Razones para perder una elección en 2023

Frente a la pasividad de un gobierno cuyas dos cabezas miran hacia lados opuestos, va formándose en el sentido común del electorado de cara a las elecciones del año que viene la idea de un ciclo terminado. Alberto Fernández y el Frente de Todos, que habían representado la esperanza del pueblo argentino en 2019, fracasan lentamente sin mostrar capacidad de respuesta. ¿Habrá tiempo de redención en los pocos meses que quedan de aquí hasta las urnas?
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Uno de los aspectos más perversos en los que se presenta la denominada “grieta” es la manera en que explota extorsivamente el costado culposo del votante. El macrismo les advertía a sus votantes que, en caso de no votar la reelección de Mauricio, serían los responsables del regreso de Cristina. No era solo instalar el temor. Era también instalar la culpa y quitarse responsabilidad. No se gobernó mal sino que fue CFK la Cruella de Vil que es mala cuando gobierna y es mala cuando es opositora porque siempre es mala y solo quiere hacerle daño a la gente buena. El “Ah, pero Macri” tuvo y sigue teniendo un antecedente claro en el “Ah, pero CFK” de un lustro atrás. Pero algo parecido sucede con el actual oficialismo tanto en el espacio del oficialismo oficialista de Alberto como en el espacio del oficialismo opositor de CFK.

La culpa siempre es del otro, y va desde Macri hasta el señor malo que aumenta los precios porque es malo y quiere que haya mucha inflación. Mientras tanto discuten los que dicen que la inflación es solo un fenómeno monetario (sin explicar por qué entonces algunos rubros aumentan más que otros), con aquellos que creen que el problema de la Argentina es el capitalismo y que los empresarios sean usureros. Estos últimos no pueden responder por qué en otros países del mundo igualmente capitalistas, con sectores igualmente concentrados en pocas manos y empresarios a priori tan usureros como los de acá, la inflación no llega nunca a dos dígitos.

Y todo se da en el marco de una inflación que se espiraliza y un gobierno que siempre corre de atrás, que carece de volumen político y que, más allá de lo ideológico, es enormemente ineficiente en materia de gestión. En ese escenario, el oficialismo oficialista y el oficialismo opositor comparten, tal como les indicaba anteriormente, la misma lógica extorsiva que aplicaba el macrismo con sus votantes: “Si no nos votás en 2023 vuelve el neoliberalismo”. El mensaje, insisto, está dirigido a los propios, a aquellos que al menos alguna vez votaron al espacio del Frente de Todos y a todo aquel militante o comprometido que rápidamente asume el rol de estratega de campaña y catador del buenvotar para advertir que “le estás haciendo el juego a la derecha”, como si el ciudadano común tuviera la misma responsabilidad que la clase dirigente.

La inflación por el ascensor y los salarios por la escalera, problema crónico de la Argentina que ningún gobierno puede resolver y que se usa desde la oposición, invariablemente, para fustigar al oficialismo de cualquier momento. En el medio de esta delirante lucha discursiva en la que nadie parecería muy interesado en resolver el problema está el pueblo argentino, ya empezando a sospechar que las alternativas en las listas electorales han pactado la conservación del statu quo.

Lo cierto es que son los malos gobiernos los que le hacen el juego al adversario: el mal gobierno de Macri posibilitó el regreso de CFK en la tibia piel de cordero de Alberto y el mal gobierno de éste posibilita que se mantengan con expectativas no solo los presuntamente moderados de Juntos por el Cambio sino también los presuntos halcones y hasta los exabruptos de las posiciones radicales (tanto por derecha como por izquierda).

Entonces no son las críticas de los propios las que horadan. Es el hecho de que se haya quebrado el contrato electoral con el votante; que todo esté peor pero sin que se note demasiado; que el único plan de gobierno sea que el Frente no se rompa.


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