Tigre al acecho

Después de diez años tejiendo una paciente trama de intrigas, Sergio Massa está a punto de coronar su estrategia con el acceso al sillón presidencial. Desde allí, Massa podrá introducir las reformas profundas que el imperialismo occidental está exigiendo en el marco de la guerra mundial en cuotas contra Rusia y China, las potencias emergentes de Oriente que impulsan un ordenamiento mundial de tipo multipolar. La clave es el control de la producción de alimentos y de los ingentes recursos naturales del territorio argentino, el octavo más extenso y el quinto más rico del mundo. Las potencias necesitan “atar la vaca” aquí y el ascenso de Sergio Massa se enmarca en esa lucha entre gigantes por un neocolonialismo que será decisivo en cómo va a ordenarse la geopolítica para lo que queda de este siglo XXI.
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El popular Alberto Samid es una entrañable figura del folklore político en el peronismo y tal vez incluso un ícono de la cultura argentina muy típica del conurbano bonaerense, un personaje polémico y provocador del sentido común que se hizo famoso con el mote de “rey de la carne” en toda la región metropolitana por los precios accesibles de los productos en sus carnicerías y locales de comida rápida cuya marca es un cuasi plagio de una cadena estadounidense de hamburguesas. Samid se autodenomina “matancero peronista” en una mítica tarjeta de presentación decorada con su cara y el escudo del Partido Justicialista que de tiempos en tiempos vuelve a circular por las redes sociales, en la que también se lee: “Hincha de Gardel, hincha Boca, hincha de Ford y le tengo bronca a Mauro Viale”, esta última llamativa característica a raíz de un altercado a los golpes que Samid tuvo hace más de dos décadas con el ya fallecido conductor alrededor de la polémica sobre el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) y que en su momento pudo verse en vivo por televisión en un canal de aire. Tras ser acusado por Viale de haber avalado la bomba a la AMIA y antes de empezar con los golpes de puño y las patadas, Samid dejó la frase “Ud. tiene que arrepentirse de lo que dijo” que quedó finalmente para el recuerdo y hoy es insumo para los más divertidos memes en las redes sociales.

Hijo de inmigrantes sirios radicados en La Matanza, Alberto Samid es una de las expresiones más puras de la organicidad pejotista en el peronismo bonaerense, lugar desde el que suele instalar todo aquello que los dirigentes dichos “serios” necesitan que se instale, pero no creen conveniente hacerlo ellos mismos. La más reciente de esas instalaciones se vio a mediados de enero cuando Samid sorprendió a los que no la suelen ver venir publicando en Twitter una imagen con la combinación en collage de fotos de dos dirigentes acompañada por el siguiente texto: “Una jugada inteligente de nosotros los argentinos sería que a fin de año entre Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta armen un gobierno de unidad nacional y vayamos contra los verdaderos enemigos de la patria, que son las corporaciones extranjeras que se roban nuestras riquezas: el petróleo, la minería, el litio, la pesca y la agricultura”. Al no aclarar, ampliar o desmentir luego lo dicho, la “propuesta” de Samid quedó en el aire en medio a una lluvia de comentarios de todos los colores, con algunos foristas afirmando que se trató de una ironía y otros tomándose muy en serio la cosa.

Alberto Samid, aquí representado como un monarca en la publicidad de su red de carnicerías. Samid se hizo muy popular en todo el conurbano bonaerense por comercializar productos cárnicos de buena calidad a precios muy razonables, accesibles para la clase trabajadora. Es la mentalidad doctrinaria del peronismo aplicada al comercio, una fórmula muy exitosa en la cultura argentina.

¿Qué habrá querido hacer realmente Samid al sugerir como “jugada inteligente” una alianza con fórmula electoral entre Massa y Rodríguez Larreta? Es realmente poco relevante saberlo y quizá nunca se sepa a ciencia cierta, porque estas operaciones están diseñadas precisamente para que sus objetivos no se revelen y porque, en realidad, lo importante a observarse en este tipo de provocaciones —que al tener lugar caen como bombas sobre los desprevenidos— son sus resultados prácticos. Es evidente que, al menos al día de hoy, una alianza entre Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta se ve como de ciencia ficción, como una cosa que necesitaría de mucho, muchísimo pretexto para prosperar tanto de un lado como del otro de la grieta, razón por la que la sugerencia de Samid no debe ser en el sentido de sugerir específicamente eso que sería un cierre de grieta por arriba a todas luces mucho más allá de la voluntad presente de los representados. Rodríguez Larreta y Massa en una fórmula electoral anunciándose en pleno verano por un adelantado que opera más en el nivel de la cultura que en el de la política, aun en un escenario de dispersión como el actual, tiene la apariencia de ser más bien un perfecto globo de ensayo.

¿Ensayo de qué? He ahí la cuestión. Como se sabe o debería saberse, existe hoy un espacio vacío en la política al anunciar su retiro de la lid electoral quien hasta aquí y en la última década y media condujo ese enorme revoltijo variopinto que solemos llamar campo nacional-popular. Cuando en un momento de furia Cristina Fernández dijo públicamente a principios de diciembre del año pasado que no iba a ser candidata a nada en las elecciones de este 2023, en ese momento empezó en el reverso de la trama una carrera loca entre los aspirantes a ocupar su lugar de privilegio en la construcción política mayoritaria. Esa compulsa sorda entre aspirantes encuentra su explicación en la lógica congénita del peronismo en un sentido muy amplio desde Perón hasta nuestros días. En la coherencia interna de esa lógica, un conductor encabeza necesariamente las listas de candidatos en las elecciones y reafirma en ese acto el hecho político de su conducción. Un conductor, por lo tanto, deja de serlo cuando renuncia a presentarse como candidato o se ve imposibilitado de hacerlo por cualesquiera razones. Y ahí empieza automáticamente la siempre frenética carrera por la sucesión.

Uno de los aspirantes a la conducción del campo nacional-popular, el favorito según algunos analistas, es Sergio Massa. Pero Massa tiene el problema del rechazo que inspira en quienes pretende conducir, esto es, no lo quiere prácticamente nadie en el campo propio. Para que Massa sea aceptado por la “tropa”, se haga de la conducción del espacio y pueda presentarse como candidato a presidente en las próximas elecciones debe mediar algún tipo de evento que ponga a los conducidos entre la espada y la pared, como suele decir el buen sentido común popular para significar un brete del que no se sale sin hacer enormes sacrificios. En una palabra, el brete debe existir en la realidad o en la percepción de quienes se quiere forzar a tomar una decisión que en circunstancias distintas de ninguna manera tomarían. Para que Sergio Massa sea candidato a presidente por el espacio heterogéneo que hoy electoralmente se hace llamar Frente de Todos y pueda conducir ese espacio en lo sucesivo va a ser necesario que los dirigentes de segundo orden, los militantes y los millones de simpatizantes del campo nacional-popular no tengan ninguna otra opción que no sea precisamente la de acompañar a Sergio Massa.


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