discurso goriloide que hizo durante toda su vida y es el que los aún indecisos quieren escuchar. Los que no fueron a votar el domingo siguen mirando a Massa de reojo por sospechar de su alianza con el kirchnerismo. “¿Se habrá vuelto ‘kuka’ Massa?”, se preguntan esos electores ni-ni que, por lógica, no quieren saber nada con lo que empiece con la letra K. Massa ahora podrá persuadirlos, podrá hablar de “mano dura” contra los delincuentes y de privatizar alguna que otra cosita para endulzar el oído de los ni-ni que ya están podridos del “garantismo”, la “ampliación de derechos” y del “Estado presente” que son las consignas fáciles del discurso kirchnerista.

Hasta aquí, con el objetivo de vencer la desconfianza de los kirchneristas y “abrochar” su voto, Massa debió mostrarse amistosamente junto a CFK, lo que sembró suspicacias entre los “ni-ni”. De aquí en más ese contorsionismo ya no será tan necesario porque el voto K ya está cautivo y Massa podrá volver a hacer el discurso goriloide que su verdadero electorado quiere escuchar. Con tal de que no vuelva la “derecha”, el kirchnerista va a votar a Massa aunque este proponga cerrar el Ministerio de Salud y privatizar YPF y Aerolíneas Argentinas.

Los kirchneristas van a escuchar esas definiciones, van a masticar bronca en el microclima de Twitter, pero van a concluir melancólicamente que “igual debemos votar a Massa para que no vuelva la derecha”. Se les permitió la interna con Grabois, perdieron y ahora tienen que acompañar. “El que gana conduce y el que pierde acompaña” será el mantra del ‘kukaje’, es tragarse el sapo de Massa o tener que vender órganos en el libre mercado si gana Milei o que cada uno ande armado si gana Bullrich. Fácil, sencillo, los votos en un corralito. Massa ya los tiene y ahora va a empezar a hablarles a los otros, a los que no pueden ni ver a los kirchneristas.

Sumado a eso, Massa hará de todo para que Milei no se caiga. He ahí el tema del ballotage soñado, uno con Milei como rival: como Milei es una pieza rara de la realidad, un verdadero aborto de la naturaleza, en un ballotage Massa solo tendría que agitar la campaña del miedo para terminar de convencer a los “tibios”, los que están mal y temen estar aún peor. Empezará a funcionar en la conciencia de estos el famoso “más vale malo conocido que bueno por conocer”, esto es, con Massa hay un 120% de inflación, sí, pero quién sabe lo que puede pasar si asume un loco que duerme con perros, a los que llama “hijos de cuatro patas”, habla de prender fuego todo y aparentemente está en una relación sentimental… ¡con su propia hermana!

No hay duda de que Massa va a explotar todos esos puntos débiles de Milei, que son abundantes, lo único que debe hacer es asegurarse para sí uno de los dos boletos al ballotage y garantizar que el boleto restante lo retenga Milei. Y para lograr eso, además de ir a buscar a los que no fueron a votar en las primarias, Massa cuenta con un aliado con un significativo caudal de votos: Juan Schiaretti, quien obtuvo un significativo 5% en las primarias a puro empuje de poder territorial. Schiaretti tiene el control de Córdoba y es presumible que se baje para apoyar a Massa en la eventualidad de una emergencia o que lo haga en el ballotage si Massa tiene los votos suficientes para llegar a esa instancia.

El cordobés Juan Schiaretti es el arma secreta de Massa que pocos están observando. Schiaretti obtuvo un impresionante 5% a nivel nacional, aunque básicamente la totalidad de esos votos vino de Córdoba. Eso demuestra que Schiaretti tiene poder territorial que podrá usarse en algún punto para venir en auxilio de Massa cuando la circunstancia lo exija.

Y también habrá que ajustarles las clavijas a los gobernadores e intendentes que “se pasaron de vivos” y obtuvieron para sí en sus territorios más votos que los otorgados a la lista presidencial. Vigilar bien ese corte de boleta, vigilar y castigar a los que están yendo para atrás o no estén impulsando con todo el debido entusiasmo, digamos, la candidatura de Massa. Axel Kicillof cumplió, tuvo para su lista de candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires más o menos la misma cantidad de votos obtenidos por Massa en el mismo territorio, no hubo ahí demasiado corte de boleta. Pero en otros distritos la diferencia entre el cacique local y Massa fue de 10 y hasta de 15 puntos. Eso tiene que terminar.

Sumado todo eso Massa levanta fácilmente mucho más allá de los 35 puntos y llega fuerte al ballotage. Massa no perdió nada, hizo una excelente elección en el contexto muy desfavorable de ser el candidato oficialista en un país cuyo gobierno es virtualmente inexistente, que está desgobernado. Y tiene espacio para crecer, puede sumar todavía muchos más votos hasta llegar a una instancia —la del ballotage— en la que la cuestión se reducirá un cara o ceca donde “cara” será el malo conocido y “ceca”, como se ve, el bueno por conocer. Massa no perdió nada y, bien mirada la cosa, este domingo perdieron quienes venían muy copetudos y se estrellaron furiosamente contra la realidad: los cambiemitas.

