Desde la segunda quincena de enero en adelante una avalancha de noticias y operaciones mediáticas tomó por sorpresa a la opinión pública a nivel mundial con el anuncio de la probabilidad de una invasión de Rusia sobre el territorio de Ucrania, o la guerra en su forma más clásica: la confrontación directa y armada entre Estados nacionales. Por razones que veremos a continuación, Vladimir Putin posicionaba al cierre de esta edición a varias decenas de miles de soldados en la extensa frontera ruso-ucraniana, rodeando prácticamente al país en todo su extremo meridional, oriental y, con la ayuda de Bielorrusia, aliado histórico del Kremlin, también por el norte. Siglos de una relación íntima y a la vez complicada entre Rusia y Ucrania emergen hoy en el intento de dar con la explicación de por qué el país más extenso del planeta parece interesado en expandirse hacia el oeste, más de treinta años después de la disolución de la Unión Soviética y la pérdida del control por parte de Moscú sobre el inmenso potencial económico de esos territorios de Europa central.
En su teoría del espacio vital —que no ha podido falsarse en la geopolítica de Europa a lo largo de la historia por la efectiva simplicidad de los términos en los que se plantea—, el geógrafo alemán Federico Ratzel sostenía a fines del siglo XIX que una determinada nación tenía el destino de expandirse sobre el territorio de otras naciones con el fin de obtener los medios económicos necesarios para su grandeza o tenía el destino de ser borrada de la faz de la Tierra, precisamente por ser objeto del expansionismo ajeno. La teoría de Ratzel fue aprovechada posteriormente por la Alemania nazi para justificar hasta ideológicamente el avance de las tropas de Hitler sobre Polonia y sobre otros países europeos en el marco de lo que fue la II Guerra Mundial, aunque Ratzel no tenga ninguna relación con lo hecho de sus teorías geográficas después de su muerte. El espacio vital es la conclusión de la determinación económica de la política, allí donde la riqueza de las naciones se define en la modernidad y desde mucho antes por su capacidad de obtener recursos más allá de sus fronteras. En una palabra, sobre todo en espacios geográficos reducidos y sobrepoblados como los de la vieja Europa, la alternativa a hacerse del control de su espacio vital es la de ser un espacio vital controlado por otras naciones y ahí está expresado el fundamento económico de toda guerra desde que se tenga noticia.
Entonces la primera explicación de por qué Rusia viene tratando de avanzar sobre los territorios que alguna vez estuvieron bajo su control mientras existieron la Unión Soviética y el bloque socialista del Este en su “cortina de hierro” es la del espacio vital en los términos propuestos por Ratzel, las pacientes campañas rusas en Crimea, en Donbás y luego directamente contra Ucrania en su soberanía territorial integral deberían responder al interés de Rusia en un espacio vital del que pudiera extraer la riqueza necesaria para su desarrollo como nación y como potencia. Pero precisamente ahí está el primer problema, el más grave que presenta esta hipótesis, puesto que Rusia es territorialmente nada menos que el más extenso de los países existentes y además, por esa misma razón, ya tiene fronteras adentro en términos de recursos naturales muchísimo más de lo que necesitaría para lograr un desarrollo pleno de potencia económica global. ¿Por qué habrían de hacer los rusos un desgaste militar enorme, poniéndose en frente a todo el Occidente y jugando a deflagrar una contienda de proporciones globales, con la finalidad de ir a quitarle a Ucrania lo que en Rusia ya tienen en abundancia?

Sabemos hoy en posesión del diario del lunes que la teoría del espacio vital de Ratzel no puede falsarse, pero puede descartarse por inútil si se la aplica fuera de la realidad geográfica europea, que es la que Ratzel conoció y sobre la que efectivamente teorizó. En otras latitudes como las de nuestra América del Sur no existen realmente los conflictos territoriales reales más allá del despojo ocasional resultante de guerras por otras razones económicas o geopolíticas. Paraguay, por ejemplo, perdió gran parte de su territorio soberano a manos de Brasil y Argentina al finalizar la Guerra de la Triple Alianza, pero no porque a Brasil o a Argentina les hicieran falta los recursos naturales del territorio expoliado a los paraguayos, de ninguna manera. De hecho, tanto Argentina como Brasil tenían aún sin explotar vastas extensiones de sus propios territorios soberanos y ni el actual Mato Grosso brasileño ni la actual provincia de Formosa argentina ameritaban el tremendo esfuerzo de guerra puesto en cinco años y más para llevar a cabo un verdadero fratricidio contra el pueblo paraguayo. De no ser por la manipulación de Gran Bretaña, gran interesada en destruir el desarrollo industrial incipiente de Paraguay con Solano López a la cabeza, la Guerra de la Triple Alianza no podría haber tenido lugar simplemente porque en el plano económico a ninguno de los involucrados le interesaba ir a expoliar lo que ya era abundante en sus propios suelos.
Entonces el espacio vital de Ratzel no podría aplicarse a enormes países como Brasil y Argentina, el quinto y el octavo territorios más extensos del planeta, respectivamente. Y, de manera análoga, lo mismo vale para Rusia, país que en su extensión territorial es más grande incluso que Brasil, Argentina y todo el actual Mercosur combinados, Venezuela, Bolivia, Paraguay y Uruguay incluidos. La teoría de Ratzel se ajusta bien a países como Alemania, donde hubo y sigue habiendo una colosal desproporción entre capacidad industrial instalada y recursos naturales necesarios para mover esa industria y alimentar a la población. Es comprensible que Hitler en su proyecto de dominación mundial haya avanzado sobre sus vecinos de Europa para obtener lo que en Alemania escaseaba o bien directamente no existía: combustibles, minerales, alimentos y reservas acuíferas. Pero lo mismo es inexplicable en el caso de Rusia hoy en relación con Ucrania de la misma forma en que lo fue en el caso de Brasil y Argentina en el siglo XIX respecto al Paraguay de Solano López. Rusia no avanza sobre Ucrania por un interés económico directo, esto es, no está apostando sus tropas sobre la frontera simplemente para hacerse del control del trigo, que en Ucrania se produce mucho y en Rusia más todavía. Aquí hay intereses económicos indirectos, los que podrían calificarse con más precisión como intereses geopolíticos.
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