Quiénes pagarán los platos rotos

En el intenso —aunque asimismo contraproducente— debate sobre quien puede estar ganando la guerra en Ucrania se pierde de vista la realidad de que los perdedores ya están definidos de antemano. Pase lo que pase en el encontronazo histórico entre Occidente y Oriente en este conflicto localizado, lo más seguro es que Ucrania terminará devastada y los ucranianos probablemente pierdan la patria.
202212 2 00

Circulaba intensamente en las redes sociales en los últimos días del mes de noviembre una imagen satelital claramente apócrifa en la que podía observarse la oscuridad sobre el territorio ucraniano por la noche. En la imagen, probablemente resultante de una vulgar edición, se ve un gran contraste lumínico entre Ucrania y los países vecinos, de modo que ese territorio se veía tan o más oscuro que el Mar Negro adyacente. Incluso países con muy poco desarrollo como Bielorrusia se veían con más iluminación, lo que sugería una destrucción total de la infraestructura en Ucrania.

La imagen no es real, pero se acerca a la realidad. Al día de hoy y a raíz de los intensos bombardeos rusos aproximadamente el 80% de toda la infraestructura eléctrica ucraniana ha sido destruida total o parcialmente, esto es, deberá ser reconstruida o reparada en una forma que Ucrania no está hoy en capacidad de hacer. Eso significa que a las puertas de un invierno que en la región siempre es muy riguroso los ucranianos tienen por delante la terrible perspectiva de tener que transitar los próximos cuatro meses largos sin electricidad y, en consecuencia, sin agua corriente y con muy poca calefacción, puesto que estos servicios dependen fundamentalmente del funcionamiento del sistema eléctrico.

Es evidente que Moscú ha cambiado su estrategia en esta guerra proxy que formalmente se inició en febrero de este año, pero que se arrastra en la forma de hostilidades localizadas por lo menos desde el año 2014. El cuidado que antes tenían los rusos de no destruir la infraestructura del país, quizá pensando en las consecuencias de tener que gobernar sobre un territorio devastado, se ha perdido. Ahora Rusia despliega tecnología misilística de altísima precisión para destruir quirúrgicamente centrales de producción y distribución de energía, disminuyendo la gobernabilidad desde Kiev y provocando un colapso interno, todo eso a distancia y sin la necesidad de incursionar con tropas en el territorio. Moscú ya no está preocupada por las consecuencias materiales de la guerra y quiere ahora poner a Volodímir Zelenski en una situación inmanejable.

Pese a que la imagen muy profusamente difundida en las redes sociales es apócrifa al presentar un territorio ucraniano totalmente a oscuras, la idea no está muy lejos de la realidad. En esta imagen satelital del 23 de noviembre pasado es posible apreciar que, salvo por alguna iluminación en Kiev y Leópolis (muy inferior a la normal, por cierto), el resto del país realmente está con suministro eléctrico limitado o directamente interrumpido. Los observadores más optimistas estiman que al menos el 80% de la infraestructura de electricidad en el territorio controlado por Ucrania ha sido destruida o está inoperable sin posibilidad de reparación en el corto plazo. El pronóstico es de un invierno infernal para los ucranianos, lo que podría resultar en un colapso militar.

Ese es un cambio de estrategia o mínimamente el tránsito a una nueva etapa de la guerra y suma a las especulaciones que hacen los “analistas” en esta parte del mundo. ¿Está desesperado Vladimir Putin frente a lo que podría ser una derrota humillante en un país económica, militar y tecnológicamente muy inferior, una suerte de reedición de la invasión soviética a Afganistán en los años 1970 y 1980? No son pocos los que ideológicamente desean eso y trasladan esa expresión de deseo a lo que presentan como “análisis” de la situación, reproduciendo una narrativa que ni el gobierno estadounidense ni la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se animan a hacer con demasiada convicción. Los “analistas” del subtrópico, en una palabra, son más papistas que el Papa cuando pronostican una derrota rusa que ni los enemigos de Rusia en esta guerra se animan a pronosticar.

