Cosas que no lo parecen

Más allá de la percepción general, que suele atender más a las apariencias que al contenido, el fracaso legislativo del proyecto de “ficha limpia” no es una derrota para el régimen de Javier Milei, aunque desde luego implica cierto costo político en lo discursivo. Milei gana con la presencia de Cristina Fernández en las listas de la mal llamada “oposición” pues básicamente existe en contraste con la altísima imagen negativa de la expresidente. Pierden Macri y sobre todo Lospennato. Y queda además expuesto el hecho de que la “oposición” tiene los votos para frenar una iniciativa de ley cuando quiere hacerlo.
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Opacado por la designación del nuevo jefe de la Iglesia católica, que se llevó todas las miradas aquí en el cabotaje y en todo el mundo, el rechazo en el Senado a la llamada ley de “ficha limpia” pasó algo inadvertido y no fue del todo objeto del escrutinio por parte de la opinión pública. En circunstancias de relativa normalidad el asunto habría constituido un enorme escándalo destinado a durar semanas tanto por el resultado negativo de la votación en el parlamento —inesperado para los operadores mediáticos que se jactan de saber de qué se trata— como por las consecuencias electorales en el corto y en el largo plazo que tendrá.

En el corto plazo, como se sabe, dicho resultado caerá como una bomba en las aspiraciones de Silvia Lospennato, una dirigente de las segundas y las terceras líneas del macrismo que impulsó la aprobación de “ficha limpia” como método para promocionar su candidatura en las elecciones locales de la ciudad de Buenos Aires a mediados de mayo. Lospennato pensaba dar el batacazo en las urnas vendiéndose a sí misma como la gran paladina del honestismo en la política, pero terminó quedándose sin bandera. Y ahora es lo que siempre fue, una más del montón entre la multitud de dirigentes en busca de un cargo o una banca.

Entonces Lospennato fue la gran perdedora en el rechazo a “ficha limpia” y puede decirse fue la única. Contrariamente a lo que podría creerse a primera vista, el régimen de Javier Milei gana y no pierde con el rechazo al proyecto de ley, aunque formalmente haya estado entre sus impulsores y defensores. Más allá de la prédica hipócrita del honestismo “anticasta” que está en la base de la construcción discursiva del mileísmo, ni a Milei ni a ninguno de sus secuaces les convenía la aprobación de la ley básicamente porque, por más antipolítica que simulen ser, todos son dirigentes políticos y estarían sujetos a las generales de la ley en caso de aprobarse.

Dichas generales de la ley se resumen en la proscripción electoral para los dirigentes políticos que tuvieran una condena firme en caso de corrupción, lo que en el actual sistema en el que la política se financia con el Estado y teniendo en cuenta el deplorable estado del poder judicial, esa máquina de guerra, constituye una espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza de todos los dirigentes sin cuidado de su orientación ideológica supuesta. En una palabra, “ficha limpia” no le convenía a ningún dirigente, fue un intento de tiro en el pie por parte de la política como un todo.

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Silvia Lospennato (al centro), junto a sus “compañeras” cristinistas Mayra Mendoza, Lucila de Ponti, Gabriela Cerruti y Mónica Macha. Aquí el poder fáctico —que exigía la legalización del aborto por motivos estratégicos— obligó la visibilización de la unidad hegemónica de la política argentina. Ese día la hegemonía se reveló como nunca, aunque muchos no quisieron verlo. Cuando el interés superior de las élites globales está en juego las mal llamadas “derecha” e “izquierda” muestran que son dos cabezas de una misma serpiente.

Esto puede explicarse de otra forma: en países ultraperiféricos y coloniales como el nuestro el sistema político está construido de un modo tal que todos los dirigentes deben cometer actos de corrupción para subsistir, deben robar del dinero público para financiar su propia actividad. El hecho de que solo algunos casos de corrupción tomen estado público y únicamente ciertos dirigentes sean imputados tiene que ver precisamente con el lawfare, es decir, con ese poder judicial que existe como máquina de guerra y no para impartir justicia: se persigue solo a los que conviene perseguir en cada momento, pero lo cierto es que todos los dirigentes se sirven del dinero público para subsistir en la política.

Todos y mucho más todavía los falsos moralistas, los honestistas que no solo roban para financiar su actividad política sino para enriquecer a costa del pueblo-nación. La corrupción es una institución normalizada que aún no se sinceró y probablemente no se sincere jamás y la conclusión es que “ficha limpia” no le servía a ningún dirigente, ni siquiera a Silvia Lospennato más que como pan para hoy y hambre para mañana. Lospennato es ave de vuelo corto y solo piensa en ganar hoy, no tiene perspectiva a futuro porque sabe que nunca va a ser más que la chica de los mandados de Mauricio Macri.

