Sostenido por el poder

Más allá de las puestas en escena y las luchas que se impostan para la tribuna, el hecho de que Javier Milei haya durado ya un año en la presidencia de la Nación suscita serias dudas sobre el rol opositor de la oposición y, fundamentalmente, sobre su declamado compromiso con el bienestar general de las mayorías populares. Milei llega al primer aniversario de su régimen de demolición con una estabilidad que ni el más optimista de los suyos pudo imaginarse a principios de este año y ello se debe en gran parte a la pasividad colaboracionista de los dirigentes que se presentan en el mercado electoral como sus opositores y, en realidad, dejan pasar el tiempo para que Milei pueda cumplir la misión que se le ha encargado desde las oficinas del poder fáctico global.
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Como un cruzado cuya convicción acerca de la noble naturaleza de la misión que se le ha asignado es absoluta y por eso hace caso omiso de los daños colaterales que eventualmente puedan ocasionarse en su cumplimiento, el presidente Javier Milei decía, en el marco del acto inaugural de un congreso sobre la inteligencia artificial a principios de este mes de diciembre, que para el 2025 seguiría con las mismas políticas monetaria y fiscal que viene imponiéndole a la sociedad desde diciembre del año pasado. Al hablar abiertamente y en público revelando sus intenciones, Milei adopta el aspecto de esos fanáticos religiosos a los que ningún argumento puede disuadir del objeto de su empecinamiento una vez que se disponen a llevar su guerra santa hasta las últimas consecuencias. Desde diciembre de 2023 y en un año, el ajuste fiscal y monetario del régimen mileísta ha obtenido logros macroeconómicos algo dudosos o quizá modestos, aunque el costo de dichos logros ha sido una recesión cuya profundidad hace que la crisis del periodo 1997/2002 se vea, en comparación, como un accidente menor en la ya de por sí accidentada historia económica del país.

Al momento de escribir estas líneas, Javier Milei estaba a punto de cumplir un año en la presidencia de la Nación. Pese a los pronósticos iniciales de personajes como Enrique “Pepe” Albistur —quien a mediados de enero, desde una reposera playera y a poco de andar el régimen mileísta anunciaba que dicho régimen no llegaba a Semana Santa— y otros individuos de alto perfil, Milei no solo llega a su primer aniversario como presidente, sino que llega anticipando que va a seguir con el plan económico recesivo contra las clases trabajadoras populares y medias y, lo que es más impactante, con el suficiente apoyo político para que su régimen siga mostrándose estable, al menos en apariencia. El atento lector que es memorioso y recuerda con qué seguridad se pronosticaba a principios de 2024 una vida corta para Javier Milei en el sillón de Rivadavia entenderá que esos pronósticos envejecieron muy, pero muy mal en tan solo diez u once meses.

El prestigio de los pronosticadores es cosa de poca monta, es una ganga que a nadie le importa sencillamente porque nadie recuerda los pronósticos. Aquí lo verdaderamente importante es el hecho de que el régimen mileísta cumple un año sin darle al pueblo-nación argentino una sola buena noticia en términos de pesos y centavos. El sentido común aplicado a esto que parecería ser un enigma indica que un gobierno puede considerarse exitoso cuando mejora las condiciones de existencia del pueblo y, por el contrario, que un gobierno es fracasado cuando no lo hace o hace lo opuesto. El argentino vive peor hoy que en diciembre de 2023. Tal vez con algo menos de esa incertidumbre que fue la principal característica de los regímenes de Mauricio Macri y Alberto Fernández, pero objetivamente peor al fin. Todos los precios de la economía son prohibitivos en relación con los ingresos de los trabajadores y estos consumen hoy menos y en menor calidad que hace un año. Eso es un fracaso de gestión para el sentido común.

El empresario, publicista y exfuncionario Enrique “Pepe” Albistur, aquí junto a su esposa, la diputada albertista Victoria Tolosa Paz. Albistur es uno de los personajes de alto perfil que a principios de este año pronosticaban una estancia muy breve de Javier Milei en la presidencia de la Nación basando su argumentación en el sentido común: Albistur creyó que la malaria económica generaría una combustión espontánea en la que el pueblo, sin conducción alguna, barrería con Milei. Pero la política no es así y Milei está blindado mientras tenga el apoyo activo o pasivo de todos los dirigentes del establishment político.

Pero el sentido común no es la vara de medir en la política. El de Milei es un total fracaso en materia económica desde el punto de vista de las mayorías, lo es concretamente porque se vive peor sin cuidado de esas metáforas de túneles, brotes verdes y todo lo que sugiere la necesidad de pasarla mal hoy como condición para vivir mejor mañana. Más allá de las promesas de reactivación económica y redención al final del ajuste por parte de Milei (cosas que deberían llegar, según el propio Milei, recién al tercer de año de gestión, en 2026), lo objetivo es el fracaso presente. Y un gobierno que fracasa económicamente no solo no tendría que durar todo un año, sino que debería terminar a la primera señal de que vino a traer la malaria. De ahí esos pronósticos de los “Pepe” Albistur y demás anunciadores: a sabiendas de que los resultados de la “motosierra” mileísta iban a empezar a sentirse entre marzo y abril, los pronosticadores juzgaron que la política iba a funcionar con sentido común vomitando precozmente a Milei de su boca.

Los pronosticadores, como se ve, no entienden nada de política o a lo mejor no quieren entender, es lo mismo. En la práctica lo que determina si un régimen será estable o inestable no es el sentido común. Un ejemplo de ello son los ajustes en las tarifas de los servicios públicos y del transporte que empezaron en este siglo con Macri, siguieron con Fernández y alcanzan su cénit hoy con Milei. Solía decirse como un mantra, con base otra vez en el sentido común, que ningún gobierno en Argentina iba a atreverse jamás a quitar los subsidios a esas tarifas porque los aumentos resultantes de esa quita sublevarían al pueblo y la consecuencia sería la desestabilización del gobierno en cuestión. Macri demostró que el supuesto era falso, que no hay tal cosa como una sublevación popular frente a un ajuste por más feroz que sea este. Macri hizo sucesivos ajustes de hasta el 500% en tarifas de electricidad, gas y transporte y su régimen, no obstante, jamás estuvo ni cerca de peligrar por ello.


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