Para la sorpresa de prácticamente nadie y confirmando la tendencia de derrota de los oficialismos en toda la región luego de la catástrofe social que significó el coronavirus, el popular “Lula” da Silva fue electo presidente de Brasil por tercera vez al vencer a Jair Bolsonaro en un ajustado ballotage, con final para el infarto. “Lula” será el primer hombre en gobernar tres veces al país más grande de nuestra América morena y una de las diez mayores economías del mundo, una potencia regional que quiere pisar fuerte en el nuevo orden global multipolar.
Pero ningún resultado electoral es hoy tan sencillo y de fácil observación como lo fueron aquellos de los primeros diez o quince años de este nuevo siglo y milenio. Durante la ola popular que se inició con el advenimiento de Hugo Chávez en Venezuela y siguió con los triunfos del propio “Lula” da Silva en Brasil, de Kirchner en Argentina, de Morales en Bolivia y de Correa en Ecuador, tanto la tendencia como el contenido de los proyectos políticos eran de una evidencia cristalina. Todo estaba muy claro en esos días tan felices.
Lo mismo no ocurre hoy, por cierto. Quienes en los primeros años de este siglo tuvimos el privilegio de ver avanzar la causa nacional-popular en toda la región ahora desconfiamos de las nuevas propuestas de retomar aquel proceso. ¿Y por qué? ¿Por qué cuesta tanto creer que con “Lula” da Silva vuelve un periodo de soberanía, independencia y justicia para los pueblos-nación americanos? Porque los tiempos cambiaron y hoy el escenario está puesto de una manera tal que las viejas fórmulas utilizadas otrora solo pueden aplicarse discursivamente.
Aquella creatividad de los Chávez, los Kirchner y los “Lula” da Silva es propia de un tiempo histórico determinado, un tiempo que ya pasó. Eso es lo que pasa con todas las coyunturas de la política: pasan a ser de la historia cuando cambian las condiciones en las que la lucha política se desenvuelve. “Lula” da Silva es la misma persona, sin lugar a dudas, pero no son las mismas las condiciones en las que tendrá que sacar a flote un tercer mandato de presidente.
Y tampoco podrá ser el mismo dirigente. Si quiere volver a triunfar con su idea de progreso para el pueblo-nación, “Lula” da Silva tendrá que crear otra vez lo nuevo y eso no es nada fácil de lograr. La tendencia de un dirigente que fue y volvió a ser el conductor es la de querer siempre implementar lo que en otro tiempo fue exitoso y esa es la razón por la que suelen fracasar las reediciones: las viejas fórmulas son muy buenas para la declamación ideológica, pero no sirven para la política real.
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