Un hecho que entonces se leyó como una anomalía tuvo lugar durante la campaña para las elecciones de octubre del año pasado en Brasil, en las que se definía la continuidad del presidente Jair Bolsonaro o el regreso triunfal de Luiz Inácio “Lula” da Silva luego de dos mandatos presidenciales, un tiempo en la cárcel y otro legalmente proscripto. En un artículo publicado el 20 de septiembre de 2022, a pocos días de la primera vuelta electoral, la CNN Brasil anunciaba una extraña reunión entre el candidato del Partido de los Trabajadores y representantes del Departamento de Estado de Washington en la sede del Instituto Lula en São Paulo. Siempre de acuerdo con la CNN, el encuentro había sido acordado entre el candidato y el gobierno de los Estados Unidos para “asegurar el resultado electoral y adelantar posibles temas de una agenda bilateral como la democracia y el medio ambiente”, centrales en la agenda del presidente Joe Biden. Como se ve, o por lo menos de acuerdo con la narrativa del canal televisivo estadounidense a través de su filial en Brasil, Washington ya daba por cierta la victoria electoral de “Lula” da Silva y consideraba en esos días importante asegurar el resultado de las urnas, sea lo que fuere lo que eso significa.
El primer reflejo de quien observa la política como una continuidad de las tradiciones en las que se inscriben los dirigentes, los partidos políticos y los movimientos fue el de dudar de la información atribuyendo la noticia a una vulgar operación mediática cuyo objetivo solo podía ser la difamación del candidato del Partido de los Trabajadores. Luego de una larga trayectoria antiimperialista con su discurso orientado a la crítica a la hegemonía de los Estados Unidos, un “Lula” da Silva ubicado —a pocos días de las elecciones— en un contubernio junto al enemigo declarado de la soberanía nacional-popular en nuestra región tenía todo el aspecto de la información falsa para generar discordia en el campo del enemigo. Por su parte, al pertenecer a una tradición política en la que los Estados Unidos se identifican con el mal absoluto, la militancia lulista tendía claramente a recibir la noticia como una bomba y una ducha de agua fría en pleno calor de la batalla electoral. Entonces el titular de la CNN tenía que ser falso, tenía que ser una operación para favorecer a Jair Bolsonaro en víspera de una elección.

Pero no era falso ni se trataba de ninguna operación. Ni lerdo ni perezoso, el periodista de CNN Caio Junqueira informaba en el propio artículo que la reunión había sido confirmada oficialmente por la embajada de los Estados Unidos en Brasilia y luego por dos altas fuentes en el comando de la campaña de “Lula” da Silva. Y además que dicho encuentro estaba originalmente programado para ocurrir entre la primera vuelta y el ballotage de aquellas elecciones, pero que en un acuerdo entre las partes se adelantó previendo la posibilidad del triunfo del candidato del Partido de los Trabajadores sin la necesidad de una segunda vuelta, lo que finalmente no ocurrió. El caso es que la reunión efectivamente tuvo lugar y según el portal La Política Online, único medio argentino al que le interesó reproducir la noticia, en ella “Lula” da Silva fue informado de que Joe Biden estaba muy interesado en “frenar a Bolsonaro”. En una palabra, los Estados Unidos intervinieron en el proceso electoral de Brasil y lo hicieron para favorecer al candidato menos pensado para el sentido común de la política leída como una coherente continuidad ideológica.
Seis meses y una elección presidencial han pasado desde aquella extraña reunión, pero hasta el día de hoy muchos militantes y simpatizantes del Partido de los Trabajadores y de “Lula” da Silva, tanto en Brasil como acá, se niegan a creer que el encuentro haya ocurrido. Es que se trata, sin lugar a duda, de una contradicción ideológica muy difícil de digerir, o lo que se suele llamar un sapo intragable: el representante de la voluntad soberana del pueblo-nación brasileño aceptando la bendición del enemigo número uno de dicha voluntad es el hecho que no puede ser, es lo absurdo. ¿Cómo va a reunirse “Lula” da Silva con quienes llevaron a cabo el golpe de Estado institucional que en el año 2016 derrocó a Dilma Rousseff y destruyó al gobierno del Partido de los Trabajadores? ¿Qué asuntos tenía que tratar con esos golpistas, a los que combatió, al menos simbólica y discursivamente, durante una larga trayectoria de más de cuatro décadas denunciando los efectos deletéreos del imperialismo estadounidense en nuestra América? La reunión ocurrió, pero fueron pocos los dispuestos a aceptarlo. Los más optaron por refugiarse en la comodidad de la negación.

La reunión entre “Lula” da Silva y ese auténtico “ministerio de las colonias” que es el Departamento de Estado de Washington ocurrió, pero eso no es todo. Al no salir la embajada de los Estados Unidos ni el comando de la campaña del Partido de los Trabajadores a desmentir una noticia publicada en un medio dependiente de la Casa Blanca, la única conclusión posible es que, lejos de intentar mantener el encuentro en secreto, como suele darse con las conspiraciones, ambas partes eligieron difundirlo. No hay ninguna conspiración, todo se hizo a la luz del día quizá para comunicarles a los de enfrente que los Estados Unidos acordaban con “Lula” da Silva. La noticia fue difundida adrede tanto por yanquis como por brasileros con el objetivo de arrojar una bomba en el cuartel de Jair Bolsonaro, quien había ganado las elecciones cuatro años antes en sintonía con Washington. De hecho, la guerra judicial que destituyó a Dilma Rousseff en 2016 y encarceló a “Lula” da Silva para proscribirlo en 2018 es la obra registrada y sellada de los Estados Unidos en su eterna injerencia golpista en el “patio trasero” de América del Sur y Central. Bolsonaro ganó las elecciones de 2018 y llegó a ser presidente básicamente porque Washington así lo quiso. Aunque ahora, como se ve, al parecer el Tío Sam anunciaba que iba a querer otra cosa.
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