Triste, solitario y final

La delirante trama de la acusación contra Alberto Fernández por supuesta violencia de género cometida contra su exmujer y exprimera dama de la Argentina Fabiola Yáñez revela una tendencia en la política nacional que puede encaminarse a resultados nefastos para el pueblo. El mileísmo se anota un triunfo coyuntural con el que podrá estirar su tiempo de vida útil e incluso mantenerse a flote aún por mucho tiempo si evita en el ínterin una crisis económica terminal. Mediocremente, Milei podrá seguir maltratando al pueblo argentino gracias a los profundos baches que muestran quienes dicen oponérsele.
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“Escándalo en desarrollo” podría ser el título; o “una caída en cámara lenta” a la cual todavía le quedan muchas secuencias. Efectivamente, al momento de escribir estas líneas se difunden las fotos de la exesposa del presidente con claros signos de haber sido golpeada y con chats que confirmarían que el autor de la agresión sería el mismísimo Alberto Fernández.

En paralelo, se difunde un video con la columnista de espectáculos Tamara Pettinato, del que se deduce un juego de seducción con el exmandatario. Independientemente de la cuestión moral que se sigue de lo que parecería ser una infidelidad, el video trasciende lo estrictamente privado en la medida en que habría sido filmado durante la pandemia, esto es, cuando la circulación estaba restringida. De aquí que en su momento se abriera una causa al respecto donde fueron involucrados todos aquellos que visitaron Olivos por aquellos tiempos.

Se ha escuchado todo tipo de teorías conspirativas al respecto, pero la que más ha rebotado es la de un supuesto pase de facturas de Clarín hacia Alberto Fernández por no haber “entregado” a CFK. Se trata, por cierto, de una teoría bastante condescendiente con Fernández quien, en todo caso, ha hecho algo más importante aún: ha destruido al kirchnerismo “desde adentro”, como el verdadero topo del Estado (presente). Asimismo, daría a entender que la causa está armada, cuando tanto en la que se investiga la agresión contra su exmujer como la relacionada con los seguros, hay demasiados indicios.

En todo caso, el límite de la conspiración aceptable, desde nuestro punto de vista, es el que indicaría que “alguien” le soltó la mano y que ha decidido dejar de cubrir esto en este momento por razones que desconocemos. Con todo, se trata solo de hipótesis y, hoy por hoy, estas hipótesis son lo menos importante. Porque aun cuando Alberto Fernández ya era un cadáver político, incluso siendo presidente, el modo en que esta conmoción política de envergadura provoca un reposicionamiento de cada uno de actores políticos de la Argentina, es digno de análisis.

Naturalmente, en el gobierno celebran por varias razones. En primer lugar, porque estos hechos expresarían como pocas veces el cinismo de la dirigencia política, en este caso, corporizado en la figura del expresidente. Sí, el mismo que daba clases de moral, incluso después de conocida la foto del cumpleaños de su exmujer en plena pandemia cuando miles de argentinos no podían moverse de la casa ni para despedir a sus muertos.


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