Para sorpresa y escándalo de los medios de difusión en Occidente y aquí en las colonias, Vladimir Putin anunciaba en los últimos días de marzo que todos los pagos por la compra de gas natural ruso desde Europa, Gran Bretaña y los Estados Unidos deberían efectuarse de allí en más ya no en dólares ni en oro, sino en rublos, que es la moneda soberana de Rusia. El que se despertaba temprano ese miércoles 23 y leía estampado en todos los medios el titular de esta noticia tenía de entrada un poco de dificultad para comprender de qué iba la cosa. “¿Cómo no va a querer dólares ni oro, si lo que Putin necesita en tiempos de guerra es fortalecer sus reservas y poder así afrontar tanto los costos del esfuerzo bélico como las importaciones del país, que se pagan justamente en dólares o en oro?”, se preguntaba azorado el lector de los diarios.
Se trataba efectivamente de un acertijo, de un enigma que en la conciencia del hombre occidental metropolitano o colonial resulta siempre muy difícil de resolver. A un argentino, por ejemplo, se le complicaría toda la cosmovisión de golpe si el gobierno de su país anunciara un buen día una nueva política de Estado según la que debieran pagar en pesos los importadores la soja, el trigo y las demás commodities argentinas, nuestra principal fuente de ingreso nacional. La Argentina imprime los pesos, podría teóricamente imprimir pesos a discreción y es precisamente eso lo que viene haciendo en los últimos años. ¿Para qué querría la Argentina que le paguen por las riquezas que exporta en una moneda que puede imprimir libremente y no en la moneda “dura” que necesita para equilibrar su balanza comercial?
Ese es el enigma aparente en el anuncio hecho por Vladimir Putin al cumplirse el primer mes de su campaña en Ucrania. Alrededor del 50% de la economía rusa, del ingreso nacional de Rusia en lo que exporta, se resume al gas natural, al petróleo y sus derivados. Por lógica, lo que más necesita Rusia ahora y siempre es que esas exportaciones generen divisas en la moneda “dura” del momento histórico, que es el dólar, por lo que la no aceptación de dicha moneda como medio para concretar las transacciones tiene que sonar más que extravagante. Parecería, a primera vista, que Rusia está prescindiendo del combustible vital de su economía.

Pero no es así. La jugada es extremadamente sofisticada, sin lugar a dudas, aunque se deja ver en sus fines: teóricamente acorralado por las sanciones económicas impuestas por Occidente, lo previsible sería que Putin anduviera desesperado por el mundo tratando de colocar el petróleo y el gas rusos en mercados donde los que compran tienen la capacidad de pagar en dólares y así sortear las sanciones haciéndose de fuentes de ingreso alternativas. Pero aquí tenemos la primera demostración práctica de que estamos frente a un liderazgo no convencional, a un proyecto político destinado no a reproducir el orden mundial existente, sino a destruirlo para la creación de un orden nuevo. Vladimir Putin no está haciendo una guerra más dentro del ordenamiento de siempre, sino una guerra extraordinaria contra ese ordenamiento.
En términos económicos y financieros bien concretos, al exigir el pago de sus exportaciones en moneda local, lo que Putin hace es presentar un desafío muy serio a la hegemonía del dólar como moneda de intercambio comercial universal. Deténgase el atento lector un momento y piense en cómo se establece esa hegemonía o en por qué la moneda que posibilita el comercio a nivel global es el dólar y no cualquier otra de las existentes como el euro, la libra esterlina, el yuan, el real brasileño o el mismísimo rublo. ¿Por qué la moneda de un país determinado que existe entre otros tantos países es la utilizada por todos a la hora de hacer negocios internacionales? Piense ahora el atento lector en el ejemplo de los millones de toneladas de soja que la Argentina exporta a China todos los años y que los chinos pagan en dólares, aunque el dólar no es la moneda de curso legal ni en China ni en Argentina. ¿Por qué China no paga en yuanes o en pesos? Porque ni el yuan ni el peso le servirían a la Argentina para hacer negocios luego, digamos, con Italia o con Canadá, puesto que ambos exportan y esperan que se les pague en dólares, nunca en yuanes o en pesos. Eso es una moneda universal de intercambio comercial y eso es lo que Putin viene a desafiar ahora.
Este es un contenido exclusivo para suscriptores de la Revista Hegemonía.
Para seguir leyendo, inicie sesión o
suscríbase.