Con su cuenta de Twitter protegida por la enorme cantidad de diatribas e insultos recibidos en pocas horas, la operadora mediática de C5N Estefanía Pozzo expresaba solo para quienes la siguen en esa red social una preocupación y, a la vez, una certeza. A raíz del crimen de Lucio Dupuy en La Pampa, Pozzo veía una embestida contra el feminismo por parte de la “derecha fascista”, la que en su opinión utiliza el aberrante crimen de un niño para perseguir a las feministas. “Los niveles de violencia que están manejando contra las feministas pasan como si nada. Sepan que es grave y que va a seguir escalando. Digo, para que no se sorprendan más adelante”, tuiteaba Estefanía Pozzo en una mezcla de denuncia contra lo que considera una embestida y la advertencia a modo de vaticinio acerca de una eventual “caza de brujas” que vendría a ocurrir en el corto plazo.
Lucio Dupuy tenía cinco años al ser asesinado por su propia madre y la pareja de esta, no sin antes ser brutalmente torturado por ambas en el tiempo. De la autopsia sobre el cuerpo de Dupuy y de la posterior investigación judicial por el crimen se desprende que las dos mujeres abusaron física, psicológica y sexualmente del menor antes de matarlo a golpes en las más espantosas circunstancias. Al estar las perpetradoras del horror en una relación homosexual y al ser aparentemente militantes de la ideología de género tanto en su contenido como en sus formas, el proceder de Magdalena Espósito Valenti y Abigail Páez fue comprendido por el sentido común como un resultado natural de esa orientación sexual e ideológica. He ahí el problema que tanto preocupa a Estefanía Pozzo: hay demasiada gente gritando en las redes sociales que el de Lucio Dupuy es un crimen de odio con motivaciones de género, esto es, que lo mataron dos mujeres lesbianas y feministas por ser varón.
El determinar si eso fue o no así es precisamente materia de la investigación judicial, puesto que ya no está en tela de juicio la autoría del crimen al haber confesión de parte, sino sus motivaciones. Por la parte querellante, el abogado Mario Aguerrido considera que Lucio Dupuy fue sistemáticamente torturado y luego asesinado por ser varón, configurándose claramente allí un crimen de odio motivado por la ideología de género. “El odio de género está demostrado por las pericias psicológicas y los chats que evidenciaron una particular animadversión al género y al estereotipo masculinos”, explica Aguerrido. “Lo demuestra la saña con la que fue atacado Lucio, que incluso tenía un desgarro en el glande provocado por mordiscos, quemaduras de cigarrillo, etcétera”. La querella se basará en esas pericias y en demás elementos de un abundante acervo probatorio para demostrar en el juicio que efectivamente la ideología de género motivó el crimen de Lucio Dupuy.

Refutarlo o confirmarlo, como corresponde, es la tarea de los jueces en el tribunal, los únicos habilitados para juzgar en nuestro sistema. Aquí lo interesante es observar la preocupación del feminismo en que el resultado, en la eventualidad de corroborarse judicialmente la tesis, puede ser la imputación social de la ideología de género en la barbarie de Espósito Valenti y Páez. En una palabra, ideólogos como Estefanía Pozzo y demás están viendo que se les termina el negocio porque de alguna forma va a imponerse una narrativa tal que el mal llamado “feminismo” va a quedarse pegado con un crimen abominado por la sociedad en su conjunto. Y que finalmente la consecuencia de eso será la reducción de los activistas del feminismo mezclado con ideología de género a la condición de parias.
