El General Perón no se equivocaba al definir la política internacional, la geopolítica bien entendida, como la verdadera política. Es en el escenario global del “concierto de las naciones” y en el equilibrio o en el desequilibrio resultante de esa relación de fuerzas y constante conflicto de intereses donde se definirán luego los lineamientos a seguir por los dirigentes en la política de cabotaje hacia el interior de cada país.
Eso equivale a decir que nadie realmente se corta solo en el mundo ni nadie hace lo que quiere, sino que todo depende de las relaciones internacionales en el tablero de la geopolítica, que el orden político de los países con mayor o menor grado de soberanía es un orden sujeto a otro orden de mayor escala: el orden mundial que normalmente se establece luego de algún evento de gran magnitud como, por ejemplo, una guerra mundial. Cuando ese orden mundial se define, las naciones en ajustan casi automáticamente a la nueva realidad y eso se ve al fin reflejado en la pugna política local.
Lo que el General Perón intentaba hacer ver con aquella definición tan didáctica es que la política nacional se entiende por la política internacional y no al revés, que existe un tablero geopolítico sobre el que es preciso jugar lo más intensamente posible para garantizar en el plano local aquello que los pueblos necesitan para existir con dignidad. Salvo quizá por lo que aparentemente son excentricidades, como Corea del Norte, todos los países están interesados en tener más protagonismo en el “concierto de las naciones” para ordenar mejor la política fronteras adentro.

Y quizá ni siquiera en ese caso, puesto que también la política de Corea del Norte está muy atenta a lo que pasa en China, en Japón, en Rusia, en Corea del Sur y en los demás países de la región, además de estar metida en una tensión permanente con Occidente, los Estados Unidos a la cabeza, lo que se hace visible cada vez que Pyongyang desarrolla un poco más su tecnología nuclear con fines bélicos. Cuando Corea del Norte hace eso lo que realmente hace es exigir mayor protagonismo en el tablero de la geopolítica.
Entonces la fuerza de las naciones y sus capacidades de defensa son los criterios fundamentales para la participación o la exclusión de las decisiones en el marco del orden mundial. Un país es protagonista en la construcción y en el sostenimiento de dicho orden luego de haberse impuesto sobre otros en un conflicto o lo es porque podría hacerlo en el futuro, al menos en la percepción de los demás. Los Estados Unidos se aliaron a la Unión Soviética para establecer el orden mundial posterior a la II Guerra Mundial y luego impusieron un orden nuevo, unipolar y con hegemonía total, luego de la disolución de la URSS en 1991. En ambos casos los estadounidenses llegaron a ese lugar de privilegio por la fuerza, por la debilidad de sus enemigos o por las dos cosas a la vez.
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