En un marco gris de lluvias y tormentas que les servirá a los historiadores del futuro para hablar del evento como un punto de inflexión en la política de la argentina haciendo de ello una narrativa dramática, Cristina Fernández hizo en la Plaza de Mayo el esperado acto por los 20 años de la asunción de Néstor Kirchner en 2003. Esperado con ansias, por cierto, por toda la militancia que está desesperada por un rumbo claro, pero mucho más por los dirigentes subalternos que en nuestra política solemos llamar “cuadros medios”. Eran estos los más pendientes de las palabras de quien los conduce en la tarde lluviosa de la Ciudad de Buenos Aires.
Y para ellos hubo instrucciones muy claras. Cristina Fernández fue cristalina como nunca en su discurso más allá del acostumbrado recuento histórico de siempre. Hablando del futuro, la vicepresidente les dejó expresadas a los cuadros medios un manual de instrucciones para lo que se viene. Cristina Fernández fue muy clara respecto a los recursos naturales como objetivo del poder real, esto es, dijo sin ambages que la clave está ahí y que es necesaria una organización política y sindical para defender la soberanía sobre esos recursos. Esa es la clave de la geopolítica actual, el mundo está en guerra por el acceso a recursos como el petróleo, el gas, el litio y los alimentos. Eso es básicamente todo lo que hay en la política del presente.
Entonces Cristina Fernández dedicó la mayor parte de su discurso no a la militancia, que no entiende de esas cosas ni las quiere entender, sino a los cuadros medios que deben llevar a cabo esa organización. La fórmula es muy sencilla: organización política y sindical para la defensa de las riquezas del país como método para impedir el saqueo. ¿Por qué? Pues porque sea quien fuere el presidente de la Nación, tenga el signo que tenga el gobierno en un determinado momento, si la organización existe el saqueo es inviable. En una palabra, Cristina Fernández dijo este jueves de lluvia que no importa el candidato ni quién gane las elecciones, que la política se hace de abajo hacia arriba.
Claro que los cuadros medios del kirchnerismo no entendieron nada, pues no tienen preparación y tampoco comunicación directa con la conductora de su movimiento. Al ser consultado por un medio, en caliente y apenas finalizado el acto, a un delirante Hugo Yasky no se le ocurrió nada mejor que decir “bueno, la gente vino a escuchar una definición de su líder”, haciendo referencia a una indicación de candidaturas que no ocurrió. Yasky es dirigente sindical y es diputado nacional, pero aun así no entiende nada de lo que pasa a su alrededor. ¿Qué quedará para los demás dirigentes subalternos que están menos encumbrados en el escalafón que Yasky?

Claro que Cristina Fernández también es responsable de ello, porque si bien habló claramente dando las instrucciones del caso, no reúne de una vez a todos esos cuadros medios en una mesa grande para instruirlos en privado para que no salgan a declarar estupideces contraproducentes respecto a los lineamientos que ella misma está marcando. La vicepresidenta se rodea de muy poquitos, tiene un círculo íntimo impenetrable y después de eso no habla directamente y en privado con los dirigentes que la siguen, esto es, no los conduce más que cuando habla en público. Y no alcanza, por lo visto hasta aquí.
No alcanza porque los cuadros medios son limitados, no entienden y encima están más preocupados hoy por hoy en asuntos de rosca, por ver cómo se acomoda mejor cada uno en las superestructuras. Los cuadros medios no están interesados en ejecutar el plan de organización política y sindical que Cristina Fernández pone como condición sine qua non para la defensa de las riquezas de la patria. Entonces Cristina Fernández no hace bien al intentar conducirlos solamente con discursos públicos: hay que sentarlos a todos en una silla y explicarles las cosas como si de criaturas se tratara hasta que entiendan de qué va la cosa. Y aun así es probable que no entiendan nada.
Pero esas instrucciones claras sobre la estrategia política a mediano y largo plazo son, como veíamos, dirigidas a los cuadros medios. La militancia vino a Plaza de Mayo a buscar una consigna, una orden directa y sencilla sobre a qué dirección hay que marchar. Y eso es perfectamente natural, la militancia es la tropa en la metáfora de la política como continuación de la guerra. Y la tropa no quiere ni puede meterse en asuntos estratégicos, la tropa quiere la orden clara e inequívoca: este será nuestro candidato para las elecciones y a este hay que militarlo, defenderlo, votarlo y cuidarle los votos en la urna. No hay nada más que pueda decírsele a la tropa.