Eso es lo que ya está ocurriendo con ciertos personajes a los que les pareció bien en cierto momento el ponerse al frente de esa difusión ideológica, como es el caso de Marina Abiuso. Al igual que Pozzo, Abiuso es operadora mediática y trafica ideología de género, aunque desde los medios del Grupo Clarín. Los propios consumidores de esos medios corporativos iniciaron una campaña para denunciar el silencio de Abiuso en el crimen de Lucio Dupuy, atribuyendo dicho silencio a una complicidad con las asesinas por solidaridad militante. La cosa fue escalando a lo largo de las semanas y ahora hay unos cuantos consumidores de los medios del Grupo Clarín convencidos de que Marina Abiuso es una encubridora del crimen aberrante de La Pampa, motivo por el que exigen no verla más en la pantalla de la televisión. La quieren cancelar, suprema ironía del destino en la que el cancelador de otrora es el cancelado de hoy.
Marina Abiuso, Estefanía Pozzo y otros sicarios mediáticos de esa parcialidad ideológica cancelaron en efecto a muchos poniéndoles los motes de “machista”, “misógino”, “homofóbico”, “fascista” y demás epítetos tan característicos de la jerga ideológica en lo que hoy llaman “feminismo”. Pero ahora están en el otro lado del mostrador y sufren la cancelación en carne propia. ¿Y por qué? Porque llegó el límite práctico del relato que esos operadores hicieron hasta aquí bajo el barniz de la ideología, ha llegado el día de ver plasmados los resultados concretos del discurso que vienen vendiendo hace ya por lo menos una década. En la opinión del público en general —sea o no cierto, aquí se impone la tesis de Nietzsche acerca de la prioridad de la interpretación sobre los hechos— a Lucio Dupuy lo torturaron y lo mataron dos criminales que habían sido previamente ideologizadas para hacer lo que hicieron. Comúnmente es así como se explica la asociación que la opinión pública hace entre los autores materiales y los autores intelectuales de un hecho.

En este punto el atento lector haría bien en preguntarse qué vericuetos son los que recorre la sociedad hasta que el feminismo entendido como la reivindicación de la igualdad entre hombres y mujeres termine siendo percibido por el sentido común como una ideología de odio que motiva crímenes. Aquí está la clave de todo este asunto, la única forma de entender cómo se pasa de “ni una menos” a los pañuelos verdes y de ahí, finalmente, a la misandria y a la muerte, de víctimas a victimarios. ¿Cómo es posible que de reclamar por el asesinato de mujeres el feminismo sea sindicado como asesino de varones? No está muy claro si Estefanía Pozzo y Marina Abiuso comprenden esta dinámica o si son pequeños traficantes del narcomenudeo de ideología. Lo más probable es esto último, aunque para efectos prácticos eso es muy poco importante. Lo que importa es que en la práctica hay una transición.
Entonces llegamos a un punto en el que el feminismo, inicialmente “puro” en un sentido de reclamación puntual del cese de la violencia contra las mujeres y luego penetrado por la misandria de la ideología de género, se percibe como un machismo al revés, es decir, como la exaltación del odio al hombre. No hay dudas de que las consecuencias de esa transformación radical serán nefastas, empezando por el rebrote de un viejo machismo que parecía haber quedado superado. De haber sido derrotados por la razón en marcha, los machistas ahora pueden aprovechar la situación para cancelar al feminismo y restablecer su misoginia en el sentido común de las mayorías. Es un retroceso, por supuesto, es la reinstalación de una idea superada después del fracaso de la idea superadora al incurrir esta en el abandono de su propósito original.
Como el feminismo dejó de defender a las mujeres, pasó a difundir el odio a los varones, a la promoción ideológica de la homosexualidad y, fatalmente, las que cometieron un espantoso crimen contra un niño fueron dos activistas de ese feminismo y de esa homosexualidad, el resultado va a ser la percepción de que el feminismo entero no sirve. Entero, no va a servir tampoco el propósito inicial del feminismo, que fue la exigencia del cese de la violencia contra las mujeres, la igualdad de derechos y oportunidades y, en fin, todo aquello que siempre hizo del feminismo una causa noble entre los subalternos. Al parecer no existe conciencia sobre esa doble hermenéutica entre los actuales activistas del feminismo, quienes en vez de hacer una autocrítica que conduzca a la retomada de la senda inicial redoblan la apuesta y frente a la indignación social se vuelven más agresivos y sarcásticos que antes.

