A partir del fulminante advenimiento de Javier Milei con su triunfo en las elecciones de noviembre de 2023, una serie de circunstancias y personajes que hasta entonces se habían mantenido por fuera de la vista de la opinión pública empezaron de pronto, por razones que son difíciles de explicar, a hacerse visibles tanto en nuestra política de cabotaje como en el plano internacional. Uno de esos personajes es el oscuro Eduardo Elsztain, el superpoderoso magnate de los bienes raíces, de la producción de alimentos y energía y de otras actividades quizá no precisamente del todo lícitas, un hombre misterioso que algunos llaman “el dueño de la Argentina” y controla, en efecto, fácticamente, buena parte de nuestra economía.
Elsztain, un judío ortodoxo de 63 años que en la actualidad se caracteriza por ostentar la barba tupida y la kipá típicas de quienes adhieren a ese fanatismo religioso, ha sido hasta hace no mucho objeto de teorías dichas “conspiranoicas”, esto es, de aquel tipo de información o de conocimiento que no circula por los medios de comunicación tradicionales. Si bien es de público conocimiento su control sobre el mercado inmobiliario a través de su corporación IRSA, Elsztain ha sido siempre tan invisible como pueden ser los megamillonarios de su talla y eso se debe a que siempre mantuvo un perfil bajísimo. En los medios prácticamente jamás se habló de él.
Ese anonimato relativo se esfumó súbitamente en las últimas semanas de 2023 al triunfar Milei en las elecciones. De modo inesperado incluso para un periodismo que no supo muy bien cómo tratar el asunto, Elsztain apareció en el acto de asunción del flamante presidente y luego otra vez en la gala que se realizó en el Teatro Colón para celebrar ese evento político. Y luego dejó abordarse en la calle por un notero de televisión con micrófono y cámara encendidos, situación de la que al parecer no hay precedentes tratándose de Elsztain. Más allá del natural estupor por parte de la opinión pública frente a un personaje tan excéntrico al que muy pocos le conocían la cara y ahora pasa a ser figurita repetida en todas partes, la aparición de Elsztain suscita una infinidad de interrogantes muy complejos.

¿Por qué ahora? ¿Por qué un magnate que ha hecho enormes negocios con todos los gobiernos desde Carlos Menem —especialmente con este, como veremos— hasta la fecha resuelve abandonar un anonimato tan celosamente preservado durante años y décadas para dejar públicamente asociada su imagen con la de un presidente electo? La respuesta a esta pregunta todavía no está al alcance de la comprensión general, pero será la clave para resolver muchos de los misterios que envuelven en una mística casi sobrenatural a Eduardo Elsztain. Podría decirse que en la comprensión del vínculo que une a Elsztain, a Milei y a otros personajes igualmente turbios de la política y del poder fáctico está la respuesta a un enigma mucho más importante: el de cómo se benefician algunos individuos del poder político en el Estado para hacer inauditas fortunas en países semicoloniales y subdesarrollados como el nuestro.
El caso es que Eduardo Elsztain resolvió abandonar voluntariamente su lugar de comodidad en las sombras, de donde difícilmente alguien podría de otro modo haberlo sacado. Y lo hizo para “quedarse pegado” con un Javier Milei que es una incógnita dentro del sistema lógico de comprensión de la política. Algunos analistas se aventuran a adelantar que como presidente Milei será breve, muy breve. Otros, incluyéndonos a los que aquí escribimos, creemos que la presidencia de Milei va a durar todo lo necesario para que el gobierno “libertario” haga el reseteo de la Argentina en sus finanzas luego de una década de debacle constante e imponga las reformas “antipáticas” que los demás dirigentes quieren ver realizadas, pero ninguno se anima a realizar en primera persona por sospechar que las consecuencias de hacerlo podrían ser nefastas para el que lo haga.
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