Justo en el momento más oscuro de la aplicación de su proyecto político neocolonial, cuando la masacre económica contra las mayorías se vuelve insostenible y los números de la macro se desploman, Javier Milei convoca a una marcha “opositora” con la finalidad de disimular su propio fracaso corriendo la discusión hacia otra parte. Esta podría ser la explicación más sintética de la maniobra que el régimen mileísta hizo al finalizar el primer mes de este 2025 y que, gracias a la lucidez estratégica de sus ingenieros sociales, dio fenomenales resultados.
En la política —como en la vida misma— solo hay dos clases de individuos: la clase de los vivos y la clase de los tontos. Para ganar y dominar siempre, los vivos solo creen en el poder y manipulan a los tontos, los usan para satisfacer cualquier necesidad coyuntural que tengan en su permanente esfuerzo por seguir teniendo la manija. Los tontos, por su parte, creen en los discursos ideológicos, nunca ven los intereses detrás del humo y caen, una y otra vez, en la manipulación de los vivos, quienes no tienen más que agitar la ideología para que las multitudes de tontos se pongan a su servicio.
Los vivos son el poder fáctico y los dirigentes que ponen la cara para hacer el trabajo sucio que ese poder quiere que se haga. Y los tontos somos todos los demás. Somos los que creemos en el discurso, en la declamación ideológica, en la caricia simbólica que los dirigentes políticos hacen a cuentagotas para mantener viva la ilusión. Por momentos ese esquema de dominación se equilibra al quedar satisfechas las necesidades básicas de los tontos, que son además muy modestas. Las mayorías no piden mucho, no piden más que trabajar y percibir por ese trabajo un salario que alcance para no caer en la pobreza.
Pero hay momentos de la historia en los que los dueños del mundo se ponen demasiado codiciosos y ni eso quieren conceder. Hay momentos en los que las clases dominantes lo quieren todo y para lograrlo les encargan a los dirigentes políticos un saqueo y una masacre. Y cuando ese día llega los dirigentes tienen que hacer malabares para representar los intereses de los que realmente mandan y son la ínfima minoría, el 0,1% a nivel mundial e incluso menos, pero sin que todos los demás se percaten de la estafa que es la política cuando no representa los intereses de las mayorías populares.
Eso es lo que está pasando hoy en la Argentina. El poder está cocinando algo, algún cambio en el régimen de existencia de las mayorías. Entre los motivos de ese algo estará el reordenamiento geopolítico del mundo en un nuevo orden global —que naturalmente exige un nuevo reparto de las colonias y las semicolonias—, estará el advenimiento de la inteligencia artificial cuya finalidad evidente es la destrucción masiva de los puestos de trabajo por automatización o estará todo eso combinado. Es imposible saberlo a ciencia cierta. Lo cierto, valga la redundancia, es que algo pasa.
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