Pasaron con mucha pena y sin gloria alguna el mes de enero y buena parte del mes de febrero de un verano en el que los trabajadores en los sectores populares y medios vieron derrumbarse drásticamente el poder adquisitivo de sus ingresos en pesos. Lo que ya venía mal en diciembre se puso, como de la noche a la mañana, dramático: de hacer malabares para llegar comiendo a fin de mes la generalidad de la enorme mayoría que vive de su trabajo pasó a meter mano en sus ahorros para hacer frente a gastos corrientes o, en el caso de quienes ya ni siquiera tenían dinero ahorrado, que son naturalmente los más numerosos, a recortar directamente la adquisición de productos y servicios a los que ya se habían acostumbrado a consumir y a considerar como esenciales aún en los peores momentos de la economía nacional.
No será la primera y probablemente tampoco la última vez que el argentino deba ajustarse para sobrevivir a una coyuntura, aunque desde luego se da hoy una situación inusitada. La liberación y posterior disparada de los precios sumadas a un achatamiento de las jubilaciones y los salarios de un modo general —cosa que en la práctica funciona como un congelamiento de los ingresos— obligó a los sectores populares a prescindir de ítems de consumo básico en productos de higiene y limpieza, cuidado personal e incluso en alimentos mientras la mal llamada “clase media” iba quemando sus ahorros en dólares para sostener esos consumos y los gastos con las cuotas de salud prepaga, de educación privada para sus hijos, de mantenimiento del automóvil y otros por los que esos trabajadores privilegiados se definen como “clase media” y se diferencian, precisamente, de los demás.
El siguiente paso ya está siendo dado entre estos por algunas familias que ya empiezan a abandonar el consumo de lo que tradicionalmente simbolizó su estatus social diferenciado de “clase media”. En estos primeros días del año nuevo muchos individuos de “clase media” ya aceptaron que es inviable, aun disponiendo de cierto resto en materia de ahorros, sostener sus símbolos de clase social. Alquiler y expensas del inmueble, seguro, patentes, combustible y mantenimiento del automotor, salud y educación privadas, los “gustitos” típicos del fin de semana o de las vacaciones (y las propias vacaciones en sí) y mucho más, gastos entre los que la “clase media” ahora opta suprimiendo a unos y resistiendo con otros. De mantenerse la situación actual, es esperable que esa resistencia vaya siendo vencida con el correr de los próximos meses.

He ahí el ajuste real, el que se hace mediante la disminución brusca del valor de la moneda nacional respecto no a la moneda extranjera que en las últimas muchas décadas ha sido el dólar estadounidense, sino al precio de los ítems de consumo cotidianos y servicios. Más allá de que en los medios los “periodistas” ponen la lupa sobre la suba de tarifas de servicios públicos y del transporte, el verdadero problema de las clases trabajadoras populares y medias en estos primeros días del nuevo régimen mileísta es el desplome del poder adquisitivo en el consumo, importa mucho más el precio relativo de la nafta y el diésel que del boleto de tren, subte o colectivo; es más fuerte el impacto en el bolsillo del aumento en la canasta de alimentos que en la factura de electricidad o gas natural. Y así sucesivamente.
Entonces en su naturaleza el actual ajuste difiere de los anteriores porque no se da mediante la devaluación del tipo de cambio —la que también tuvo lugar en diciembre, pero no a niveles correspondientes con la suba de precios en el mercado interno, como veremos— o el aumento de los precios regulados por el Estado, que son los de las tarifas de los servicios públicos y del transporte, sino por una liberación indiscriminada de los precios al consumidor en los ítems de consumo. El ajuste verdadero se da mediante la prohibición del consumo de todo aquello que antes del advenimiento de Javier Milei se consideraba esencial en los distintos sectores de la sociedad, de lo que nadie esperaba tener que prescindir para llegar a fin de mes. Y aquí, en la naturaleza del presente ajuste, está la clave para empezar a comprender adónde va o adónde quiere llegar el gobierno de Javier Milei en su plan económico.
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