En vez de “soltarles la mano” a los delirantes que impulsan la misandria y mezclan todo tipo de cuestión de moral sexual en el feminismo —muchas de esas cuestiones, para colmo, son absolutamente ajenas a la mujer— los actuales activistas del feminismo van al choque contra el sentido común, no perciben que marchan a paso acelerado hacia la condición de parias y, lo que es más grave, hacia la deslegitimación del mismísimo feminismo. En vez de limpiarse de las Estefanía Pozzo y las Marina Abiuso para volver al “ni una menos” tan necesario, puesto que siguen muriendo mujeres por razones de género e incluso más hoy que hace diez años, el “feminismo” misándrico y mezclador de agendas se aferra a esas dementes, se hace representar por personajes odiosos que lo están hundiendo frente a la opinión pública.
Por eso la cuestión se resume en la dicotomía entre purga y destrucción, allí donde el feminismo puede retomar su senda inicial y su propósito original purgando de su seno a los que vinieron a entorpecerlo con la imposición de agendas ajenas al interés de las mujeres o puede ser destruido, es pato o gallareta. De seguir afirmando que feminismo es sinónimo de ideología de género del poder globalista con todos sus delirios de minorías muy ínfimas, lo que van a lograr los activistas es que el feminismo como un todo quede identificado como el mal y sea socialmente suprimido, cayendo en la volteada todos los avances en materia de derechos e igualdad de oportunidades para millones de mujeres. ¿No será a lo mejor eso mismo lo que intentan hacer quienes están digitando el proceso desde arriba?
Es una muy buena pregunta para hacerse, la ingeniería social existe y muchas veces utiliza lo que quiere destruir en su propia destrucción. Muchas veces la ingeniería social toma una idea, la amplifica hasta el cansancio haciendo que se convierta en una caricatura hasta generar el rechazo social en su contra. No será la primera ni la última vez que el poderoso hace eso y sería bueno que los feministas reales tomaran nota de ello: fueron intrusados y parasitados por una agenda que nada tiene que ver con los intereses de la mujer como sujeto social, fueron obligados a levantar banderas que no son las suyas y ahora están a punto de quedarse pegados con la barbarie. Los que de buena fe marcharon hace una década por “ni una menos” y venían racionalmente instalando en el sentido común la igualdad entre hombres y mujeres como un valor positivo fueron usados y van a ser descartados si rápidamente no se ponen a pensar.

Van a tener que hacer una purga despegándose de los oportunistas mediáticos, de los “colectivos” con su moral selectiva y sus millonarios ingresos en dólares por financiación foránea de dudosa procedencia, de los que ladran misandria en las redes juntando odio tanto de hombres como de mujeres que no quieren la guerra entre los sexos. El feminismo realmente interesado en erradicar la violencia contra la mujer y en establecer la igualdad social va a tener que purgarse para no desaparecer y no echar a perder todo lo logrado hasta aquí. Y va a tener que definir claramente su agenda restringiendo sus demandas a lo que le interesa al sujeto social al que representa si no quiere un retroceso.
Los discursos tienen consecuencias prácticas y si uno elige emitir cualquier discurso solo porque suena justo o “deconstruido” en un determinado momento, entonces será imputado por cualquier consecuencia, incluso la de un niño masacrado por unos demonios asesinos que hicieron de la misandria su religión. El que siembra vientos, como se sabe, cosecha tempestades. No conviene predicar el odio como doctrina o como ideología ni conviene dejarse usar por quienes tienen al odio como doctrina, como ideología y como método de dominación en su ingeniería social. Ellos, los ingenieros de la manipulación, nunca pagan los platos rotos. El hilo al fin y al cabo siempre se corta por lo más delgado.