Juntos por el Cambio no es gobierno, no tiene responsabilidad inmediata en el fracaso actual. Y aunque sí es responsable mediato porque el descalabro de Alberto Fernández es, en buena medida, resultado del descalabro dejado por Mauricio Macri, esa percepción es mucho más tenue en la conciencia del elector. La verdad es que Juntos por el Cambio no carga con la mochila que Massa carga y debería, por lo tanto, haber cosechado muchísimos más votos de los que finalmente cosechó el domingo de las primarias. Pero eso nunca ocurrió, los dos candidatos cambiemitas combinados sumaron apenas un miserable 28% y demostraron en la práctica que Milei los está desposeyendo a ellos de electores.

Axel Kicillof cumplió y hubo poco corte de boleta descartando a Massa en la provincia de Buenos Aires. Pero lo mismo no puede decirse de otros jefes territoriales, a los que Unión por la Patria deberá ajustarles las clavijas para que jueguen mejor de cara a octubre y a noviembre. El argumento, como es de predecirse, será el que no vuelva a pasar lo mismo de Daniel Scioli en 2015. Potente razón si las hay.

Sí, quedó confirmado que los votos de Milei vienen en su inmensa mayoría de excambiemitas desilusionados tras la experiencia macrista. Y eso para Juntos por el Cambio es una pesadilla porque pone dicha alianza en una situación muy precaria, máxime considerando que los perfiles del elector de Rodríguez Larreta y de Patricia Bullrich son muy distintos y podría ser que muchos votos del derrotado en la interna no se transfieran suavemente a la candidata ganadora. En una palabra, el que vota Rodríguez Larreta es más bien un socialdemócrata tilingo y medio progre, está ideológicamente más cerca de Massa que de Bullrich. ¿Cómo hace para convencer Rodríguez Larreta a sus electores a votar por una Patricia Bullrich a la que esos mismos electores califican como “muy de derecha”?

En realidad, Rodríguez Larreta obtuvo apenas un 11% de los votos a nivel nacional, no puede convencer a nadie de nada. Es un fracasado y he aquí el gran perdedor de estas primarias internas. Aún con todo el aparato de la Ciudad de Buenos Aires y cientos de millones de dólares disponibles para volcar a la campaña, Rodríguez Larreta logró la hazaña de perder la interna con una de las dirigentes más impresentables de la política argentina, una que hace agua por todos lados. Rodríguez Larreta no pudo obtener más que 2,5 millones de votos, perdió incluso en el distrito que gobierna y sumó un flaquísimo 11% para cerrar tristemente su propio ciclo en el limbo de no ser candidato a nada y ver cómo termina su mandato de intendente.

Rodríguez Larreta quedó desocupado, esa es la verdad. De venir a comerse a los chicos crudos pasará a mendigar lugares para contener a sus soldados en el gobierno del que gane o en alguna provincia o municipalidad donde le den refugio, si Patricia Bullrich lo permite. Los cambiemitas son los grandes perdedores de estas primarias internas en general y, en particular, entre esos perdedores, Rodríguez Larreta es el gran derrotado. Ahora Patricia Bullrich se quedará con los despojos del mal llamado “macrismo”, convirtiéndose en la conductora natural de ese espacio que solo existe en negativo, apenas como anti de otra cosa. Rodríguez Larreta ni eso, nada de nada. Rodríguez Larreta es ahora un “sin tierra” de la política.

El desgraciado Horacio Rodríguez Larreta, aquí junto a un Mauricio Macri que pudo al fin vengarse imponiendo a Patricia Bullrich en la interna. Con la caja de la Ciudad de Buenos Aires y recursos prácticamente infinitos para hacer campaña, Rodríguez Larreta no pudo conseguir más que un flojísimo 11% a nivel nacional, siendo derrotado incluso en su terruño porteño. Un candidato verdaderamente inviable e invotable cuya derrota hace bien a la política argentina.

Nadie perdió nada en estas primarias internas, salvo los cambiemitas y, en especial, Rodríguez Larreta, quien perdió como en la guerra. Javier Milei se instaló prácticamente desde la nada y no deberá hacer mucho esfuerzo de aquí en más para sostenerse como jefe de una las principales facciones de la política argentina. De perder las elecciones con Massa, será naturalmente el líder de la oposición. Y de ganar será presidente, por supuesto, aunque desde luego debe calcular muy bien si le conviene ese triunfo para quedarse con una bomba entre manos y ser sindicado luego por el estallido. ¿Ser o no ser una especie de Fernando de la Rúa? Milei debe pensar muy bien en ello y es cosa segura que lo está haciendo ahora mismo.

Por su parte, Massa es realmente el gran ganador, por todas las razones antes expuestas. Si no pierde la paciencia en el tramo final del desarrollo práctico de su estrategia, Massa puede construir aquí y allí para sumar lo que le falta y ganar las elecciones. Nada está perdido, sino todo lo contrario. Aunque no lo entiendan o no quieran entenderlo los mercenarios televisivos que le sirven de amanuenses eunucos, Massa está en carrera. Paren de llorar los massistas y los neomassistas que nadie muere en la víspera: todavía pueden tener ese nuevo estatuto legal del coloniaje maquillado con colorinche progresista y globalista con el que tanto sueñan, está vivo el proyecto cipayo socialdemócrata para que no vuelva la “derecha”.

No lo parece, pero Massa sabe lo que hace y el poder fáctico que lo construyó y lo impulsa lo sabe todavía mucho más.


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