Entonces se genera aquí una escaramuza entre los que ven la derrota de Putin y los que, por el contrario, lo ven a Putin destruyendo a Ucrania para luego hacerse del control del país directamente o mediante un gobierno títere, pero todo es especulación sin mucho sentido. Lo que no se discute son las consecuencias reales de la guerra en Ucrania, todas ellas concretas y visibles, independientes de cualquier especulación. Uno puede en su subjetividad desear ver en la información que recibe el triunfo de un bando o del otro según la ideología que tenga, los medios de los que recibe esa información, los sesgos de confirmación, etc. Lo que no pueden negar los “hinchas” de la OTAN y tampoco los que desean ver un triunfo de Putin es que el perdedor de esta guerra ya está definido. Nadie sabe quién va a ganar, pero ya es posible saber quién va a perder la guerra: el pueblo-nación ucraniano.

Se les atribuye al dramaturgo griego Esquilo y a una infinidad de autores en lo sucesivo la autoría de la frase que define la verdad como la primera víctima de toda guerra, una realidad a todas luces. Las fuentes de información occidentales —que son hegemónicas y sobre todo en estas regiones del mundo— insisten en que Rusia está a punto de perder la guerra, insinúan un complot en Moscú con la finalidad de hacer un golpe de Estado y destituir a Putin, ponen en duda la capacidad de movilizar tropas por parte de los rusos y, en fin, dan “noticias” que sugieren una inminente derrota de Rusia en esta guerra proxy. Por su parte y en sentido opuesto, los medios alternativos hablan de una indestructible alianza entre Rusia y los países de Oriente, entre ellos China, para sugerir la imposibilidad de cualquier otro resultado que no sea un aplastante triunfo de Putin.

La ucraniana Catalina, de 70 años de edad, lidia como puede con el apagón prolongado en Borodyanka, óblast de Kiev. La falta de electricidad también impacta en el suministro de agua y en la calefacción, que será vital para un invierno cuyas temperaturas casi siempre están bajo cero. Moscú apuesta a desestabilizar el régimen atlantista de Kiev tornando inhabitable al país para las decenas de millones de ucranianos que todavía no huyeron.

¿Quiénes dicen la verdad? Es imposible, pero tampoco es muy necesario saberlo. En estos asuntos bélicos lejanos que encima no involucran directamente a uno mismo lo mejor es siempre esperar el resultado y, fundamentalmente, atender a los datos duros para darse una idea de lo que podría resultar más allá de la guerra fría comunicacional e ideológica. Esos datos duros indican que Ucrania está mucho más cerca de Rusia que de las potencias de la OTAN, lejísimo de unos Estados Unidos que no tienen ni jamás tuvieron la capacidad de hacer la guerra en Europa. La prueba de ello es la mismísima II Guerra Mundial, conflicto en el que los Estados Unidos debieron armar a los soviéticos para que estos luchen y mueran en el campo de batalla ante la imposibilidad práctica de transportar millones de soldados cruzando el Atlántico. Por definición, aunque más no sea, la guerra en Europa es viable para Rusia y es inviable para los Estados Unidos. Y ese es un dato duro.

Pero hay otro dato aún más duro que debería preocuparle al hombre bien nacido mucho más que la especulación sobre quién va a imponer su voluntad en un conflicto armado y ese dato es el impacto de la guerra sobre quienes viven en el campo de batalla, en este caso los ucranianos. La única verdad indiscutible es que, gane quién gane y aunque no haya un vencedor claro, resultando la contienda en un estancamiento sin definición, los grandes perdedores de esta guerra serán los ucranianos. Pase lo que pase a la hora de “contar los porotos” entre el Occidente nucleado en la OTAN y el Oriente encabezado aquí por Rusia, cuando las miradas se vuelvan sobre Ucrania lo que se verá allí es un territorio inhabitable, si es que ya no lo está actualmente.