Y es precisamente ahí, en la instrucción clara e inequívoca a la tropa, donde Cristina Fernández se pone críptica. Luego de explicarles claramente la estrategia a unos oficiales que no están interesados en entenderla y mucho menos en ejecutarla, porque no les da la nafta y porque están más ocupados en ubicarse a sí mismos en el escalafón, la conductora del kirchnerismo les habló otra vez con acertijos a los soldados. No definió el candidato —era poco probable que lo hiciera faltando un mes para el cierre de listas— y tampoco dio ninguna señal de que vaya a cambiar de opinión postulándose ella misma a las elecciones.
Mientras hablaba de economía haciendo el análisis de siempre, Fernández giró súbitamente a una reivindicación del actual gobierno del Frente de Todos, al que calificó como “mejor que el de Macri”. Y, acto seguido, dijo otra vez que no va a ser títere de nadie. Véase bien, esos elementos enhebrados en el discurso son en sí una definición muy clara: el candidato será un dirigente del actual gobierno porque ella no puede. ¿Y por qué no puede? Porque la única forma de serlo y de ganar las elecciones es aceptando los términos del poder real. El poderoso permitiría que Cristina Fernández se postulara e incluso que ganara, siempre y cuando se comprometa a hacer en la gestión de gobierno lo que el poderoso quiere.
Eso es lo que Cristina Fernández llama “ser títere”, lo que ya de movida nos permite inferir que el próximo presidente de la Argentina necesariamente será ese títere. Pase lo que pase y gane quien gane, dice la vicepresidente, el próximo gobierno será un gobierno del poder fáctico. Y por eso mismo es necesario hacer la organización política y sindical para resistir al saqueo que dicho gobierno viene a hacer contra los recursos naturales. Es todo claro como el agua, por supuesto, Cristina Fernández está adelantando que la fórmula presidencial del kirchnerismo no será muy agradable para el gusto estético progresista de la militancia, pero también dice que eso tiene poca importancia.

En esa fórmula estarán los muchachos de las embajadas de Estados Unidos e Israel, esos son los que se perfilan hoy y eso es lo que hay, son esos los que aceptan ser títeres del poder. Y es para frenarlos a ellos, a los candidatos de Juntos por el Cambio y a los libertarios, por supuesto, pero también a los candidatos “propios”, que se hace necesaria aquella organización política y sindical urgida por Cristina Fernández. Eso es lo que dice Cristina Fernández crípticamente a la tropa, quizá por no poder decirlo de otra forma, que el próximo gobierno será enemigo de los intereses permanentes del pueblo y es necesario prepararse para resistir.
La soldadesca no va a entender eso ni está en condiciones de organizar nada, esa es la tarea de los oficiales subalternos que son los cuadros medios. Pero estos no entienden, no tienen ganas de entender o están más interesados en rosquear para acomodarse a sí mismos en las listas y luego en los cargos. Los cuadros medios del kirchnerismo no son muy distintos al promedio mediocre de la política argentina: en dos décadas no aprendieron nada, un poco gracias también a que la conducción jamás le interesó educarlos. Ahora el generalato los necesita educados para luchar, pero ahora es tarde porque no hay tiempo: tendrían que estar preparados ya de antemano, no lo están y no hay forma de adiestrarlos de apuro en tiempos de guerra.
El problema de Cristina Fernández no es con su militancia. Estos son fieles, desinteresados y ciegamente obedientes, si ella mañana los manda a militar al empleado de la embajada yanqui, a la alternativa sionista que asoma o al propio diablo ellos lo harán con entusiasmo porque así lo dispuso la jefa. Cristina Fernández está hoy metida en un laberinto porque depende de sus oficiales subalternos para organizar a la tropa, pero estos son estúpidos, arrogantes y mediocres. Los mueven el dinero y los cargos, no sirven para organizar nada. La organización política y sindical que ella ve como condición para resistir frente a lo que se viene será siempre una entelequia en manos de ellos.
El día gris es un presagio, es como un signo. En el horizonte se ven unas tormentas que al kirchnerismo lo hallan sin paraguas.