La pesadilla nuclear

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A punto de cumplirse un año del inicio de la operación especial de Rusia sobre el territorio de Ucrania el tono del discurso diplomático de las potencias involucradas en el conflicto parecería haber escalado hasta poner al mundo al borde de una guerra mundial que podría ser nuclear, o al menos eso es lo que se desprende de las palabras y del comportamiento de los dirigentes políticos en Occidente y en Oriente. Declaraciones como las de la directora del Departamento de Información de la cancillería rusa María Zajárova, en las que directamente les imputa a las potencias occidentales nucleadas en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) una participación directa en esta guerra de Ucrania, o las del mismísimo canciller Serguéi Lavrov poniendo fin a cinco siglos de dominación mundial de Occidente, indican que algo cambió en el precario equilibrio que las potencias habían sostenido durante el último año y también dicen a gritos que se cuecen distintas habas en un diferendo que hasta aquí se presentó como una vulgar guerra proxy sin más finalidad que la de provocar al enemigo histórico y avanzar posiciones en el mediano plazo.

Amenaza entonces con tornarse una deflagración mundial lo que había sido una guerra muy fría de escaramuzas localizadas sobre el territorio de Ucrania. Con la seriedad que los caracteriza, María Zajárova y Serguéi Lavrov dejaron en evidencia a fines del mes de enero que está en los planes de Rusia la utilización de armas nucleares tácticas si el enemigo occidental y atlantista sigue haciendo un juego disimulado y sucio en Ucrania. “Tengo una pregunta para Stoltenberg”, iniciaba su fuerte diatriba la directora del Departamento de Información de la cancillería rusa, dirigiéndose al actual titular de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg. “¿Cree realmente que los ciudadanos de los países de la OTAN son idiotas? ¿De verdad cree que enviando tanques, que deben ser tripulados por gente, creando puestos de reclutamiento en embajadas de Ucrania en el extranjero tanto para ucranianos como para ciudadanos de otros países, siguen sin ser parte del conflicto? ¿Qué son entonces? Invéntense un nombre nuevo para sí mismos. ¿A quién continuará engañando la OTAN? ¿A sus ciudadanos? Esos ciudadanos deben saber que su bloque está completamente involucrado en una confrontación con nuestro país. Y que esta confrontación va en aumento”, concluyó Zajárova.

Junto a su jefe inmediato, el canciller Serguéi Lavrov, María Zajárova expresa la voz de Rusia con la denuncia sin ambages a la participación de la OTAN en la guerra de Ucrania. Zajárova y Lavrov intentan instalar una narrativa en la que Occidente es el verdadero enemigo para generar las condiciones apropiadas para un cambio brusco de paradigma: al quedar en evidencia que los Estados Unidos son incapaces de luchar en Europa, la región quedará finalmente bajo la órbita de Moscú y allí estará configurado el nuevo orden multipolar del “concierto de las naciones”.

Se trata de un mensaje muy claro y dirigido no solo a Jens Stoltenberg, sino a quienes el noruego que conduce la OTAN, en la opinión de Zajárova, pretende engañar. No hubo respuesta por la contraparte y eso significa que la diplomática rusa dio en el clavo al identificar la raíz del problema ubicando a los países miembros de la alianza atlantista como parte disimulada del conflicto. La cuestión es la de siempre y es que Occidente está usando a Ucrania como carne de cañón para hacerle la guerra a Rusia y que, por otra parte, los rusos ya están un poco hartos de esa actitud desleal. Pero conviene no perder de vista que si la OTAN se hiciera cargo de la acusación y blanqueara su participación en la guerra de Ucrania desde el lugar de parte involucrada, como exige Zajárova, eso implicaría la formalización de una guerra abierta entre al menos cuatro potencias nucleares, precisamente las cuatro más grandes de todas: Rusia, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, con Alemania en el medio. Ese sería un hecho inédito en la historia de la humanidad puesto que estos países o sus antecesores legales jamás se enfrentaron abiertamente desde la II Guerra Mundial, es decir, nunca hicieron la guerra caliente los unos contra los otros después del advenimiento de la tecnología nuclear para fines bélicos.

Hoy esas potencias militares tienen la bomba nuclear y, por lo menos en los casos de Rusia y los Estados Unidos, tienen también la cohetería suficiente para poner esas ojivas en cualquier lugar del planeta sin la necesidad de arrojarlas desde aviones, como hizo el presidente Harry Truman en Hiroshima y Nagasaki al finalizar la II Guerra Mundial en 1945. Los Estados Unidos ganaron esa carrera armamentística con el Proyecto Manhattan y estrenaron su nuevo “juguete” en Japón para presionar a Stalin, alejando a los soviéticos de sus pretensiones de control sobre Europa. Lo que ocurrió de ese momento hasta 1950, cuando la URSS al fin desarrolla su propio armamento nuclear, es que Washington estableció todo el ordenamiento jurídico mundial para la etapa de la posguerra. El mundo tal y como lo conocemos hoy es el resultado de esa imposición estadounidense en un corto periodo de tan solo cinco años. Mientras tuvieron en soledad el arma más masiva que haya inventado el hombre, los Estados Unidos ordenaron el mundo a su voluntad y los soviéticos no pudieron hacer mucho más que observar y protestar. Ese es el ordenamiento que hoy Rusia, sucesora de la URSS, desafía en lo militar al avanzar sobre Europa y China cuestiona en lo económico llevando a cabo su guerra comercial.

Jens Stoltenberg, aquí siendo interpelado por el entonces presidente de los Estados Unidos Donald Trump. Ese fue un momento histórico clave que será recordado en el futuro pues significó el inicio del cuestionamiento de los estadounidenses a la OTAN y, de un modo general, a la alianza atlantista resultante de la II Guerra Mundial. Aquí, por primera vez y de la mano de Trump, el Plan Marshall empezó a dar signos de agotamiento. La hegemonía de los Estados Unidos en Europa ya parece ser insostenible.

A eso se refiere el canciller ruso Serguéi Lavrov cuando dice que los occidentales “están agitados porque el dominio que tuvieron sobre el mundo por al menos cinco siglos se está desvaneciendo”. Lavrov es un hombre muy bien educado en la enorme tradición de la diplomacia rusa, que es de altísimo nivel, razón por la que recarga con el peso de la historia cada palabra que dice. “El mundo multipolar está surgiendo. Potencias como China, la India, Turquía y Egipto, África como un enorme y rico continente —muchos dicen que ahí está el futuro del mundo— y América Latina con Brasil, Argentina y México. Esas potencias lo son en sus respectivas regiones y en gran medida para la economía mundial, como lo son China y la India. No se las puede ignorar y tampoco se les puede obligar a que se desarrollen de una forma tal que sigan enriqueciendo a los países occidentales”, concluía un Lavrov hablando en inglés, no en ruso, para mejor comprensión de sus palabras entre los destinatarios de estas.


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