Entonces sí, teniendo en cuenta a quiénes les va a costar más cara toda esta destrucción será posible proyectar un ganador y no en un vulgar sentido futbolero, pues probablemente ninguno de los dos bandos vaya a reconocer ninguna derrota. Tanto Occidente como Oriente ajustarán sus narrativas indefinidamente para concluir que salieron triunfantes de la guerra, algo parecido a lo que pasó por ejemplo en Vietnam. Los Estados Unidos estuvieron empantanados allí durante dos décadas tan solo para retirarse sin llevarse prácticamente nada y encima dejando el poder político en manos del Partido Comunista vietnamita, aunque siguen diciendo al día de hoy, a casi medio siglo de finalizado el conflicto, que lo ganaron. Pero si uno analiza fríamente las consecuencias materiales de aquella guerra se encuentra fácilmente con que los estadounidenses se fueron derrotados de Vietnam pese a haber llevado a cabo un genocidio contra ese pueblo-nación.

Un soldado estadounidense y uno ruso simbolizan la entrega de armamento de los Estados Unidos a Rusia en la II Guerra Mundial. De no haber contado con los rusos, quienes estaban en el territorio, podían poner el cuerpo y efectivamente lo hicieron, los Estados Unidos jamás hubieran podido ni siquiera participar en la II Guerra Mundial sin ser aplastados por Hitler. Los soviéticos ganaron esa guerra con armamento estadounidense y ahora Rusia tiene su propia industria armamentística totalmente desarrollada. ¿Qué guerra pretenden ganar los Estados Unidos a distancia en Europa y en estas condiciones?

Ese es el asunto del ajuste de la narrativa, razón por la que nadie debe ilusionarse con una definición clara e inequívoca con un bando tomando el Reichstag y el otro firmando la rendición incondicional, eso no puede ser así en tiempos posmodernos de verdad relativa y condicionada según quién la cuente. Las que sí se verán claramente más allá de las narrativas serán las consecuencias materiales de la guerra, entre las que sobresale la total destrucción de Ucrania hasta la inhabitabilidad del territorio. Y ahí, en esa verdad material indiscutible —puesto que alrededor del 80% de la infraestructura energética ya ha sido destruida—, debe indagarse para conocer la identidad del vencedor.

La siguiente consecuencia material de la destrucción de Ucrania será una monumental crisis de refugiados, muy superior a la actual en cantidad de individuos que huyen a otros países. Ahora no será por la amenaza de un conflicto y el peligro de morir en los bombardeos, sino por ser inviable directamente vivir en Ucrania que los ucranianos empezarán a disparar a los millones, decenas de millones, hacia países vecinos. ¿A quién podría costarle más una crisis semejante? Considerando que la mayoría de los ucranianos tiende a escaparse hacia el oeste, es muy probable que los ya superpoblados países de Europa occidental reciban la mayor cantidad de refugiados. Rusia también los recibirá, pero ciertamente solo aquellos de origen ruso, que son los menos.

Y además con la diferencia de que el problema de la superpoblación en Europa no existe en Rusia, sino más bien todo lo contrario: Rusia es en definitiva un país despoblado, con un inmenso territorio deshabitado al que podría venirle bien sumar algunos millones de ucranianos de origen ruso. El drama de los refugiados en Europa occidental es mucho menos dramático en Rusia, como se ve, aunque eso no significa que no vaya a ser traumático en un primer momento puesto que ningún desarraigo forzado deja de ser un trance. Pero claro, al tratarse de ucranianos que culturalmente son rusos o casi, la incorporación y la integración de estos a la sociedad de Rusia debería ser más fluida que la de los ucranianos no rusos en países como Alemania, Francia o Gran Bretaña, si es que estos se hacen cargo y no les tiran todo el fardo a países como Polonia, por ejemplo.

En la guerra de Vietnam los Estados Unidos estuvieron dos décadas empantanados en la inmensa selva asiática, peleando contra vietnamitas descalzos, mal alimentados y pobremente equipados. Y aún así fueron obligados a retirarse con las manos vacías, dándole el triunfo en la práctica al Partido Comunista vietnamita. No obstante, nada de eso les impide a los estadounidenses hacer hasta hoy una narrativa triunfal de esa guerra para afirmar que la ganaron. Los resultados bélicos no son como en los tiempos clásicos ni nadie está dispuesto a firmar términos de rendición.

