Una fiera sin domadores

A punto de llegar a los tres meses desde su asunción como presidente, Milei está hoy en la inmejorable situación del que gobierna sin opositores reales y puede, en consecuencia, hacer a sus anchas. Sin nadie que lo frene, el mal llamado “libertario” impone una masacre contra todo el pueblo trabajador y en particular contra los sectores medios, a los que desposee de sus ahorros en moneda extranjera a una velocidad inusitada. Y el buen observador que sabe no ideologizarse a la hora de interpretar la realidad se percata de inmediato, a simple vista, de la corroboración de la hipótesis de que Milei es un chivo expiatorio con el mandato de hacer lo que el establishment político cree que es necesario, pero no se anima a hacerlo en primera persona por el altísimo costo político implicado. Milei es un criminal con licencia para matar, no tiene quien lo frene y el pueblo no tiene quien lo defienda.
2402 2 00

Pasaron con mucha pena y sin gloria alguna el mes de enero y buena parte del mes de febrero de un verano en el que los trabajadores en los sectores populares y medios vieron derrumbarse drásticamente el poder adquisitivo de sus ingresos en pesos. Lo que ya venía mal en diciembre se puso, como de la noche a la mañana, dramático: de hacer malabares para llegar comiendo a fin de mes la generalidad de la enorme mayoría que vive de su trabajo pasó a meter mano en sus ahorros para hacer frente a gastos corrientes o, en el caso de quienes ya ni siquiera tenían dinero ahorrado, que son naturalmente los más numerosos, a recortar directamente la adquisición de productos y servicios a los que ya se habían acostumbrado a consumir y a considerar como esenciales aún en los peores momentos de la economía nacional.

No será la primera y probablemente tampoco la última vez que el argentino deba ajustarse para sobrevivir a una coyuntura, aunque desde luego se da hoy una situación inusitada. La liberación y posterior disparada de los precios sumadas a un achatamiento de las jubilaciones y los salarios de un modo general —cosa que en la práctica funciona como un congelamiento de los ingresos— obligó a los sectores populares a prescindir de ítems de consumo básico en productos de higiene y limpieza, cuidado personal e incluso en alimentos mientras la mal llamada “clase media” iba quemando sus ahorros en dólares para sostener esos consumos y los gastos con las cuotas de salud prepaga, de educación privada para sus hijos, de mantenimiento del automóvil y otros por los que esos trabajadores privilegiados se definen como “clase media” y se diferencian, precisamente, de los demás.

El siguiente paso ya está siendo dado entre estos por algunas familias que ya empiezan a abandonar el consumo de lo que tradicionalmente simbolizó su estatus social diferenciado de “clase media”. En estos primeros días del año nuevo muchos individuos de “clase media” ya aceptaron que es inviable, aun disponiendo de cierto resto en materia de ahorros, sostener sus símbolos de clase social. Alquiler y expensas del inmueble, seguro, patentes, combustible y mantenimiento del automotor, salud y educación privadas, los “gustitos” típicos del fin de semana o de las vacaciones (y las propias vacaciones en sí) y mucho más, gastos entre los que la “clase media” ahora opta suprimiendo a unos y resistiendo con otros. De mantenerse la situación actual, es esperable que esa resistencia vaya siendo vencida con el correr de los próximos meses.

Éramos pocos y parió la abuela. La masacre contra la clase media es tan brutal que lo inesperado ocurrió: Elisa Carrió salió a denunciar públicamente el plan económico de Javier Milei calificándolo como un “pymecidio” (neologismo que quiere significar la destrucción de las pymes del país) y una “destrucción de la clase media por el tarifazo y consecuente indexación mensual”. Es evidente que la cosa debe ser muy seria como para que Carrió ponga el grito en el cielo, aunque ese grito sea una campana de palo.

He ahí el ajuste real, el que se hace mediante la disminución brusca del valor de la moneda nacional respecto no a la moneda extranjera que en las últimas muchas décadas ha sido el dólar estadounidense, sino al precio de los ítems de consumo cotidianos y servicios. Más allá de que en los medios los “periodistas” ponen la lupa sobre la suba de tarifas de servicios públicos y del transporte, el verdadero problema de las clases trabajadoras populares y medias en estos primeros días del nuevo régimen mileísta es el desplome del poder adquisitivo en el consumo, importa mucho más el precio relativo de la nafta y el diésel que del boleto de tren, subte o colectivo; es más fuerte el impacto en el bolsillo del aumento en la canasta de alimentos que en la factura de electricidad o gas natural. Y así sucesivamente.

Entonces en su naturaleza el actual ajuste difiere de los anteriores porque no se da mediante la devaluación del tipo de cambio —la que también tuvo lugar en diciembre, pero no a niveles correspondientes con la suba de precios en el mercado interno, como veremos— o el aumento de los precios regulados por el Estado, que son los de las tarifas de los servicios públicos y del transporte, sino por una liberación indiscriminada de los precios al consumidor en los ítems de consumo. El ajuste verdadero se da mediante la prohibición del consumo de todo aquello que antes del advenimiento de Javier Milei se consideraba esencial en los distintos sectores de la sociedad, de lo que nadie esperaba tener que prescindir para llegar a fin de mes. Y aquí, en la naturaleza del presente ajuste, está la clave para empezar a comprender adónde va o adónde quiere llegar el gobierno de Javier Milei en su plan económico.


Este es un contenido exclusivo para suscriptores de la Revista Hegemonía.
Para seguir leyendo, inicie sesión o suscríbase.

No puedes copiar el contenido de esta página

Scroll al inicio
Logo web hegemonia

Inicie sesión para acceder al contenido exclusivo de la Revista Hegemonía

¿No tiene una cuenta?
Suscribase aquí

¿Olvidó su contraseña?
Recupérela aquí.

¿Su cuenta ha sido desactivada?
Comuníquese con nosotros.