Y aquí está el meollo del asunto: la ley de “ficha limpia” no puede ser una idea del mileísmo, puesto que este gobierna y necesita polarizar con alguien que tenga mucha imagen negativa, así es cómo se ganan elecciones en el contexto de una grieta. Ese individuo hoy es Cristina Fernández, la dirigente que tiene un techo muy bajo entre un 20% y un 25%, no gana elecciones y más bien las hace ganar al que se le ponga en frente. Milei tiene una gestión de gobierno profundamente antipopular y necesita que Cristina Fernández sea candidata para ganar las elecciones por contraste o descarte. A Milei no le interesa, por simple lógica, la proscripción de Cristina Fernández.

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En los años 1990 Fernando Collor de Mello fue el Milei de Brasil, el que había llegado para terminar con la corrupción de la casta. Pero a los dos años explotaron escándalos en los que la corrupción del régimen de Collor de Mello quedó expuesta y resultó ser mucho más brutal que la de la supuesta casta a la que él había venido a desalojar. Como suele suceder en estos casos el falso moralista suele ser más corrupto que los corruptos regulares.

¿A quién podría interesarle entonces estratégicamente “ficha limpia” en este contexto? Pues a Mauricio Macri, por supuesto, quien quiere ocupar el lugar de antagonista con el gobierno para alternar y volver a ser presidente. Alguien podrá aducir que Macri es el más corrupto de todos y que estaría sujeto a la proscripción por “ficha limpia”. Eso es cierto, pero ahora importa poco. Macri está quedando fuera del juego, necesita quitar del camino a Cristina Fernández para subirse él al tren. Una proscripción futura es para Macri un problema menor e hipotético. El problema mayor y actual es la proscripción presente de quedar fuera del juego para siempre.

Por eso la idea de “ficha limpia” únicamente pudo haber venido del lado del macrismo y la presentación de Lospennato como abanderada de la causa es la prueba más evidente de ello. El macrismo lanzó el tema al tapete y apretó a Milei, lo obligó a apoyar el proyecto en contra de sus intereses. ¿Por qué Milei accedió al chantaje? Porque el honestismo está en la base de su discurso ideológico. Milei es el “anticasta” y no podría oponerse a una ley o proyecto de ley cuya finalidad fuera justamente limpiar —al menos en teoría, claro, porque no hay nada de eso— de la política a la casta corrupta.

Milei apoyó entonces e instruyó a todos sus secuaces a hacer lo propio en público, hipócritamente, mientras entre bambalinas operó para que los votos no alcanzaran en el Senado. El proyecto de “ficha limpia” no llegó a ser ley, Cristina Fernández puede encabezar las listas de la “oposición” y ahí tiene Milei a su enemigo ideal, la representación del mal para quienes creen en su discurso mal llamado “libertario”, “anticasta” y anticorrupción. Para todos estos Cristina Fernández es el símbolo de casta, de la opresión estatal y de la corrupción, razón por la que tienden a no soltarle la mano a Milei aunque sus políticas los lleven a la ruina.

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En la confundida cabeza de quienes siguen apoyando a Javier Milei pese al estrago que viene imponiendo con su delirante régimen Cristina Fernández es la personificación del autoritarismo estatal, de la corrupción, de la casta y del propio mal. Y por lo tanto es ideal para encabezar las listas de la mal llamada “oposición” pues obliga a muchos a seguir votando a Milei por simple descarte o contraste. Así funciona la ingeniería electoral en tiempos de grieta: los extremos supuestos son más socios en una hegemonía que enemigos en la lucha por el poder en el Estado.

¿Entonces Macri tiene que ser, al igual que su empleada Lospennato, el gran perdedor de la fecha? No necesariamente. Macri tiene todo un manual de zancadillas que irá aplicando progresivamente, de las que “ficha limpia” fue tan solo una. No está muerto todavía porque también tiene el apoyo de ciertos sectores del poder fáctico. La que lo perdió todo en “ficha limpia” fue la abortera Lospennato, a quien se le encargó hacer una maldad y no pudo cumplir la misión. Para Lospennato “ficha limpia” era el boleto para el ascenso de categoría hacia el interior del macrismo y el tren se le pasó.

Pero en el fondo también queda demostrado que cuando la política quiere los votos para rechazar iniciativas en el parlamento de una manera o de otra siempre aparecen. Claro que no aparecen para frenar las leyes del mileísmo que impactan duramente contra la economía y la dignidad del pueblo, para eso los dirigentes no hacen el esfuerzo de aunar voluntades. En un año y medio el régimen de Milei hizo prácticamente todo lo que quiso con la venia del Congreso y desde la “oposición” (que no se opuso) la excusa siempre fue que no daban los votos para frenar a Milei.

Quedó demostrado que eso es mentira, que los votos sí dan para rechazar en el parlamento cualquier proyecto indeseable. Los números dan y si no están es porque la “oposición” verdaderamente nunca quiso oponerse en un año y medio, solo se opuso cuando el contenido del proyecto de ley afectaba directamente los intereses de los propios dirigentes. La hegemonía existe, está al servicio de los intereses del poder fáctico global y no va a molestar a Milei mientras este esté ejecutando la tarea que le fue encargada. Y seguirá ocultando el hecho con la mentira de que no está dada la correlación de fuerzas, que los votos en el Congreso no están.

Aunque sí están cuando las papas queman. Toda la verdad está a la vista.


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