¿Y a quién le sirve un territorio ucraniano deshabitado por inviabilidad? Pues depende. Si la OTAN al fin se impone y Occidente logra someter a Rusia, es muy probable que el control territorial pueda servirles a los europeos en un sentido asegurar la explotación de recursos naturales y la producción de alimentos. Con alguna inversión en la reparación de las fuentes de energía y en las vías de comunicación y transporte ya sería suficiente para que las potencias occidentales saquen provecho de la enorme capacidad productiva del suelo ucraniano “repatriando” a algunos nacionales para que hagan en trabajo. El resultado aquí es claro: una colonización de Ucrania por parte de las potencias occidentales, las que además pondrán sus armas sobre la frontera oriental para condicionar y anular a Rusia en lo sucesivo. En la eventualidad de un triunfo de la OTAN, Ucrania será a la vez una colonia y una base militar occidental para frenar el avance de avance de Oriente por ese lado y extraer los recursos, esencialmente alimentos y energía, los que antes de la guerra fueron provistos a Europa por Rusia.

¿Qué pasa, en cambio, si triunfa Moscú y los rusos se hacen al fin con el control del territorio ucraniano? En tal caso es probable que se instale un régimen afín a los intereses de Rusia con el objetivo de reconstruir al país, al menos parcialmente, para volver a poblarlo y usarlo como base militar. Rusia no necesita realmente los recursos naturales y alimentos del territorio ucraniano más que para negárselos a Occidente y reforzar la situación de dependencia actualmente existente. Todo lo que produce Ucrania es ya abundante en Rusia, pero escaso en Europa occidental y ahí tenemos en el fondo las razones económicas, materiales y reales, de esta guerra proxy.

Sea como fuere, la conclusión parece estar ya puesta: al desconocer sus lazos históricos, culturales y económicos con Rusia para embarcarse en una alianza contra natura con una potencia que está del otro lado del mundo, los ucranianos perdieron la patria. Y eso simplemente porque, aun triunfando los Estados Unidos en lo militar, el resultado siempre será la destrucción y posterior colonización de Ucrania. Al ser eslavos y queriendo no obstante ser occidentales, los ucranianos se dieron a sí mismos el destino de parias tras la disolución de su construcción política sobre el territorio o bien el de finalmente encontrarse con su ser nacional, pero en una diáspora que puede durar décadas y hasta siglos. El destino de tener nacionalidad sin tener el correspondiente territorio para realizarla en una construcción política propia.

Refugiados ucranianos huyendo a Occidente al empezar la guerra en febrero de este año. Tan solo una pequeña parte de la población de Ucrania optó por abandonar el país en ese momento y ese solo movimiento ya causó un enorme desorden en una Europa que está superpoblada y viene lidiando con el arribo masivo de otros refugiados, los de África y Oriente Medio. ¿Qué pasaría en Europa occidental si el territorio ucraniano se volviera inhabitable y decenas de millones tuvieran que huir hacia el oeste?

Ese es el poder destructivo de la ideología cuando se impone sobre el sentido común hasta anularlo en la conciencia de las mayorías. Toda la evidencia material les indicaba a los ucranianos que su continuum territorial, cultural y económico era con Rusia, jamás con unos Estados Unidos que son anglosajones y están del otro lado del Atlántico, océano al que Ucrania ni siquiera tiene acceso directo. Pero la evidencia fue ignorada y la ideología atlantista de un Plan Marshall que ya estaba por finalizar se impuso entre sus clases dirigentes, resultando esto en una guerra de la que los ucranianos no tienen ninguna probabilidad de salir soberanos.

Si triunfa militarmente la OTAN, el territorio será vilmente colonizado y usado como granero y base militar al mismo tiempo. Y si en cambio triunfa Rusia, los ucranianos tendrán que aceptar al fin su realidad cultural de eslavos y la realidad material de su continuum territorial, pero ya desde un lugar de subalternidad y no de alianza estratégica en términos honrosos, que era lo que proponía Rusia en primer lugar.

Así es cómo se pierde la patria por ideología y es importante que todos los demás vayamos tomando nota. No conviene dejarse usar para la satisfacción de intereses ajenos y tampoco conviene delirar en alianzas con potencias que están muy lejos, toda geopolítica es regional y de ahí, recién desde ahí, hacia el resto mundo. Conviene comprender que uno se hace fuerte entre hermanos o es un ariete de un tercero para meter cizaña en la familia y eso, como se sabe, nunca termina bien.


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